Hay un nuevo subsecretario en Gobernación: Armando Salinas Torre, que reemplazó a Javier Moctezuma Barragán, quien de encargarse de los Asuntos Migratorios, de Población y Religiosos pasa a representar a México en el Vaticano. Otro subsecretario, el de Normatividad de Medios, José Luis Durán Reveles, dejará su cargo dentro de once días. Luego de vacacionar, buscará de nuevo la candidatura al Gobierno mexiquense.
Sea bendita esa su legítima ambición política de alcance local, porque libera una posición federal necesitada de una mejor gestión. Distante su trayectoria del desempeño y la regulación de los medios de comunicación, Durán Reveles no consiguió, si se lo propuso, que la Secretaría de Gobernación estableciera una política de Estado al respecto. Y, al contrario, en la atención a algunas de las zonas y acontecimientos de mayor relieve bajo su competencia su actuación se caracterizó por la insuficiencia.
Sin duda el mayor pasivo que deja en su gestión es la conducta estatal frente a la televisión. El 10 de octubre del 2002 se emitió un nuevo Reglamento de Radio y Televisión, defectuoso desde cualquier mirador (excepto, por supuesto, el de sus beneficiarios, quienes operan las concesiones más relevantes y sus redes). Significó una burla, una ofensa a la porción de la sociedad civil que participó durante meses en innumerables reuniones al cabo de las cuales sus representantes comprobaron que se les engañó. Y, junto a la revisión del régimen fiscal (que si bien concierne a la Secretaría de Hacienda debió ventilarse también en la de Gobernación, en la subsecretaría de Durán Reveles) constituyó un retroceso en el largo y tortuoso camino por atribuir responsabilidad social a la televisión destinada sólo a la promoción económica (empleando para ello las formas más vulgares del entretenimiento).
Si en el ámbito de la política general la Subsecretaría de Medios se dejó dominar por la inercia y los temores, en el abordamiento de casos específicos su tarea fue inútil. No apareció en lo absoluto en el conflicto de hace casi un año, suscitado por TV Azteca al invadir instalaciones del Canal 40. Ni tampoco dijo media palabra ante el uso faccioso de su señal, emprendido por la televisora del Ajusco en apoyo de sus propios intereses durante la secuela de aquel litigio.
La designación de su secretario particular como director de Notimex dio clara idea de cómo concebía el subsecretario la índole y el funcionamiento de esa agencia. El resultado de proceder de ese modo es la inclusión de esa entidad dedicada a la información en la lista de 16 que serán desincorporadas.
También derrapó Durán Reveles, con graves consecuencias, ante la petición de un sector relevante del público por subsanar, con los instrumentos a su alcance, la conversión de la emisora XELA en una estación dedicada a la información deportiva. Sus oyentes no se resignaron a la pérdida del único espacio de la radio comercial consagrado a la música de concierto y presentaron a Durán Reveles y Dolores Béistegui, directora del Instituto Mexicano de la Radio, estudios y alternativas sobre la base de considerar de interés público los contenidos que caracterizaron a la XELA, que a lo largo de medio siglo integró un acervo invaluable de grabaciones.
Después de vueltas y revueltas, en que Durán Reveles ofreció al comité defensor de XELA una respuesta positiva (que hubiera podido consistir en dedicar a la música clásica una de las inanes estaciones del IMER, para reforzar la difusión de esos contenidos que ya hace Opus 94), el diálogo terminó donde empezó, en el desdén a las posiciones ciudadanas. El comité había entendido que la junta directiva del IMER se ocuparía del tema en su reunión más reciente, el 23 de octubre, pero ni siquiera se lo incluyó en la agenda. De ese modo, el 4 de noviembre el subsecretario dio por concluido el asunto ante el comité: no hay lugar para la programación de XELA (a cuyos concesionarios, dicho sea de paso, la autoridad nunca cuestionó ni el alquiler de la frecuencia ni la mutación de sus contenidos).
Con justa indignación el Comité valoró así el lamentable desenlace de su iniciativa: “Si Gobernación hace así del IMER lo que quiere, es porque la junta directiva del organismo lo permite. No están cumpliendo su obligación en dicha junta quienes deben salvaguardar la educación y la cultura del país: el secretario de Educación Pública y la presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Unos y otros olvidan que el IMER no les pertenece y que son servidores públicos. Con prepotencia y por un interés tonto en aparentar una democracia que ella misma detiene, Gobernación ha resuelto en contra de una nueva XELA. El daño que así se hace a la cultura de nuestro país es imperdonable”.
Durán Reveles dio también portazo en la nariz a los trabajadores del diario unomásuno, víctimas de un escarnio laboral inadmisible. Cuando un nuevo propietario del periódico pretendió establecer normas profesionales indignas y por varias causas, emplazaron a huelga a la empresa editora, que eludió sus efectos imprimiendo un remedo de aquel diario en otras instalaciones. Aunque obviamente el tema es laboral, Durán Reveles ofreció sus buenos oficios a las partes en forma tal que los trabajadores han visto burlados sus intereses desde hace un año. El subsecretario que se va fracasó también en su intervención en el conflicto interno de Excélsior. Favoreció al grupo que lo usurpa y no evitó el declive del diario.