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Ciclos de parálisis

salvador kalifa

La discusión política de los temas económicos en nuestro país es bastante pobre. Los políticos mexicanos han demostrado ser buenos para los escándalos y la demagogia, pero pésimos para realizar la tarea que mejore las perspectivas económicas del país.

Por ejemplo, para muchos temas se requiere de expertos. Esto sucede en cualquier negocio complicado. Los buenos administradores tienen la experiencia necesaria para lidiar con ellos, o saben cómo contratarlos. En contraste, en el congreso mexicano domina, por lo general, el tono no científico del discurso político.

La gran mayoría de los legisladores parecen alérgicos al análisis serio y profesional. Su objetivo es ganar votos, independientemente de la calidad de sus acciones o de las repercusiones económicas de las mismas. Pueden actuar de esta forma porque simplemente no rinden cuentas por sus torpezas.

Nuestros políticos hablan de consensos, cuando en la práctica se dedican a desacreditar a su adversario. El consenso necesita que la gente entienda las distintas posiciones y que la evidencia y el análisis profesional determinen el curso de acción apropiado. Ellos prefieren, en su lugar, enfrascarse en un debate estéril, que es más para generar alharaca pública que en forjar un terreno común para la toma de decisiones.

Los legisladores exhortan a sus colegas a tener una agenda común, hacer a un lado las diferencias partidistas, y avanzar en la búsqueda de coincidencias. La realidad es que cada grupo parlamentario impulsa prioridades distintas, muchas veces alejadas de los intereses de la población.

Esto explica porqué nuestros legisladores se han ganado a pulso la pésima imagen que tenemos de ellos. Hagamos a un lado, por tanto, el mito de que trabajan para velar por los intereses de la población, cuando en la práctica responden a los objetivos de sus lideres y partidos políticos. No debe extrañarnos que en dicho contexto no se avance en las reformas estructurales que necesita el país para salir de la mediocridad económica.

Esta situación no cambió en el último período ordinario de sesiones de la legislatura actual, que terminó el miércoles 30 de abril y estuvo influenciado por los comicios electorales del 6 julio. Nuestros legisladores fueron tan inútiles como durante sus casi tres años de funciones, demostrando ampliamente su incompetencia.

El tiempo políticamente propicio para atender las reformas económicas que necesitamos nunca llega debido, en gran parte, al ciclo legislativo en nuestro país, donde cada tres años se renueva por completo la Cámara de Diputados y sus integrantes son seleccionados, en su mayoría, por los dirigentes de los partidos políticos.

Veamos, por ejemplo, la legislatura actual. En septiembre del año 2000 fue su primer período ordinario de sesiones, con un congreso repleto de novatos que se dedicó a la ?glosa? del informe presidencial de Ernesto Zedillo y a la discusión del presupuesto de 2001, temas que en esa época desconocían por completo, pero que debatieron como si realmente supieran de lo que estaban hablando.

Cuando algunos de ellos aprendieron mejor su oficio, llegaron los pleitos de lavanderas, cuyas expresiones más recientes son el Pemexgate, los amigos de Fox, etcétera, que paralizan cualquier iniciativa relevante de reforma, porque sus partidos políticos no tienen la valentía de aceptar el costo de la impopularidad que generan los cambios estructurales entre algunos sectores de la población.

El trabajo legislativo en el último año de esta legislatura, con el pretexto de las elecciones, fue de los más intrascendentes en materia económica, porque dejó fuera de la agenda todo lo que puede despertar oposición por parte de los grupos tradicionalmente revoltosos, para atender en su lugar temas irrelevantes o populistas que no dañan sus pretensiones en los comicios.

En consecuencia, las reformas estructurales como la eléctrica, la fiscal, la laboral, la de telecomunicaciones, etcétera.? siguen relegándose o mutilándose, de manera que cualquier propuesta que puedan hacer los legisladores tendrá poca semejanza con las acciones que necesitamos para crecer dinámica y sostenidamente.

Vemos en la práctica que centran su atención en asuntos secundarios, muchas veces triviales, como la iniciativa de ley que regula los tatuajes y las perforaciones, pero en otras ocasiones perjudiciales para el desarrollo económico del país, como son las iniciativas de una nueva ley de Transporte Federal, o la que quiere limitar en forma unilateral la duración de las patentes farmacéuticas.

Pocas esperanzas tengo en relación con los logros legislativos de la segunda parte de la administración del Presidente Fox, porque este ciclo perverso se volverá a repetir a partir de septiembre de este año, ya que tendremos una nueva Cámara de Diputados, otra vez con legisladores en su mayoría novatos, que tendrán que aprender todos los temas de la agenda legislativa, pero que eludirán los asuntos torales para nuestro desarrollo, porque no querrán afectar los resultados de la carrera presidencial para el 2006.

Estos ciclos de parálisis legislativa seguirán mientras no cambien los procedimientos de selección de legisladores, donde siguen siendo los políticos de siempre, con sus mañas endémicas, quienes eligen a por lo menos el 40 por ciento de los diputados; mientras estos sigan careciendo de los conocimientos y la capacitación necesaria e ignoren las opiniones de los expertos; y mientras no se apruebe la reelección de los legisladores, lo que además de contribuir a su capacitación, haría que se vean obligados a rendir cuentas a sus electores.

E-mail:

salvadorkalifa@prodigy.net.mx

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