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Bendiciones para matar

REUTERS

CAMPO NUEVA YORK, KUWAIT.- El capitán Richard Compton, capellán del ejército estadounidense, reparte biblias con la imagen de un cráneo humano y alas de murciélago, y en sus reuniones con los oficiales los alienta a “atacar y matar, señores”.

Compton fue asignado a un batallón de combate apodado los “Widowmakers” (los fabricantes de viudas), la legendaria 101ra. División Aerotransportada.

Mientras la unidad está lista para invadir Iraq, el capellán no tiene problemas en adoptar sus símbolos militaristas y arengar a las tropas.

Compton, un pastor protestante de suaves modales, admite que el uso de la insignia con el cráneo y las alas de murciélago pueden parecer inapropiados. Pero dice que es importante que los soldados entiendan que matar a enemigos en una guerra justificada es algo que está en línea con ser un buen cristiano.

“Yo también tengo problemas con la violencia, pero debemos ser realistas. A veces la paz no puede ser alcanzada y a veces uno debe mostrar su fuerza”, dijo el religioso.

Con un cuarto de millón de soldados estadounidenses y aliados listos en el Golfo Pérsico para invadir Iraq, los efectivos en el norte de Kuwait se amontonan en improvisadas capillas y tiendas de campaña para los servicios religiosos del fin de semana.

Muchos estaban tratando de ajustar la tarea que se les encomendó a sus creencias religiosas. Musulmanes y judíos realizan sus propias celebraciones para rezar. Los servicios musulmanes se realizan una vez por semana.

El más reciente fue interrumpido por un alerta de misil, que finalmente fue falsa alarma.

“Es una batalla que continúa, es una batalla espiritual”, dijo el mayor Matt Thompson, otro capellán de brigada.

Sin embargo, al igual que otros capellanes, dice que el mandamiento bíblico de “No matarás” es engañoso porque en el hebreo original de hecho era “No asesinarás”, indicando que la violencia a veces es justificada.

“Tenemos un líder (el presidente iraquí, Saddam Hussein) que ha asesinado a decenas de miles de personas entre su propia gente. El pensamiento que pasa por mi cabeza es que tenemos la capacidad de cambiar eso, necesitamos hacerlo”, dijo Thompson.

El Papa Juan Pablo II ha criticado vehementemente la guerra en Iraq y por eso los católicos son los que enfrentan el mayor dilema entre los militares ante sus interrogantes espirituales.

Cerca de 100 soldados asistieron a la misa católica celebrada el sábado en una tienda de campaña en Campo Nueva York.

El capitán Michael Albano, sacerdote que celebró la misa, dijo que era imposible para los soldados saber si la guerra contra Iraq era justificada: “Se supone que la guerra sea el último recurso. Yo no se si todos los medios pacíficos fueron agotados. Y los soldados tampoco lo saben”.

En un breve servicio religioso el viernes, el rabino Carlos Huerta, un mayor del ejército, se refirió a pasajes de la Tora para explicarles a los soldados judíos por qué la guerra contra Hussein era necesaria.

“La única forma de controlar a esta gente (los militares iraquíes) es por la fuerza física. Uno tiene que usar la fuerza para salvar al pueblo iraquí”, dijo Joshua Slotnick, un musculoso soldado que vestía una gorra de camuflaje y que mantuvo su arma pesada a su lado durante todo el servicio religioso.

Los militares estadounidenses enviaron unas pocas decenas de capellanes en su campaña previa a la guerra. Su tarea es la de ser guías religiosos para los soldados, pero si comienza la lucha pasarán a integrar las unidades médicas para servir de apoyo espiritual a los heridos y moribundos.

En otra parte del desierto kuwaití, en Campo Inchon, un predicador militar hundió las cabezas de algunos uniformados en una fuente improvisada para bautizarlos el domingo.

Un capellán bautista bautizó a ocho soldados de Infantería bajo el sol de la mañana, empujando sus cabezas debajo del agua en una improvisada fuente hecha con bolsas de arena y sábanas plásticas. Sus compañeros gritaron vivas cuando los recién bautizados levantaron sus cabezas mojadas.

“He hecho unas cuantas cosas malas durante mi vida de las cuales no estoy orgulloso”, dijo el sargento Juan Arango. “Si algo me va a pasar me gustaría irme con la conciencia tranquila”.

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