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Columna de Arturo Brizio

ESPEJOS POR ORO

Regresó a casa la Selección Sub-20 de México, luego de una pésima actuación en el Mundial de la categoría celebrado en los Emiratos Árabes Unidos.

El balance, negativo a todas luces, deja un torneo con números rojos donde sólo se consiguió un punto, fruto del empate ante la débil representación saudita y dos derrotas frente a Costa de Marfil e Irlanda.

Como se puede apreciar, los rivales no eran cosa del otro mundo pero independientemente de que la esperanza cifrada en este grupo era mayúscula, es necesario atender a las razones que propiciaron la prematura eliminación.

Debemos señalar que a los jerarcas de nuestro balompié sólo les interesa la selección mayor; de otro modo no se entiende el poco fogueo otorgado a este representativo, ya que, al margen de que sus jugadores sean de primera división, necesitan alinear juntos para obtener entendimiento y juego de conjunto.

La misma Femexfut por medio de la Rama de la Primera División autorizó a los equipos a reclamar a los jugadores una semana antes del viaje, rompiendo la concentración y relajando la disciplina.

Pero para mí, el génesis del fracaso en las selecciones menores está en haber contratado para supervisarlas a una persona que carece del menor perfil para hacerlo: Humberto Grondona.

Este individuo cuyo mayor y mejor antecedente es el de ser hijo del presidente de la Asociación de Futbol Argentino (AFA), Julio Grondona, vino a cambiar espejitos por oro a unos directivos demasiado fáciles de encandilar.

Tratándose de cuestiones futbolísticas, ser extranjero en este país no es una calidad migratoria, es una profesión.

Esto no supone ningún tipo de reacción xenofóbica de mi parte sino un retrato de la realidad que personas como Grondona plasman a diario en nuestro balompié. Pareciera indispensable para poder trabajar aquí, hablar cantadito, no perder nunca el acento y haber nacido allá, por Río de la Plata.

Grondona es un impostor, pues no asume su papel de director de selecciones menores y se entromete, sin dar la cara, en la dirección técnica de las mismas.

Dicho en buen castellano, se pasa de lanza, pues si el resultado es bueno, sale a la palestra, y si no, manda a un Eduardo Rergis a dar las explicaciones del caso.

Ahora viene otro "conquistador" cargado de cuentas multicolores y alforjas listas para llevarse el oro a carretadas: Jorge Griffa.

Si según la Federación, la afirmación de La Volpe en el sentido que en México no existe el talento futbolístico, pues para qué traer a esta especie de Diógenes del balompié a buscar con su lámpara lo que no existe.

Obligación de los equipos a estructurar sus fuerzas básicas; pagarle adecuadamente a sus propios buscadores, mexicanos de preferencia; limitación de extranjeros; planeación a largo plazo y apoyo irrestricto de las autoridades es lo que necesitan los representativos con límite de edad en nuestro futbol.

Grondona y Griffa: ¡Go home!.

Ahora que la culpa no es toda de estos personajes sino de aquellos que gastan una millonada en contratarlos y también de los entrenadores como Rergis que se alquilan de prestanombres.

Qué lejos han quedado los tiempos en que representativos nacionales, surgidos del futbol amateur, llenaban de gloria las páginas del balompié mexicano.

Cómo extrañamos a Joaquín Badillo, Diego Mercado, Chuy Rodríguez y otros que sacaron decenas de jugadores estrellas.

Pero según La Volpe, el talento se acabó.

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