Los políticos y legisladores mexicanos siguen sin aprender de los innumerables ejemplos de irresponsabilidad fiscal en prácticamente todos los países de América Latina, donde los rechazos recurrentes de las propuestas de Reforma Tributaria acaban en situaciones económicas precarias, siendo el caso más notorio el desastre económico que vive Argentina desde hace varios años.
Nuestros políticos parecen empeñados en que los mexicanos transitemos un camino similar al de ese país de Sudamérica. Hace un par de años, en una muestra de ignorancia económica e ingenuidad política, el Partido Acción Nacional prefirió aceptar el bodrio de propuestas tributarias del Partido de la Revolución Democrática (PRD), en vez de mantenerse fiel a la iniciativa original del Ejecutivo, que superaba en todos los aspectos, menos en el populista, a la mezcolanza fiscal que finalmente fue aprobada en el Congreso en 2001.
Los parches impositivos de entonces, así como los aprobados en diciembre del año pasado, empeoraron las características de nuestro sistema tributario e introdujeron diversas distorsiones e inconstitucionalidades que mermaron la eficiencia con la que se asignan los recursos en la economía, ocasionando un severo daño a nuestro crecimiento económico.
La situación no ha mejorado este año, más bien parece que tiende a empeorar. La propuesta que envió el Ejecutivo en relación con la homologación del Impuesto al Valor Agregado (IVA) a todos los bienes y servicios, incluyendo los que hasta ahora están con tasa cero o exentos, es la que tiene más sentido económico, elevaría la recaudación, mejoraría la asignación de recursos y, paradójicamente, lograría lo que tanto piden los senadores, los integrantes del PRD y multitud de personas, que es reducir la evasión y la elusión fiscal, ya que al eliminar tratos preferentes y exenciones, desaparecería uno de los mecanismos que más facilitan esas actividades.
La semana pasada, sin embargo, cuando la discusión se centraba en aplicar una tasa de IVA menor a los alimentos y medicamentos, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) sorprendió a mucha gente cuando sus dirigentes declararon, en conferencia de prensa, que rechazaban la propuesta de un IVA sobre los alimentos y medicinas, proponiendo en su lugar un nuevo impuesto de diez por ciento a la producción, intermediación, comercialización e importación de esos productos.
Dicha propuesta incluía, además, la reducción de la tasa general del IVA al 13 por ciento, de los cuales dos puntos irían a los estados y uno a los municipios, así como la disminución del Impuesto sobre la Renta al 25 por ciento para las personas físicas y al 30 por ciento para las empresas.
Lo anterior fue dado a conocer por Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo el martes 17 de noviembre como una propuesta ?unificadora del PRI?. La reacción inicial entre los miembros del tricolor fue todo, menos ?unificadora?. La división interna en el partido fue tal que sus dirigentes no tuvieron tiempo ni de aclarar la mecánica de aplicación del nuevo impuesto, para cuando Madrazo, entre otras declaraciones, le asignó el domingo pasado la paternidad (¿maternidad?) de la idea a la Secretaría de Hacienda, con lo que en cierta forma avaló las sospechas de muchos en cuanto a que ese impuesto era un IVA disfrazado que buscaba salvar la imagen del PRI, pero que en la práctica equivalía a un mecanismo sinuoso para pasar los alimentos y medicamentos que hoy están en tasa cero al régimen de exentos.
En dicho contexto y con un Ejecutivo sin dirección ni liderazgo, el clima político que rodea al debate tributario se enrarece más todos los días, y con ello se aleja la posibilidad de una reforma tributaria que eleve los ingresos públicos cumpliendo los principios más elementales de eficiencia, neutralidad y equidad. Lo que se perfila en su lugar, si es que algo sale de esta nueva legislatura, es otro bodrio impositivo que complicará la situación financiera del gobierno en los próximos años. Así lo perciben, por lo menos, los mercados financieros, donde la Bolsa de Valores y el peso han perdido un terreno considerable desde que se conocieron las nuevas intenciones del PRI.
El panorama de las finanzas públicas es muy preocupante, pero nuestros legisladores no parecen entenderlo. Si los miembros del grupo parlamentario del PRI no cambian de parecer a última hora, dejarán al país en una situación presupuestal extremadamente frágil, que puede ser aún peor en unos cuantos años, cuando los ingresos públicos diminuyan debido a una reducción de los precios internacionales del petróleo por el aumentó en la producción de crudo de Rusia, Iraq y China.
Las decisiones económicas trascendentales no son tarea de aficionados, pero lamentablemente son estos quienes a fin de cuentas las han estado tomando en nuestro Congreso. El problema central es que los partidos políticos quieren encontrar una solución a la situación tan precaria del erario sin perder popularidad ante la ciudadanía. Buscan una propuesta fiscal que tenga ?viabilidad política?, amplíe la base de contribuyentes, aumente la recaudación, promueva el crecimiento y no afecte a intereses creados ni a los consumidores. Cuando los ?consensos? se fincan en la búsqueda de esa utopía, lo que resulta son ?reformas? económicamente desastrosas.
Las divisiones y contradicciones que existen en el seno del PRI muestran que se quedó sin brújula cuando desapareció su vínculo con el poder Ejecutivo. Lamentablemente, cualquier reforma, no sólo la fiscal, depende de que un número suficiente de legisladores del tricolor recupere la sensatez y entienda los cambios que el país requiere con extrema urgencia, a pesar de toda la retórica demagógica en su contra.
E-mail: salvadorkalifa@prodigy.net.mx