GÓMEZ PALACIO, DGO.- Claudia Elizabeth está muy preocupada, siente impotencia en la sala de espera de la Policía Ministerial. Su hijo de 11 años fue detenido por la Policía Preventiva y consignado al Ministerio Público: lo acusan de robar una bicicleta. La madre jura la inocencia de su criatura, pero en su casa la bicicleta estaba desarmada, sólo se aseguró el cuadro.
La Policía Preventiva efectuó la captura de tres menores de 12, 14 y 15 años, vecinos todos de la colonia Fidel Velásquez. La detención fue a las 23:30 horas y fueron enviados a los módulos especiales para menores infractores de la cárcel municipal.
—Mi hijo no se robó nada, la bici se la prestó un amigo— dijo Claudia de 39 años.
—Entonces... si se la prestaron, por qué estaba desarmada— cuestionó un policía.
La afligida madre guardó silencio, a pesar de confiar en la inocencia de su hijo, “el cuerpo del delito” estaba en casa. La mamá de otro menor detenido opinó: “Es que a veces uno no sabe con quién se juntan”.
En la oficina de la mesa tres del Ministerio Público, la agente, Alma Leticia Flores Vaquera, atendía al afectado. El joven Edgar Rodríguez Cuevas reclamaba la entrega de su bicicleta íntegra.
—Quiero mi bicicleta y que ya no me golpeen, siempre que paso me golpean.
—Por eso, mira, retira la denuncia y te vamos a regresar la bici, aunque mi hijo no fue— intervino uno de los padres de los tres menores detenidos.
El joven estaba renuente, no le convencía la palabra de los padres de los “niños” que siempre lo molestan. Claudia Elizabeth llegó a la oficina y también le rogó a Edgar... no había respuesta.
Sobre el caso, la agente del Ministerio Público señaló que con apego a la Ley, los tres menores no fueron detenidos en la flagrancia del robo, ya que el delito se cometió la noche del lunes y la captura fue un día después.
El hijo de Claudia es hiperactivo, al inicio del ciclo escolar abandonó la primaria. Su mamá dice que la mayor parte del tiempo está en casa. La noche del lunes andaba con “El Calabazo”, dicen que él se “aventó el jale” y está escondido en casa de su abuelita, en la colonia Sacramento.
Media hora transcurrió en la oficina de la representante social. Los padres pedían clemencia al joven afectado, la insistencia terminó por convencerlo. Un acuerdo permitirá la libertad de los menores, pero también se pedía que no hubiera más agresiones.
—Mi hijo es inocente, es inocente— repetía en voz baja Claudia, mientras esperaba que saliera libre en la sala de espera de la Policía Ministerial.