El año pasado visitaron a México 19.8 millones de turistas, con una derrama de ocho mil setecientos millones de dólares. La planta laboral de esta industria es de un millón 700 mil empleos, un crecimiento de 15,000 plazas con relación al 2002.
Este año se construyeron ocho mil nuevos cuartos de hotel, con una inversión de mil quinientos millones de dólares.
Fonatur sigue haciendo desarrollos: 136 terrenos en Las Ceibas, en Cancún, el último lote disponible en Los Cabos. Varios desarrollos en el Mar de Cortés y en Nayarit, otro en el corredor Palenque-Cataratas de Agua Azul, uno en la Costa Maya de Quintana Roo y otro en la montaña de Barranca del Cobre. En el territorio nacional, este año hubo 477 millones de llegadas a hotel.
La industria turística, que durante muchos años fue puntal de la economía, sigue creciendo y aunque ya no está bajo la lupa y el crecimiento de otros sectores han opacado un tanto su importancia, sigue siendo un sector importante para el equilibrio de la balanza de pagos.
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La salvaguarda que la OMC permite en los contratos internacionales cuando un sector económico corre peligro, se va a aplicar en este mes a la industria avícola. Del 49.5 por ciento de arancel que tenía la importación hasta el 31 de diciembre del 2002, el primero de enero pasó a tasa cero. Se está negociando mantener el arancel, porque de acuerdo con la legislación internacional, una salvaguarda se debe compensar con su equivalente en el mismo o en otro sector comercial.
Pero la situación tiene otras facetas. México está a punto de cerrar la frontera a la importación de pollo, porque se han detectado brotes de Newcastle, -una enfermedad respiratoria mortal para las aves- en granjas del sur de Estados Unidos y aunque los americanos dicen que sólo se presenta en algunos puntos de California, mientras exista la plaga, el cierre de fronteras es totalmente legal para evitar los posibles contagios.
Por otra parte, a pesar de que a partir del primero de enero se abrió la frontera a la importación de pollo, no se ha detectado ningún aumento en el tráfico, quizás esto se explique por el hecho de que la segunda productora de carne de pollo de Estados Unidos es Pilgrim Pride, que tiene granjas y rastros en México y con aves que produce aquí tiene el cuarenta por ciento del mercado.
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La importación de artículos agropecuarios ha crecido año con año. En el 2002 creció 5.7 por ciento. Hay sectores y grupos sociales que claman al cielo porque “el campo no aguanta más” y porque el aumento de importaciones agropecuarias disminuye en forma inversamente proporcional a la soberanía nacional.
Es cierto, en los rubros en que no somos autosuficientes, las compras al extranjero de productos agropecuarios aumentan año con año. Pero curiosamente, los que se rasgan las vestiduras por las importaciones nunca hablan -¿o es que no lo saben?- que las exportaciones mexicanas de bienes agropecuarios, desde que se inició el TLC hace ocho años, han crecido cien por ciento, o sea en promedio 12.5 por ciento cada año. Flores, frutas, verduras y legumbres se exportaron en 2002 por más de tres mil millones de dólares.
La solución al problema del campo no es el bloqueo de las importaciones, sino el aumento de la productividad en el campo, con una complementariedad, -incluso entre países- de los productos más redituables, por las diferencias geográficas y climatológicas, ¿en dónde estaría la pérdida de soberanía, si México se hace capaz de exportar más alimentos de los que necesita importar por no ser comparativo producirlos aquí?
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En el sector agropecuario se avecina otra lucha: los transgénicos.
El Gobierno acaba de mandar a las cámaras un proyecto de ley para regular la producción de transgénicos. Los países desarrollados están consumiendo el 75 por ciento de los transgénicos que se producen y las economías emergentes el 25 por ciento.
La ventaja de los transgénicos es la disminución de costo y el crecimiento en la producción que esta nueva tecnología permite. La penetración de esta clase de siembras incidiría en forma muy favorable a la producción de alimentos en el país.
Pero ya surgió la oposición. No hay que usarlos ni producirlos, porque no sabemos si a la larga provoquen enfermedades, o si la manipulación genética puede producir mutaciones en los seres humanos. El combate a los transgénicos es un combate por la humanidad y por el equilibrio ecológico.
Hace mucho tiempo el Gobierno mexicano produjo maíz híbrido para aumentar las cosechas. A nivel mundial, la manipulación genética produjo las gallinas de postura, animales pequeños que comen poco y producen mucho y los pollos de engorda: animales que pesan dos kilos a las seis semanas de nacidos, transformando rápidamente su alimento en carne.
Si la manipulación genética fuera dañina, ya se hubieran manifestado sus inconvenientes en los países en donde un porcentaje cada vez mayor de alimentos se producen con esta tecnología.
Esperemos que la legislación sobre los transgénicos no corra la misma suerte que corrió la reforma energética o la reforma laboral.