L I M P I E Z A
Como sociedad aceptamos con demasiada facilidad la corrupción; prácticamente desde la niñez aprendemos que todo tiene un modo de resolverse a trasmano y ello conduce a que la reacción ante lo irregular sea de indiferencia.
Lo maravilloso es que a pesar de prohijar, tolerar y practicar la corrupción, el ciudadano común y corriente la percibe como algo ajeno a él. Son corruptos los políticos, la policía, los agentes del Ministerio Público, los jueces, en fin, todo lo que huela a autoridad, pero si un individuo otorga una dádiva para agilizar un trámite, obsequia propina por obtener ventajas desleales, ofrece una comisión por ganar una licitación o se "mocha" con la tradicional "mordida", entonces piensa que con su viveza contribuye a que el engranaje de la vida nacional continúe aceitado y funcionando.
El futbol no es excepción en este tipo de apreciaciones, pues aun cuando se reconoce que nuestro deporte permanece lejos de prácticas irregulares, siempre se abriga la duda de cochupos o transas y se apunta al sector más desprotegido que es el arbitraje.
Cuando un directivo trae a un jugador que resulta un petardo, nadie le cuestiona si pudo haber intereses extradeportivos en la contratación; si el director técnico de un equipo pide por nombre y apellido refuerzos de escasa calidad y casi siempre extranjeros, pocos se dan a la tarea de investigar si hay algún vínculo entre el mentor y el promotor de los recién llegados; un delantero falla un gol con la portería abierta o un guardameta se "come" una anotación y nadie osará pensar que lo hicieron por vendidos pero, cuando el error proviene del cuerpo arbitral, inmediatamente se piensa en la deshonestidad.
Por supuesto que es injusto y no se apega a la realidad esta forma de enjuiciar, y una ocasión tras otra se desmiente y se desvirtúa por sí sola.
Mi comentario surge a raíz del encuentro Cruz Azul vs Jaguares que se rodeó de morbo por la filtración a un periodista de un supuesto soborno a Felipe Ramos Rizo en la edición anterior, que terminó con el triunfo chiapaneco. Quien manifiesta una situación tan grave debe, como informador, seguirla y demostrarla; dejarla en el aire implica sumisión o complicidad a oscuros intereses.
El futbol mexicano y su arbitraje son limpios y honestos, pensar lo contrario implica una grave falta de respeto a las personas -jugadores, árbitros, directivos, entrenadores- y a las instituciones.
Se pensaría que el tramposo siempre creerá que todos son como él, aplicando el dicho de que: "El león cree que todos son de su condición".
Investiguemos lo irregular pero en cuestión de corrupción no pretendamos limpiar lo que limpio está.
Hablando de mañosos: ¡Qué indignación me causó ver la forma en que Armando Archundia expulsó a Sixto Peralta del Santos!.
En el encuentro entre los de la Comarca y Tecos, se produce un choque fortuito entre el argentino y el arquero de Tecos, se arma la trifulca y hasta que el silbante se percata de la fractura de Mario Rodríguez decreta la tarjeta roja al delantero.
Las implicaciones son muchas, entre ellas, que Tecos puede pedir la inhabilitación de Peralta hasta la reaparición de su jugador.
Siempre lo he dicho: Archundia, tramposito desde chiquito.