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Bianchi, ganó por goleada

AGENCIAS

BUENOS AIRES, ARGENTINA.- Cuando el 23 de septiembre del año pasado, Mauricio Macri quiso exponer públicamente a Carlos Bianchi, le interrumpió una conferencia de prensa y lo conminó a que explicara por qué se iba de Boca, y el entrenador se levantó y lo dejó hablando solo, nadie imaginaba que Boca y el Virrey se iban a volver a encontrar.

Al menos en la administración Macri. En aquellos tiempos, Carlos Bianchi, desgastado por internas dirigenciales de gente a la que no le caía bien su poder, había decidido irse del club. Y Macri entonces lo quiso "apretar" para que dijera por qué se iba de Boca. Pero Bianchi, rápido para tomar decisiones bajo presión (como cuando jugaba, como cuando dirige) lo dejó en off-side.

Por entonces, el juego había quedado claro: Macri y Bianchi no se querían y ya no podían seguir juntos. Pero poco más de un año más tarde, en otra conferencia, con simpáticas frases de protocolo, están todos juntos otra vez.

El presidente, que habla del regalo de Navidad para los hinchas del club; Pedro Pompilio, uno de los dirigentes que no quiere a Bianchi; el otro vicepresidente, Gregorio Zidar, y el técnico que les hizo festejar a los hinchas seis campeonatos. Y que otra vez les ganó a los dirigentes de Boca.

Porque logró un contrato por casi el doble de lo que le ofrecieron en un principio (1.100,000 dólares por año contra los 600,000 de los que se hablaban en las primeras charlas), porque firmó por tres años, como él quería, y porque nadie le puso un pero al equipo de trabajo que eligió, que es el de siempre más su ex dirigido Carlos Compagnucci.

Y hasta inclinó la negociación de un modo con el que se dio el gusto de tener varios días a los dirigentes de Boca con el corazón en la mano esperando su respuesta. Se impuso en esta negociación de fin de año por goleada.

Hay una cosa clara: las broncas y los resquemores entre los hombres no desaparecen así como así. Pero a Boca le pasaron cosas que no pudo soportar, como el haber sido eliminado de los dos torneos internacionales en los que participó, algo que no fue neutralizado por la pelea que Boca dio en el Apertura hasta el final.

Óscar Tabárez, el técnico uruguayo, estaba cuestionado por los hinchas y aunque de no haber aceptado Bianchi él hubiera seguido, a Boca no le convenía. No por su capacidad, innegable, sino por las circunstancias que rodeaban su presente en Boca. Entonces, el hombre era el técnico que puso a Vélez en el mundo.

Sin duda, es el entrenador con más poder dentro del club, la única persona que supera en peso hasta al propio presidente. Por eso lo aman los hinchas y negocian con él los dirigentes. Porque las pasiones quedan por detrás de las conveniencias. Y esto a Boca le conviene. Pero por eso, también, las negociaciones fueron tan arduas y desgastantes.

Es que en un momento nadie quería dar el brazo a torcer, y si finalmente Bianchi se convirtió en el entrenador de Boca fue porque quienes dirigen el club se dieron cuenta de que no podían ni debían cerrar la puerta del regreso.

Hay que coincidir con lo que dijo un hombre cercano al presidente en plenas tratativas. "Nos dicen que estamos pagando por Bianchi una cantidad escandalosa de dinero. Pero nosotros sabemos que esto se paga solo. Porque si todo sale como esperamos a Boca le vienen tres años de bonanza, y eso es dinero que entra por todos lados, canchas llenas. En fin, todo".

Ahora, después de la primera victoria de Bianchi, todas las presiones son para él. Porque las obligaciones de ganar, de reeditar glorias pasadas y de volver a poner a Boca en lo más alto son todas suyas.

El entrenador lo sabe, pero no se achica, y en la primera conferencia ya apuesta: "La Copa Libertadores nos seduce, porque queremos volver a Tokio, y no precisamente para visitar la ciudad".

Otra vez son Bianchi y Boca, los que parecen nacidos el uno para el otro. Con los hinchas no pudiendo imaginar otra cosa que felicidades, y con el viejo goleador que perdió el pelo pero tiene todas las mañas potenciadas por su calle y por sus conocimientos, listo para conducir el barco.

No será fácil. Riquelme, Palermo, Serna, Córdoba y Bermúdez ya no están, pero Bianchi se quiere encargar de que muchos de los que hoy son uno más del plantel se conviertan en estrellas intocables. Ya lo logró una vez y se tiene mucha fe para conseguirlo de nuevo.

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