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Colores electorales

Carlos Fuentes

Las elecciones del próximo domingo seis de julio en México deberían ser (serán) las más importantes desde la fiesta electoral de otro julio, el del 2000. Sólo que ahora la fiesta parece más bien un velorio. La alta participación electoral de hace tres años aseguró el fin de las siete décadas de monopolio del PRI y el inicio de la alternancia política. Los colores del 2000 no fueron sólo blanquiazules. Fueron verde, blanco y colorado. No ganó un partido. Ganó el país. Las elecciones de 2003 tienen sólo un color. Gris. Se calcula que la abstención será del sesenta por ciento. Es decir, que más de la mitad de nuestros sesenta y cuatro millones de electores no votarán.

Se antoja darles la razón. ¿Quién va a votar por un lema tan vacío como "El PRI está de tu lado"? Ni modo que un partido diga "Estoy en contra tuya, ciudadano". Y si el lema panista es quitarle el freno al cambio, la ciudadanía no lo interpreta como una crítica a la supuesta obstrucción priista en la Cámara Baja, sino como un regaño del PAN al Presidente surgido de sus filas, Vicente Fox.

Todo gobierno tiene doble legitimidad. Legitimidad de origen y legitimidad de ejercicio. Lázaro Cárdenas no tuvo legitimidad de origen. Previsto como un pelele más del Jefe Máximo Calles, Cárdenas se ganó la legitimidad de ejercicio, convirtiéndose, en el poder, en el mejor y más grande presidente mexicano del siglo XX.

Francisco I. Madero tuvo absoluta legitimidad de origen pero pronto perdió la legitimidad de ejercicio —mucho antes de que Victoriano Huerta le arrebatase la suprema legitimación, la vida.Vicente Fox, un hombre decente, un hombre popular (quizás demasiado popular: ¿confunde acaso la simpatía personal que se le otorga con las realizaciones que se le niegan?) llega a la mitad de su mandato con una legitimidad de ejercicio gravemente cuestionada. Como todo hace suponer que, en lo medular, la composición de la Cámara Baja en 2003 será, con leves variantes, la misma que durante los pasados tres años, la disyuntiva del Presidente se vuelve más clara que nunca. ¿Va a "nadar de muertito" tres años más? ¿O va a activar una política de transformaciones reales dentro de los amplios márgenes que le da la ley al Ejecutivo? Y más allá: ¿Empleará el tiempo que le queda en preparar el terreno para mejores gestiones políticas en el futuro?

¿Hoover o Roosevelt?, preguntó un día, refiriéndose a Fox, el sociólogo brasileño Roberto Mangabeira Unger. Hasta ahora, Fox se parece más a Hoover, un jardinero de temporada en un campo de breñas. En la segunda mitad de su presidencia, debería jugar la carta de Roosevelt: apostarle a fondo al capital humano del país. Emerger de la bruma grisácea que hoy despinta a su presidencia y devolverle al país sus tres colores.

Verde: Proteger vigorosamente bosques, tierras, aguas. Impulsar políticas medioambientales que permitan a los mexicanos del futuro crecer con agua abundante y pura, aire limpio, tierra protegida. Hoy vivimos condenados al basurero. El Presidente de la República tiene recursos suficientes para revertir este desastre. Lo ha venido proclamando Adolfo Aguilar Zínser y seguramente volverá a hacerlo en el futuro.

