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Cambiar trinchera/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“Para prosperar en este mundo hay que tener aire de tonto, pero sin serlo”.

Montesquieu

Davos, Suiza.- El paso de la rebeldía al establishment puede ser muy corto: a veces se necesita únicamente haber alcanzando el poder. Quizá algo así le puede ocurrir al nuevo presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, quien de ser un participante usual en el Foro Social Mundial de Porto Alegre, Brasil, ha programado este año una visita al antes odiado Foro Económico Mundial de Davos.

El Foro Social de Porto Alegre surgió como una forma de protesta ante el Foro Económico de Davos. Su misma razón de ser es el rechazo de la “cumbre de los ricos”. Lo curioso del caso, sin embargo, es que mientras el Foro Económico ha abierto desde hace años sus puertas a organizaciones no gubernamentales que cuestionan abiertamente la globalización y el sistema de la libre empresa, el Foro Social no ha permitido nunca la expresión de voces disidentes a su filosofía de cierre de los mercados.

En ese ambiente radical era ya tradicional la presencia en Porto Alegre de Lula da Silva, el eterno candidato de la izquierda a la presidencia del Brasil. El fundador del Partido de los Trabajadores podía ahí hacer tronar su voz vigorosa en contra de la globalización y de los abusos de los poderosos. Este año, sin embargo, el ahora presidente Lula está llevando a cabo su primera gira internacional precisamente a esa reunión de los ricos en las montañas de la Suiza alemana.

No me cabe duda de que las palabras de Lula a los participantes de la reunión de Davos no serán congratulatorias. El presidente brasileño hablará de la necesidad de lograr un mejor reparto de la riqueza en el mundo y se pronunciará en contra de la “globalización indiscriminada”. Al mismo tiempo, sin embargo, le solicitará un voto de confianza a los inversionistas reunidos en Davos para que lleven inversiones a su país. Lula podrá oponerse cuanto se quiera a la globalización en abstracto. Pero en el mundo práctico, en el que ahora debe vivir como presidente, sabe muy bien que si no atrae inversión internacional a su país -si no promueve una mayor globalización económica- no podrá mejorar el nivel de vida de los brasileños, que es su promesa política fundamental. Lula no es el primer globalifóbico que se convierte en globalifílico en el momento de asumir un cargo gubernamental. Muchos mexicanos recordamos todavía las denodadas batallas que Jorge Castañeda peleó en contra del Tratado de Libre Comercio de América del Norte cuando éste se estaba negociando. Durante el tiempo en que fue secretario de Relaciones Exteriores de México, sin embargo, Castañeda nunca consideró la posibilidad de reanudar su lucha en contra del tratado. Por el contrario, aun reconociendo los problemas que algunas actividades económicas nacionales han tenido como consecuencia de este acuerdo, en su tiempo como canciller siempre manifestó que no se podía, y no se debía siquiera, tratar de renegociar el tratado. ¿Por qué este cambio tan radical de trinchera? Porque Castañeda puede serlo todo menos tonto. Y si bien en un momento dado le fue políticamente conveniente luchar contra el Tratado de Libre Comercio porque lo promovía el Gobierno de Carlos Salinas de Gortari que él odiaba, cuando tuvo responsabilidades gubernamentales no tuvo más remedio que aceptar que el TLC es quizá el instrumento que más ha favorecido el crecimiento económico en México desde 1994. En el momento de escribir estas notas aún no sé a ciencia cierta cuáles serán las palabras concretas de la participación de Lula en el Foro de Davos. Dudo que ofrezca un panegírico a la globalización económica. Pero me queda muy claro que no regresará al radicalismo antiglobalizador que caracterizó sus presentaciones pasadas en el Foro Social de Porto Alegre. Y si bien es verdad que, antes de llegar a Davos, Lula hizo un acto de presencia en Porto Alegre ante sus viejos colegas globalifóbicos para inaugurar el Foro Social, también es cierto que como presidente difícilmente tomará medidas que castiguen la inversión internacional en su país. El ejemplo de la Venezuela de Hugo Chávez lo tiene Lula sin duda muy presente. Si un gobernante quiere de verdad promover un mejor nivel de vida para su gente, no puede pelearse con los mercados... aunque esto signifique que aplique políticas a las que se opuso públicamente en el pasado.

Devaluación

El desplome del peso mexicano ya no puede verse con la ligereza con la que hasta ahora lo han visto las autoridades económicas mexicanas. Hay un riesgo importante en una depreciación tan rápida como la que hemos visto. Y hay también un mensaje de los inversionistas, que sienten que México no pudo llevar a cabo las reformas estructurales que tanto necesita.

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