Los electrodomésticos han disminuido de precio en un dos por ciento cada año, a partir de 1994. Esto ha representado una mayor posibilidad de compra para las familias mexicanas. Este fenómeno se debe a que hace algunos años había en el mercado solamente dos marcas. Con el Tratado de Libre Comercio hay actualmente 16. En 1993 un trabajador necesitaba 57 salarios para comprar una tele, actualmente necesita el salario de 25 días. Una lavadora de nueve kilos le costaba el salario de 46 días, ahora le cuesta el de 22. Para comprar una videograbadora necesitaba el salario de 34 días, ahora le cuesta el de siete. Para comprar una estufa de 20 pulgadas gastaba el salario de 11 días, ahora la compra con el salario de ocho días. La comparación de precios está hecha con aparatos del mismo tamaño y de calidad equivalente. La producción de estos aparatos se ha multiplicado varias veces, aumentando los puestos de trabajo en la misma proporción.
Los Gobiernos de México y Tailandia, con ocasión de la reunión de los países del Pacífico, firmaron un acuerdo que incluye el intercambio de productos de autopartes e instrumentos de las nuevas tecnologías de la información... Se organizó una comisión con funcionarios mexicanos y tailandeses para analizar las posibilidades de incluir en el acuerdo la fabricación conjunta de vehículos y sus partes.
En lo que va del año México ha exportado 11 millones de dólares a Tailandia y ha importado 525 millones. Sería uno de los casos en los que habría que tomar en cuenta la recomendación de varios empresarios mexicanos de tener cuidado al abrir nuevos tratados de libre comercio. Para que este tipo de acuerdos convenga a México, es indispensable que la corriente comercial fluya en ambos sentidos, de otro modo esas relaciones comerciales crean un déficit en la balanza comercial del país.
Está de moda el repetir continuamente que China representa una amenaza para México. Ya nos quitó el segundo lugar en las exportaciones hacia Estados Unidos y la importación china hacia México va en continuo aumento.
Siendo esto cierto hay muchos aspectos en los cuales nos podemos hacer competitivos.
Para la industria de autopartes, por ejemplo, los paneles de control de los vehículos pesados requieren un diseño adaptable casi a cada modelo. Allí es difícil que los chinos compitan. Lo mismo sucede con la fabricación de autopartes que se entregan con el sistema de “just in time” abasteciendo desde México a las plantas de Estados Unidos. Por la lejanía es casi imposible que China compita.
China tampoco puede competir en el mercado de productos perecederos o en cualquier otro en el que el ciclo total de inventarios en la cadena sea sólo de días.
Otro elemento básico son las marcas. Es posible competir con marcas que en el país tienen un historial de calidad y una presencia segura en el mercado, en contra de productos que además de ser desconocidos no han acreditado su nivel de calidad y no tienen una red de distribución que garantice el suministro de refacciones. Un ejemplo muy claro en este sentido es el de las motocicletas chinas.
El servicio es fundamental. Escudándose en precios muy bajos los chinos exportan mercancías (por ejemplo en textiles) de muy baja calidad, incluyendo en los pedidos de gran mayoreo los saldos y los desechos, violando, en muchos casos, los términos de los contratos y no aceptando devoluciones.
Resumiendo: para poder tener ventajas ante la invasión comercial de China, hay que valorar el tipo de productos, la diferencia de costos, la estructura de la competencia china y el acceso a los mercados.
La batalla tiene tres flancos: La competencia directa de los productos chinos que llegan a México, la que hacen los productos chinos a los productos mexicanos en el mercado americano y la competencia que China le está haciendo a México en la atracción de inversión extranjera.
Para invertir la tendencia es necesario retomar el liderazgo en los costos, creando un mayor valor agregado de los productos, integrando cadenas de suministro y acreditando marcas.