MEXICO, D.F.- En el pasado, la elaboración de un trabajo de investigación consistía en una pesada labor de lectura y procesamiento de artículos, notas, enciclopedias, periódicos, apuntes, libros y demás materiales impresos.
Aunque parezca paradójico, buena parte del trabajo de investigación intelectual era manual y requería, además del acceso a las fuentes físicas de información, de todo un conjunto de herramientas imprescindibles. Entre las más importantes se contaba, por supuesto, la máquina de escribir, así como insumos de papel en diversas modalidades, por ejemplo, hojas, tarjetas, libretas.
Un buen investigador también tenía siempre a la mano otros utensilios de uso diario en sus tareas, como pegamento y tijeras; pegar y recortar eran actividades que se hacían literalmente.
Presentar un trabajo escolar, elaborar un ensayo, publicar un artículo o escribir un libro, además del trabajo intelectual necesario, implicaba ejercer faenas de artesano durante horas y horas.
La búsqueda
en el ciberespacio
Hoy día, la máquina de escribir ha dado paso a la computadora personal. Los cuadernos ceden su lugar al procesador de textos, y la búsqueda de información se descentraliza de las bibliotecas, gracias a la expansión de Internet.
Los libros de texto, las revistas especializadas y los diarios impresos, así como las grandes enciclopedias y colecciones, ahora se complementan con CD-ROM interactivos y consultas a bases de datos en línea. Los tiempos de los afanosos escribanos ya terminaron.
Con una computadora conectada a Internet, las posibilidades que se presentan para la transformación, traslado, ordenamiento, copia, eliminación y manipulación de la información se realizan con un mínimo esfuerzo. Asimismo, se vuelve innecesaria la repetición mecánica del trabajo, lo que permite centrarse en mayor medida en su corrección.
De acuerdo con Lyman y Varian (www.sims.berkeley.edu/research/projects/how-much-info) existen dos tipos de Web: el "superficial" y el "profundo". El primero está formado por sitios o páginas electrónicas estáticas, públicamente disponibles, pero que constituyen una porción relativamente pequeña del Web entero. Se estima que alcanza de diez a 20 terabytes de contenido textual.
Por su parte, el Web profundo consiste de bases de datos especializadas, intranets y sitios Web dinámicos que no son muy conocidos por el cibernauta promedio, aún cuando 95 por ciento de su información es públicamente accesible. La información disponible en el Web profundo es de 400 a 550 veces más grande que la información en el Web superficial.