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Como perros y gatos/Diálogo

Yamil Darwich

Cada día, cuando leemos las noticias nacionales, recibimos nuevas sorpresas que nos dejan perplejos sobre la pobre calidad del profesionalismo de los políticos mexicanos.

Los tres partidos de México de mayor filiación han perdido la brújula del uso sensato de las declaraciones hechas a los medios de comunicación y han disparado una carrera de agresiones, incluso hasta las físicas, utilizando en sus intentos por ganar adeptos al escarnio, la burla, la difamación, la mentira y las bromas con palabras altisonantes, dejando evidencia de su incapacidad de hacer política, aquélla, la verdadera, la que fortalecieran los grandes pensadores e ideólogos de las plataformas partidistas de la nación.

Hoy en día ya nadie ofrece propuestas de trabajo y esfuerzo, menos de sacrificio; sólo buscan desprestigiar al contrincante usando para ello todo eso que puede ir contra el respeto a los demás, con acusaciones públicas que recogen los malos trabajadores de los medios de comunicación, quienes corren atropelladamente a divulgar la nota amarilla tratando de “ser los primeros” en difundir las nuevas vulgaridades.

Así, no quedan fuera los familiares directos de los hombres y mujeres públicos, que de permitirlo con sus propios actos en sus vidas privadas dan pie a la difamación, denuncia burlona y al ataque poco viril; ni la esposa del Gobernador de Quintana Roo, ni la esposa del Presidente de México se salvan de la quema, rompiendo con aquellas reglas no escritas de los caballerosos políticos de antaño que buscaban sus propósitos sin ofender los principios del respeto a la familia, al ser humano y a su vida privada.

Algunos ministros religiosos (no sólo los sacerdotes católicos) también han aceptado participar en el “reality show político” y a últimas fechas les ataca una especial comezón por la participación en la vida pública, cometiendo errores graves que demeritan su imagen religiosa y moral.

Para nuestra desgracia, estos personajes del mundo actual hacen lo anterior influenciados por los consejos de mercadólogos y publicistas del medio político, pseudo profesionales que con “sesudos argumentos” aconsejan mal a los deficientemente preparados para competir y ocupar los puestos a los que aspiran, llevándolos hasta sentirse orgullosos de los resultados en cuestiones publicitarias, por sus fotografías y declaraciones hechas a los medios de comunicación.

Recordemos la historia: En la primavera de 1825, la legislatura de Tenneessee nombró a Jackson candidato a presidente para las elecciones de 1828 y dio inicio a la tradición de “campaña electoral” en los E.U.A., comenzando el sistema bipartidista y dando de paso origen a las costumbres de difamar.

El Telegraph del partido Demócrata era cabeza de una red interna de unos 50 periódicos que reproducían sus artículos difamatorios.

Jackson había ganado a Adams las elecciones anteriores. La pequeña diferencia hizo valer la Duodécima Enmienda que ordenaba ante una diferencia mínima de votos, que la decisión debería pasar a la Cámara de Representantes. Henry Clay, a la sazón Presidente de la Cámara, empezó a buscar el beneficio propio (¿a quiénes le recuerda?) y ante la negativa de Andrew Jackson que se opuso al chantaje, influyó para que Adams ganara. Mención aparte mereció la corrupción del representante de Kentucky que dio su voto a Adams, siendo que en elecciones directas sus representados no le habían otorgado uno solo; claro que su premio consistió en que fuera nombrado Secretario de Estado.

Finalmente, el flamante y nuevo sistema electoral nombró presidente de E.U.A. a Jackson, aunque pagó el precio con múltiples difamaciones cuando el periódico opositor National Journal afirmaba que: “¡La madre del General Jackson era una vulgar prostituta, traída al país por soldados británicos; después se casó con un mulato con el que tuvo varios hijos, de los cuales el General Jackson en uno!” Además ponían en duda la validez de su matrimonio con Rachel y circuló un panfleto en que preguntaban: “¿Debería una adúltera convicta y su legítimo esposo ocupar los cargos más encumbrados del País?” El Telegraph replicó aseverando que “El Señor y la Señora Adams habían vivido en pecado antes de su matrimonio y que el presidente era un alcohólico y un violador del shabbat”.

Luego de más de 175 años, los norteamericanos han desarrollado toda una maquinaria de mercadotecnia que sigue buscando formas novedosas y sofisticadas para promover a sus candidatos políticos. Los mexicanos, como en muchas otras cosas, les estamos copiando las malas costumbres y nos alejamos de aquellos tiempos donde, para ser político, se debía saber, conocer y tener sensibilidad del cómo hacerlo.

A cambio de las habilidades perdidas de cómo hacer política, estamos comprando usos y costumbres sociales de otros países, justificando los medios para lograr los fines, es decir: Aceptando el injurio, la infamia, el desacato a las normas morales con el propósito de ganar unas simples votaciones electorales, dejando en segundo plano, el para qué se desea llegar a un puesto de servicio público.

Cuando escuchamos las declaraciones de los jefes de los partidos políticos acusando, amenazando y asegurando que darán a la luz pública las pruebas que poseen sobre sus afirmaciones, sabemos que difícilmente así será; sin embargo, lo que muchas veces no alcanzamos a entender es que con el hecho de poner en tela de duda la integridad, honorabilidad y hasta usos y costumbres sociales y personales, dejan en nosotros un mensaje negativo de ellas, propósito mal intencionado de sus consejeros en mercadotecnia.

Mucho menos alcanzamos a entender que ese camino nos aleja de la democracia, cuando nos llenan la mente de “información basura” que nos confunde y nos quita la posibilidad de tomar nuestras decisiones en base al manejo del conocimiento de la verdad. ¿Le parece suficientemente grave?

Ojalá que podamos superar esa etapa y que no les permitamos que nos separen de la verdad, que es la base del ejercicio democrático de una vida más justa y equitativa, esa que de siempre soñamos alcanzar. ¿Cómo hacerlo? De nuevo aparece la responsabilidad de informarnos, dialogar, buscando el conocimiento suficiente sobre los temas y las cosas, lo necesario para hacer nuestra mejor elección, especialmente ahora que estamos decidiendo cómo y por quién votar en julio, combatiendo de paso a esos mercadólogos poco éticos, que hacen las elecciones caras e inútiles, porque una cosa es segura: Ningún partido y ningún político están peleados con sus intereses, incluido su dinero. ydarwich@ual.mx

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