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Cartas Hebdomadarias

Señor

Pedro Rivas Figueroa.

Universidad Autónoma de la Laguna.

C i u d a d.

Muy querido amigo:

Permítame felicitarlo por los primeros quince años que por estos días viene celebrando la UAL, Universidad de la que Usted fue inspirador y sigue siendo Rector y confiable e incansable guía.

Uno de mis enseñadores, mi querido viejo Unamuno, le decía a Heidegger que afirmaba la vida como angustia: “¡Muy bien! ¡Vaya por la angustia! Pero . . . además: la vida como empresa”. Y empresa, según nos lo aclara la Real Academia Española en su diccionario es “Acción ardua y dificultosa que valerosamente se comienza”. Usted ha podido ir viviendo así su vida, gracias a su “mente clara, seriedad en el trabajo y buena voluntad”, sin cuyas virtudes nada se logra.

Dificultosos fueron los principios de lo que hoy es una realidad en constante desarrollo. Primero fue algo que se acercaba a lo que se anhelaba, y que para usted, don Pedro, era una aproximación a su más puro sueño.

Porque lo esencial en toda empresa es estar dispuesto cuando la oportunidad se presenta. Y usted se preparó cada día de su vida para estarlo siempre.

La UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE LA LAGUNA era su destino. Todos los hombres al nacer nacen para algo. Algo que, por supuesto, pueden hacer otros, pero que nadie hará como ellos. Es la famosa “moira” griega. “La forma acabada de nuestro destino”. Algo que usted descubrió aquella tarde en que, aparentemente desahuciados volvíamos de Saltillo usted, Arturo Madero Acuña y este servidor. Aquella experiencia había terminado.

Y de pronto, usted había recobrado la libertad para volar con sus propias alas, para desarrollar sus propias ideas, para convencer de la bondad de ellas a todos sus amigos y lograr que gente tan valiosa como don Heriberto Ramos, don Fermín Maisterrena Viesca, don José Revuelta Maza, don Pedro Valdés, don Raymundo Calvillo Armendáriz, don Rogelio Barrios Cázares, don Eduardo Arturo Villalobos, don Salvador Álvarez Díaz, don Antonio Irazoqui de Juambelz, don Enrique Marroquín Dueñes, don Eduardo Iduñate Ramírez, don Alejandro López Díaz Rivera, don Manuel Luévanos Sánchez, don Julio Rodríguez Sánchez, don Luis Carlos Reyes García, don Antonio P. González, don José Alfredo González Reyes, y otros muchos que, de momento, se me escapan, le rodearan para, entre todos, alcanzar a realizar este patrimonio de nuestra ciudad que es la UAL, la empresa de su destino, y que usted ha vivido con máxima responsabilidad. ¡Felicitaciones!

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