“Nunca expliques: tus amigos no lo
necesitan y tus enemigos no te creerán
de cualquier manera”. Elbert Hubbard
Un compañero de trabajo me decía en una reunión hace un par de días: ¿cómo le justificas a una persona de clase media baja que cobrarle un IVA de 10 por ciento en alimentos y medicinas, que ahora no paga, le va a beneficiar? La verdad es que la única explicación honesta que puede uno ofrecer es la que señala que todos los mexicanos nos beneficiaremos si permitimos la construcción de un sistema fiscal más sencillo y eficiente.
Actualmente México tiene un sistema fiscal de tasas altas, complejo e ineficiente. Una Reforma Fiscal que homologara el IVA en una sola tasa, fácil de entender y aplicar como es el 10 por ciento, que redujera las tasas del Impuesto Sobre la Renta a niveles competitivos y que eliminara los innumerables tratos especiales, excepciones y deducciones que complican el sistema, generaría una mayor inversión y por lo tanto un mayor número de empleos para los mexicanos.
La falta de empleos es el principal mal económico de nuestro país. Una generación de mexicanos está perdiendo la oportunidad de incorporarse a la vida productiva. Muchos de quienes no pueden conseguir trabajo son personas que han dedicado numerosos años de su vida a instruirse y prepararse con la idea de que de esta manera podrían tener acceso a un mejor nivel de vida.
Una Reforma Fiscal no tiene porqué ser recaudatoria. Su razón de ser es mejorar la competitividad de nuestro país. Pero para lograr ese objetivo es indispensable que la reforma elimine las complejidades del sistema. Por eso no tiene sentido el intento del Gobierno Federal de crear un nuevo impuesto a la venta final de productos y servicios, el cual eliminaría mucha de la ventaja que se lograría con la homologación del IVA al 10 por ciento.
Me queda claro que un sistema radicalmente simplificado, con un IVA que se aplique a todos los productos y servicios y un Impuesto Sobre la Renta sin excepciones, afectará los intereses de muchas personas y grupos. Ya los estamos viendo. Protestan los editores de libros y revistas, los intelectuales, los líderes sindicales, los transportistas, los grandes agricultores, los emisores de vales de despensa y muchos más. Al final, sin embargo, todos deberíamos entender que esa proliferación de tratos especiales es precisamente lo que hace complejo e ineficiente nuestro sistema fiscal.
México tiene hoy una gran oportunidad. Si llevamos a cabo una Reforma Fiscal de fondo, nuestro país puede volverse de un solo plumazo significativamente más competitivo. La reforma implica necesariamente eliminar los tratos especiales y cobrar las menores tasas de impuesto que sean posibles. Esta fórmula permitirá posteriormente -todas las experiencias nacionales e internacionales así lo demuestran- que aumente la recaudación, pero de manera natural: por una elevación en la actividad económica y en el número de empleos de nuestro país.
Yo entiendo que cada persona en este país quiera proteger sus privilegios. Quien hoy no paga nada de IVA por alimentos y medicinas, busca mantener esta situación. Los trabajadores sindicalizados, que hoy reciben parte de su ingreso en prestaciones de previsión social, no están dispuestos a que éstas se graven. Ni los transportistas, ni los grandes agricultores, ni los autores quieren pagar impuestos. Todos desean que sea otro el que pague.
El gobierno, sin embargo, no debe mantenerse en el juego perverso de decidir quiénes sí deben y quiénes no deben pagar impuestos. Si es así, siempre saldrán perdiendo los más débiles. Los intelectuales seguirán teniendo sus privilegios, mientras que los maestros de escuela y los médicos tendrán que seguir cargando sobre sus espaldas el enorme peso del gobierno. Los trabajadores sindicalizados seguirán exentos en buena parte de sus ingresos, mientras que los no sindicalizados tendrán que seguir subsidiándolos.
¿Por qué debe una persona de clase media baja entender que le conviene pagar un IVA moderado de 10 por ciento sobre alimentos y medicinas? No porque se reducirá del 15 al 10 por ciento el impuesto de otros productos, sino porque el paquete completo de simplificación promovería una economía más eficiente y competitiva.
Parece insensato que el objetivo de nuestra política económica sea mantener subsidios fiscales para algunos grupos de la sociedad. El propósito debería ser generar una mayor actividad económica para crear más y mejores empleos en nuestro país.
Oportunidad
Los grupos conservadores han festejado que hayan quedado desiertas dos licitaciones de explotación de gas natural en la cuenca de Burgos. No se dan cuenta de que esto significa menos empleos para los mexicanos y más importación de gas natural.
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