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Castigo al ahorro/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“El ahorro es poético porque es creador”.

Chesterton

El mensaje surgido de la Secretaría de Hacienda con las reformas fiscales de este 2003 no podría ser más negativo. Ahorrar es un pecado que debe ser castigado por la autoridad. En lugar de eso los mexicanos deben endeudarse más.

¿Piensa usted que el Gobierno no ha emitido este mensaje? ¿De qué otra manera podemos interpretar la nueva legislación que cobra un impuesto de 0.5 por ciento no sobre el ingreso real que pudiera ofrecer el ahorro sino sobre el capital mismo? Y ¿qué significa entonces la deducción fiscal de los intereses que se pagan por la compra de una casa? La deducción de intereses es una práctica que beneficia a quienes tienen suficiente ingreso para adquirir una vivienda y castiga en cambio a los menos afortunados que deben contentarse con alquilarla. Pero lo que más preocupa no es esta injusticia, sino el hecho de que, en combinación con el impuesto al ahorro, el Gobierno está estableciendo una filosofía de castigo al ahorro y de promoción a la compra a crédito que no ayuda para nada a construir una economía más sana en el largo plazo.

México no es el único país que grava el ahorro. Esto ocurre, por ejemplo, en Estados Unidos. Pero ésta es una de las razones por las cuales nuestro vecino del norte tiene una de las tasas de ahorro más bajas del mundo.

La verdad es que cobrarle un impuesto al ahorro no sólo es dañino para la economía sino que resulta muy injusto. El ahorro no es más que un ingreso acumulado que no se gasta. Pero ese ingreso ha pagado ya, presuntamente, un impuesto sobre la renta. Cobrarle un nuevo impuesto cuando se convierte en ahorro equivale a gravar dos veces el mismo ingreso.

Lo más injusto del nuevo impuesto al ahorro es que no se aplica al interés real —el que se genera por arriba de la inflación— sino directamente al capital. Esta es una práctica particularmente perversa. La experiencia nos dice que muchas veces los rendimientos del ahorro no son suficientes siquiera para compensar la pérdida de poder adquisitivo del dinero como consecuencia de la inflación. Al cobrarle un impuesto al capital, independientemente de si las tasas de interés fueron suficientes para darle o no un rendimiento real, el Gobierno está gravando incluso el ahorro que pierde poder adquisitivo por la inflación.

El tema se complica para aquellos que tienen ahorradas cantidades importantes de dinero. Si la persona física obtiene más de 100 mil pesos anuales en intereses, independientemente de si este monto representa un rendimiento real o simplemente uno nominal que no cubre el aumento de los precios, tiene además que acumular los intereses al resto de sus ingresos para pagar una tasa máxima de 34 por ciento. Esto no sólo aumenta de manera espectacular el papeleo para cumplir con Hacienda, sino que virtualmente asegura que el ahorro de estas familias se vuelva negativo después de la inflación, de la acumulación fiscal y del pago de impuestos.

A algunos grupos políticos les podrá parecer muy loable que se cobre un impuesto a los ahorradores que tienen un gran capital. Pero la reacción de los ricos es previsible: algunos sacarán su dinero del país, o no traerán a México lo que tengan en el exterior, mientras que otros simplemente se dedicarán a gastar su dinero, lo que disminuirá el ahorro nacional.

Hay, pues, dos razones importantes para cuestionar el nuevo impuesto al ahorro. Una es la injusticia de gravar una segunda vez un ingreso simplemente porque el dueño cometió el error de ahorrarlo. La otra es castigar el ahorro, como si ésta fuera en verdad una práctica dañina para la sociedad, y promover en cambio la compra de viviendas a crédito.

La experiencia nos dice que la política fiscal es uno de los instrumentos más eficaces para promover el crecimiento de un país. Irlanda y Hong Kong son ejemplos de naciones que han generado un alto nivel de desarrollo porque establecieron sistemas fiscales que promueven el ahorro y la inversión.

Nosotros, sin embargo, parece que nos volvemos cada vez más reaccionarios. Le cobramos para empezar un impuesto injusto —por ser una doble tributación— al ingreso ahorrado. Además, hacemos cada vez más complejo nuestro sistema fiscal. Y después nos preguntamos por qué nuestro país no crece, por qué no hay inversión productiva suficiente, por qué seguimos siendo un país tan pobre, y por qué otras naciones del mundo nos rebasan y le dan un mejor nivel de vida a su población.

Desempleo

El INEGI nos dice que el desempleo abierto es de sólo 2.16 por ciento de la población económicamente activa, quizá el nivel más bajo del mundo. Al mismo tiempo es cada vez mayor el número de personas que se acercan a mí desesperadas porque no encuentran trabajo.

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