Algunos de mis amigos han decidido enfermarse o accidentarse, por lo que me estoy sintiendo como la última hoja en la rama de un árbol y pues ya sabemos que en otoño las hojitas de los árboles se caen...
Pero cuando las cosas van mal, aún pueden empeorar. Imagínese usted querido lector, lectora, que además de estas lluvias que están enmoheciendo la ciudad, han comenzado también las obras de los segundos pisos del periférico, con lo que los automovilistas andamos como ratas alucinadas.
Para qué negarlo, soy terriblemente desgraciada. Aunque pensándolo bien, a pesar de que manejar un automóvil me hace cautiva de franeleros, ladronzuelos y acomodadores que tratan los coches ajenos con acedo rencor; aún así sigue siendo mucho mejor ser automovilista desgraciada que peatona condenada al uso de un transporte público que es un verdadero atentado contra los derechos humanos.
Pandillas de delincuentes al volante que con instintos claramente criminales se arrojan sobre las calles a morir o a matar: Señora gorda con canasta rueda de un minibús a media calle. Señora delgada con portafolio jalando niño con mochila, hace malabares entre los autos para trepar como puede, porque al chofer del minibús no se le pega la gana acercarse a la banqueta.
Interminables filas de peatones después de la jornada de trabajo, aguardan cansados y amargos el camión que los llevará como carga de segunda, hasta una estación del Metro que a su vez los llevará a otro paradero donde esperarán otro camión...
Después de eso ¿quién llega a su casa con humor de platicar con la familia, con ganas de leer un libro o de interesarse por la vida? Tiene que ser una experiencia aniquiladora depender del transporte colectivo mientras se ve pasar -es sólo un decir ya que tenemos el peor flujo vehicular de América Latina sólo superado por Caracas- a cientos de automóviles con una sola persona a bordo. Mis respetos por la resignación con que los peatones viven su desgracia, yo ya me hubiera declarado en rebeldía.
Aunque mi talento para los números es inexistente, me atrevo a calcular que el porcentaje de la población que depende del transporte colectivo es como del 70% en relación con el que se mueve en automóvil particular; por lo que resulta francamente contradictorio el hecho de que López Obrador cuya promesa de campaña fue “Los pobres primero”, haya echado toda la carne al asador en la construcción de espectaculares surtidores viales y segundos pisos del periférico para privilegiar la circulación de autos privados -aún cuando la experiencia en otras partes del mundo ha demostrado que los segundos pisos son generadores de marginación y delincuencia- por encima de la construcción de infraestructura e inversión en transporte público apto para uso de personas y no de reses como el que padecemos en este momento.
El pasado 22, nos unimos a la campaña del “Día Mundial sin Auto” y oigan esto: miles de ciudadanos dejaron su automóvil en el garaje, poniendo fin aunque sea por un solo día, al tráfico y a la contaminación. Pero ¡claro! eso sucedió en otros países porque lo que es en esta capital ni siquiera nos dimos por enterados. Bueno, quejas aparte, permítanme decirles ¡Shaná Tová! que significa feliz año nuevo. El año 5764 del calendario judío, que celebra mi Querubín esta semana. Yo por mi parte, prefiero esperar hasta el 31 de diciembre para iniciar el 2004 como Dios manda. adelace@avantel.com.