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Cannes se pone romántico

Agencias

Cannes, Francia.- Dos películas con una alta carga de romanticismo, la china Purple Butterfly, de Ye Lou, y la francesa La Petite Lili, de Claude Miller, se proyectaron ayer en la sección competitiva oficial del Festival de Cannes.

Se pasó también, pero fuera de concurso, Le Domaine, de Lester James Peries, de Sri Lanka, inspirada en el teatro de Anton Chejov.

Curiosamente, la cinta francesa también tiene como antecedente una obra del gran escritor ruso, pero en este caso es, en concreto, La Gaviota. La Petite Lili plantea con sutileza uno de los asuntos más interesantes en el campo del arte: ¿Puede éste conciliarse con la vida rutinaria de todos los días?

Premio del Jurado en el Festival de Cannes de 1998 por La Classe de Neige ex aequo con Festen, Claude Miller rinde homenaje ahora a la cinta de Thomas Vinterberg, que, según dijo, le ha dado “una nueva visión del cine comparable a la que pudo ejercer en su momento A bout de Souffle entre los cineastas de la década de los 70”.

Tras haber experimentado las posibilidades del video digital en su filme La Chambre des Magiciens, Miller ensaya ahora la alta definición en La Petite Lili.

Hace una decena de años que el realizador francés quería hacer una versión de La Gaviota y sumergirse en el conflicto generacional a través, en este caso, de los distintos puntos de vista sobre el cine que proponen dos parejas.

La historia del filme se sitúa en dos veranos separados por cinco años. Una actriz pasa sus vacaciones en compañía de su hermano y de su hijo, Julien, que quiere ser cineasta, y de su amante, director de los últimos filmes en los que actuó.

El chico se enamora de Lili, una joven de la región que quiere dedicarse al séptimo arte, pero ella se siente atraída por el veterano realizador. Ambos parten juntos y cinco años más tarde, la joven es ya una actriz reconocida. Ya no comparte su vida con el director y se entera por casualidad de que Julien está por rodar su primer filme y que todavía la recuerda.

Con estos elementos se teje una historia que tiene todas las características de un romántico cuento de hadas pero que finaliza mostrando que el sufrimiento se puede convertir en una obra de arte.

La película china es una rapsodia de amor ambientada en los turbulentos años previos a la Segunda Guerra Mundial, cuando a finales de la década de los años 20 Japón invade Manchuria.

El núcleo central de la cinta es el hecho de que un hombre se encuentra implicado a su pesar en un suceso que va a modificar radicalmente su destino.

En esta atmósfera llena de violencia en la que se suceden los atentados de los chinos contra los japoneses y la sangrienta represión de éstos, crecen amores apasionados entre los protagonistas. El rodaje de Purple Butterfly duró, según su director, setenta días. Entre los antecedentes artísticos de esta cinta, Ye Lou señaló la “nouvelle vague”, el cine japonés de los decenios del 50 y 60 y la clásica cinta china Xiao Cheng Zhi Chun (1948), de Mu Fei, titulada en inglés Springtime in a Small Town. La película de Sri Lanka, que se exhibió fuera de concurso, es un canto a la decadencia de la aristocracia de la región, “inconsciente e insensible” -según su realizador- a los vastos cambios sociales y políticos que se fueron produciendo en los últimos cien años.

“Lo que me atrajo del teatro de Chejov -dijo Peries- es su compasión y humanidad y, sobre todo, la certeza de que la vida debe continuar incluso durante una tragedia personal”.

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