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Con los ojos del alma

¿Qué me debía la vida que con él me pagó? Esa es la pregunta que a diario se hace Juana María Reyna Nájera. “Él trabaja, me cuida, está al pendiente de mi, va a buscar la gorda para comer, para mantenerme”.

Se encontraron por primera vez en el Centro de Discapacitados del DIF Torreón, un 14 de febrero de 1992. Ella estaba recostada, inmersa en una plática en la que se comentaba que muchos de los ahí presentes habían perdido el deseo de amar. Sin embargo, Juanita aseguraba que todavía tenía la ilusión de encontrar a alguien con quien compartir su vida. En eso se acercó Rubén.

“Lo primero que le ví fueron las pompis”, comenta entre risas Juanita, “pues yo estaba en el suelo y me gustó mucho. Desde entonces estamos juntos”.

Rubén Sánchez Solórzano había escuchado su voz y supo que se trataba de una persona muy tierna, de nobles sentimientos y madura, pues ella no negaba la necesidad que tenía de amar y ser amada. “Me enamoró su actitud de solidaridad ante cualquier problema que enfrentamos por nuestra condición”.

Juanita padece de una lesión en la columna vertebral que la ha afrontado a tres operaciones, y la tuvo dos años sin poder caminar. Constantemente sufre de dolores muy fuertes y tiene que acudir al hospital. Él no se le separa ni un instante.

Y ella ha sido los ojos de su alma, pues Rubén es una persona invidente desde 1988, ya que padece desprendimiento de retina producto de una miopía degenerativa, un problema que hasta el momento no tiene cura.

“Yo nunca la he visto, sé cómo es ella por mis manos y mis dedos, pero sobretodo por su voz”.

Ambos son divorciados y desde que se encontraron han conocido el verdadero amor. Rubén trabaja en el CRII y en el DIF Torreón, como instructor del sistema Braille para invidentes. “Les enseña desde cómo comer, escribir y leer, los ayuda a que se adapten a la vida con una ceguera”, asegura Juanita.

La pareja siempre ha tratado de llevar una vida normal, y hasta el momento lo ha logrado. Cuando Juanita puede caminar, pues en ocasiones los dolores se lo impiden, salen los domingos a pasear, van a misa, y hacen todo juntos.

“Cuando la tuve por primera vez entre mis brazos y la besé”, ese fue el momento más bello que han pasado juntos según Rubén. Y el más difícil es cada vez que se enfrentan a los problemas de salud. “Me siento impotente de no poder hacer nada por ella, me siento triste porque creo que se me va”, agrega.

Aseguran que muy pocas veces discuten, pero cuando lo hacen se sientan a platicar acerca de los problemas para aclararlos. “Luego nos abrazamos, lloramos y le pedimos fuerzas a Dios para seguir adelante. El amor nos hace fuertes”.

Juanita y Rubén son un ejemplo a seguir para otras parejas que, a pesar de no sufrir ningún tipo de limitación física, tienen limitaciones de tipo emocional ya que no son capaces de aceptar y asumir sus sentimientos.

“Tenemos problemas físicos, pero eso no nos impide amarnos, mi consejo para otras parejas es que escuchen al otro para que puedan comprenderlo, y a la vez también puedan ser escuchados”, concluye Rubén.

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