“Los demonios andan sueltos”.
Mario Ruiz Massieu
La violencia es reprobable, pero lo es más su aprovechamiento para buscar ventajas políticas. Esto es lo que ocurrió en nuestro país en 1994, cuando la rebelión del EZLN —que dejó más de un centenar de muertos— así como los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu fueron aprovechados por los buitres de la política para tratar de promover sus causas. Las consecuencias fueron terribles —en lo político, económico y moral— para nuestro país. Pero hay quienes hoy buscan reconstruir el perverso clima político de ese año.
El ataque con arma blanca perpetrado este 25 de febrero en contra de María Luisa Farrera, presidenta del Instituto Electoral del Estado de México, es un hecho reprobable. Las autoridades judiciales mexiquenses deben investigarlo a fondo y llevar a los responsables ante un juez. Es especialmente importante que las motivaciones del acto sean esclarecidas.
Sin embargo, es irresponsable la manera en que algunos políticos han tratado de aprovechar ese ataque para propósitos políticos. El procurador del Estado de México, Alfonso Navarrete Prida, miembro de un gobierno priista, le arrojó combustible al fuego —en las palabras de Miguel Ángel Granados Chapa— al declarar, antes incluso de iniciar las investigaciones, que “el único elemento fuera de lo normal” en las actividades de la consejera presidenta “eran las denuncias que había presentado en la Procuraduría” en contra de algunos funcionarios panistas por haber participado indebidamente en actos de proselitismo. “Se vinieron críticas muy fuertes hacia (Farrera) y se enrareció el clima político de la entidad”, dijo el procurador. A su vez Jaime Cárdenas, el consejero electoral federal que se muestra cada vez más protagónico, dijo: “Que esto se sepa en Los Pinos, en Gobernación, que lo sepan los ciudadanos y los partidos: no es conveniente que se estén utilizando mecanismos de este tipo para amedrentar a los funcionarios electorales que por ley deben tener independencia en su función.” La implicación sin pruebas es que el gobierno ordenó un atentado en contra de la funcionaria electoral.
Es muy poco lo que sabemos sobre el ataque en contra de la presidenta Farrera. Sabemos que fue agredida en el estacionamiento o en el ascensor del Instituto Electoral. Sus atacantes le propinaron dos heridas: una superficial en la frente y otra más profunda en el pecho. Las heridas, sin embargo, no pusieron en peligro su vida. Si esto era un atentado, no se sabe porqué los agresores no mataron a su víctima cuando pudieron hacerlo con facilidad. Aparentemente nadie los vio cuando llevaron a cabo el ataque o por lo menos nadie intentó detenerlos. Las declaraciones que pueda ofrecer la propia Farrera al respecto del comportamiento de sus agresores resultarán cruciales para entender la motivación. El caso es muy importante y ciertamente debe investigarse a fondo. Pero en esta situación es imprescindible que los políticos se abstengan de arrojar combustible al fuego con especulaciones. Éstas quizá puedan ayudar a sus causas políticas, pero le pueden causar un enorme daño al país.
El recuerdo de los acontecimientos de 1994 debe estar presente en todos nosotros. Recordemos cómo tantos personajes de la política buscaron aprovechar los hechos violentos de ese año. Manuel Camacho Solís se sirvió de la rebelión neozapatista en Chiapas para mantener vivas sus esperanzas presidenciales y para debilitar la candidatura priista de Luis Donaldo Colosio. El asesinato de Colosio fue empleado luego para atacar a Camacho y, más tarde, al presidente Carlos Salinas de Gortari, a su jefe de gabinete José Córdoba y al candidato sustituto Ernesto Zedillo. La posterior muerte de José Francisco Ruiz Massieu fue manipulada por su propio hermano Mario, a cargo de la investigación, en un intento por impulsar su carrera política. Hay que tener mucho cuidado para distinguir entre héroes y villanos en momentos como éste. Recordemos que el respaldo original del PRD a la rebelión de Mario Ruiz Massieu contra Salinas de Gortari hubo de ser retirado apresuradamente cuando quedaron en claro las irregularidades de la investigación sobre la muerte de su hermano, la propia corrupción de Mario y su inestabilidad emocional. Es verdad que hoy, como en 1994, los demonios andan sueltos. Pero por eso mismo hay que investigar bien los actos de violencia antes de jugar con ellos.
El Testigo
Eduardo Fernández ha sido detenido por la PGR para testificar sobre la supuesta violación al secreto bancario de las cuentas de los Amigos de Fox. Pero también se le ha interrogado, sin duda, sobre su afirmación de que Amigos de Fox lavó dinero y de que el ex presidente Ernesto Zedillo lo sabía.