La cestería hidalguense tieneuna existencia de ocho siglos
HUAUTLA, HGO.- Rodrigo Hernández Yáñez tiene tres razones importantes para tejer canastas, fruteros, tortilleros y otros 20 tipos distintos de artesanía en carrizo o caña (ákatl, en náhuatl) que en esta población se elaboran desde tiempos prehispánicos.
“Ganarme la vida honradamente, no tener que emigrar y mantener viva una tradición artesanal que heredé de mis antepasados”, dice Rodrigo, quien no quiere dejar sola aquí a su esposa e hijos.
El artesano de 34 años dijo que desea participar en la capital de la República en el Concurso Nacional de Artesanías, que está seguro de ganar porque en 2001 compitió en Veracruz en un certamen regional y quedó en segundo lugar.
Ahora quiere probar sus habilidades en el nivel máximo, consciente de que es un artista popular eficiente y rápido, pues a la semana hace 30 canastas chicas, un chiquigüite, un “caracol” y varias molotillas, cuya venta le produce lo suficiente para sostener a su familia.
La cestería ha sido para él una “ancla” ontológica, además de artística, para mantenerse en Huautla, viejo pueblo mexica sobre una alta colina cónica de la Huasteca hidalguense, desde la que se pueden ver Chicontepec, Veracruz, y los pueblos vecinos de Atlapexco y Yahualica.
Rodrigo demostró sus habilidades en el Museo Municipal de Huautla durante el pasado VIII Festival de la Huasteca: en menos de quince minutos armó una canasta de carrizo que lo mismo sirve de tortillero que de elegante depositario de regalos familiares u ofrendas rituales en el Xantolo.
El Xantolo es la fiesta de Fieles Difuntos o de Días de Muertos en la Huasteca hidalguense. Es la mayor festividad tradicional de la región, en cuyo ámbito no hay distinciones étnicas ni geopolíticas porque lo mismo participan huastecos poblanos y veracruzanos que hidalguenses y gente de la Sierra.
Las pequeñas canastas cuestan 25 pesos y son las de mayor demanda tanto en el Xantolo -29 de octubre a dos de noviembre- como en la mayoría de las fiestas patronales de la Huasteca, porque en ellas se ofrendan frutas, flores, semillas, copal, tamales y toda suerte de bocados de comida.
Su modelo es el mismo que el que los nahuas de Hidalgo, Veracruz y Puebla usaban hace más de 800 años, cuando el rey Xólotl y sus huestes chichimecas poblaron estas tierras en el Siglo XII. Igual ocurre con los chiquihuites, grandes cestas que sirven para transportar alimentos y mercancías sobre la espalda de los tamemes.
Rodrigo desconoce si los caracoles o chachololuyos -grandes floreros de tres pisos con varias copas o fuentes- proceden de “antes de los españoles”, pero sabe que el diseño de “servilleteros, fundas de botellas, fruteros”, etc., es relativamente nuevo, porque “esas cosas no existían antes”.
Y lo sabe por su abuelo Francisco Antonio Yáñez, quien tiene 105 años y es uno de los ancianos más viejos de Huautla. Don Pancho fue uno de sus maestros en el tejido del ákatl, caña o carrizo.
La historia de Rodrigo como cestero es rara. Su familia, al igual que la mayoría de los campesinos de las comunidades de Huazalenguillo y Coapantla, se ha dedicado siempre a la elaboración de artesanías. Desde niño fue adiestrado en el tejido de ákalt pero no le gustaba hacerlo.
“Sin embargo todo cambió cuando me casé. El dinero que ganaba en el campo no me daba para sostener a mi mujer y a mi primer hijo, entonces me puse a tejer canastas. Y ahora es lo que más me gusta hacer en la vida”, dice con mucha alegría.
Huautla, que significa “lugar de águilas” en español, está a 20 kilómetros al oriente de Huejutla. Su cabecera municipal tiene cuatro mil habitantes y con la población de sus 67 comunidades indígenas suma 20 mil personas.
Los domingos de tianguis son conocidos por la extensa variedad de artesanías que se venden -bordados, huaraches, zapatos, huipiles, sombreros, yerbas medicinales- y por la práctica del trueque en las transacciones comerciales entre nahuas y mestizos.