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Clase burocrática

Sergio Sarmiento

“El mundo está compuesto por dos grandes clases: aquéllos que poseen más comida que apetito, y los que tienen más apetito que comida”.

Nicholas Chamfort.

A primera vista no es fácil percibir alguna relación entre disputas tan distintas como las que se han registrado recientemente en torno a la apertura de la electricidad y la reforma del sistema de pensiones del Instituto Mexicano del Seguro Social. Sin embargo, sí hay un importante elemento en común entre estas dos controversias y otras que están marcando la vida política de nuestro país. Lo que se está decidiendo es quién debe ser el beneficiario de la acción del Estado: ¿el pueblo o la burocracia?A primera vista la disyuntiva parece absurda. Por supuesto que el pueblo debe ser el principal beneficiario de la acción del Estado. El Gobierno y sus instituciones existen para mejorar las condiciones de vida de la gente común y corriente. El papel de la burocracia debe ser el de servir al pueblo. Por eso los burócratas gustan de llamarse a sí mismos servidores públicos.

La verdad, sin embargo, es muy distinta. Si bien siempre hay un grupo numeroso de empleados de instituciones públicas que realizan un trabajo valioso y a veces desinteresado -maestros y médicos, por ejemplo, que por muy poco sueldo realizan una labor crucial en lugares a los que nunca llegaría una institución privada- la clase burocrática tiene una contradicción histórica con el pueblo que paga sus sueldos y privilegios. El interés de quienes trabajan en el sector público es sacar el mayor provecho posible de su posición, y esto lo hacen como clase promoviendo reglas y leyes que los favorecen frente a quienes no tienen el privilegio de estar dentro del presupuesto.

En el caso de las pensiones de los trabajadores del Seguro Social -y que comparten muchas otras paraestatales e instituciones públicas, como el ISSSTE, Pemex, la CFE y tantas más- el conflicto se percibe con gran claridad. Los trabajadores del IMSS han obtenido con el paso de los años jubilaciones mucho más generosas que las de la población en general, o más específicamente que los derechohabientes del IMSS.

Los trabajadores del Seguro Social no sólo se jubilan antes sino que obtienen pensiones superiores a los ingresos que recibían mientras trabajaban. En cambio los derechohabientes, que son trabajadores cuyo único pecado ha sido no laborar para el IMSS, deben conformarse con retirarse a los 65 años y recibir como pensión una fracción del sueldo que tenían. Esta situación no sólo es injusta sino que está convirtiendo al Seguro Social en una institución cuya función principal es darle pensiones a sus ex trabajadores en lugar de ofrecer servicios de seguridad social a la población en general.

En el caso de la apertura del sector eléctrico -o del gas, la petroquímica, la refinación y el petróleo crudo- el problema es similar. Si los recursos naturales son del pueblo, lo lógico sería que el Estado buscara formas de administración que favorecieran al pueblo. El régimen de monopolio no es, por supuesto, la mejor forma de hacerlo, ya que implica que los gobernados deben pagar precios mayores y aguantar un servicio deficiente de empresas que los tienen como clientes cautivos. El monopolio no beneficia al pueblo, sino a la clase burocrática, que al trabajar en una institución sin competencia puede obtener sueldos, prestaciones y jubilaciones superiores a las de los demás.

Hay dos razones por las cuales debemos impulsar al pueblo frente a la clase burocrática en este conflicto histórico. La primera es simple justicia. Debe ser el pueblo, y no una clase privilegiada, la que saque el verdadero provecho de la acción del Estado. Pero hay una razón práctica también. Una economía en la que la clase burocrática es indebidamente beneficiada por el Estado es también una economía ineficiente.

Los privilegios de la clase burocrática han significado que la economía mexicana tenga precios más altos y bienes y servicios más caros en campos estratégicos como la electricidad y la gasolina. También ha generado malos servicios de educación y de salud. En estas condiciones es difícil que una sociedad prospere en un mundo cada vez más competido.

El primer paso para impulsar el triunfo del pueblo es entender la naturaleza del conflicto. Mientras como sociedad no nos demos cuenta de que en nuestro seno vive una clase burocrática que ha buscado y obtenido privilegios indebidos, no sabremos reconocer al enemigo a vencer.

Reforma fiscal

No perdamos de vista el objetivo. El propósito de la reforma fiscal no debe ser el de aumentar la recaudación para subir el gasto del Gobierno. Necesitamos una reforma fiscal que nos haga más competitivo para crear más empleos y prosperidad.

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sergiosarmiento@todito.com

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