Blanco: Hay que mandar a la lavandería las sábanas sucias del actual sistema político-administrativo del país. Reforma del Estado, sí, con muy precisos capítulos políticos. El primero, repetidamente defendido por Jorge Castañeda y por quien esto firma, es permitir la reelección de diputados y senadores. Así lo estableció el Constituyente de Querétaro. Calles pervirtió la voluntad Constituyente, introduciendo la no-reelección legislativa con un propósito autoritario: quitar y poner diputados y senadores a su antojo, premiar la lealtad al Jefe Máximo, castigar la independencia del legislador. Esa independencia, que ha sido la norma parlamentaria en los Estados Unidos y en la Gran Bretaña, debe restaurarse en México. La re- elección de diputados y senadores no sólo los sujeta al premio o al castigo de un presidente o de un partido, sino al apoyo o desaprobación de quienes realmente deberían contar, los electores. Edward M. Kennedy es senador demócrata por Massachussets desde 1962. Robert Byrd, Richard Lugar, Joseph Biden. Todas las "estrellas" del Senado norteamericano llevan décadas en sus curules. Sus electores los han puesto allí y ellos han sido fieles a ese mandato. En cambio, un diputado mexicano que pasa con "ojos de papel volando", tiene los suyos puestos en la siguiente "chamba", más que en la actual.

Reelección de legisladores. Segunda vuelta electoral en las presidenciales para romper impasses y darle al Ejecutivo ejecución. Fox puede preparar el terreno para estas reformas y hacerle un servicio, desde su presente, a nuestro futuro.

Colorado: Ardiente, al rojo vivo, es el tema de una economía para cien millones de mexicanos que no se mueve o apenas da dos pasitos adelante antes de dar uno para atrás. La mitad de los mexicanos vive en la miseria. La clase media se angosta y va de crisis en crisis. Nuestra optimista carta fuerte, la exportación, empieza a parecerse más a una pachuca que a un póquer. Apostamos a ganar con mano de obra barata. Incrementamos las exportaciones de cincuenta y dos mil millones de dólares en 1993 a ciento setenta mil millones en el 2000. No pensamos que, si de mano de obra barata se trata, China la tiene más barata que nosotros. Pekín ha pasado a ocupar el segundo lugar mundial como exportador al mercado estadounidense, rebajándonos al tercero. Y con una ventaja inconmensurable. México apostó la tienda al TLC. China ni siquiera se preocupa por su éxito exportador. Para el gigante asiático, el desarrollo depende del mercado interno, no del comercio externo. ¿Aprenderemos —Roosevelt versus Hoover— esta lección?

China tiene menos precio que México. México tiene más calidad que China. ¿Aprenderemos a exportar no sólo mercancía, sino diseño?

La verdadera salud económica de México dependerá, finalmente, de la conjugación inteligente de su fuerza externa (exportaciones, inversiones productivas) y de su marginada fuerza interna. Esta es, ni más ni menos, la abundancia y capacidad de su capital humano. Ese espléndido capital necesita educación. Necesita sentirse seguro en una cultura de la legalidad, como viene insistiendo Federico Reyes Heroles. Necesita saber que es titular del derecho a la información, como lo asienta Alejandro Junco de la Vega.

Sobre todo, requiere saberse empleado, protegido, promovido desde la base para construir una nueva economía —un nuevo trato rooseveltiano— de abajo hacia arriba, sin el cual se diluyen fácilmente las soluciones de arriba hacia abajo.

Carlos Slim, hablando con el doble interés del ciudadano y del empresario, sabe que la pobreza no crea mercado. Propone impulsar el mercado interno, la demanda interna, el consumo, el sector agropecuario, la vivienda y la infraestructura. Más allá de la recaudación fiscal, hay que recaudar en el sector real de la economía. Hay que moverse de la periferia al centro.

La mitad —si no más— de las propuestas verdes, blancas y coloradas, pueden ser puestas en marcha por el Ejecutivo con la sociedad civil. O por el Ejecutivo con un cuerpo legislativo responsable. O por un cuerpo legislativo responsable porque sabe que sus miembros pueden ser reelectos si hacen méritos para ello. O por la sociedad misma en los múltiples rubros que, además de los arriba señalados, le corresponden directamente: situación de la mujer, diversidad religiosa, política y sexual, asociaciones de barrio, cooperativas, educación en casa, defensa del medio ambiente...

El seis de julio no sólo elegiremos una nueva Cámara de Diputados. El seis de julio sabremos si, también, hemos reelegido a Vicente Fox.

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