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Con mucho potencial humano

Cecilia Zúñiga de Sánchez,mujer de firmes compromisos

Todos tenemos una misión en la vida, y para Cecilia Zúñiga de Sánchez, ésta es dar lo mejor de sí a los demás, a su familia, amigos y a esa gente en desgracia que pide de mucho apoyo, no únicamente económico, sino moral.

Mujer plena, de firmes convicciones y muy agradecida con la vida, ha sabido explotar al máximo su potencial humano para entregarse, sin reservas, a las personas que ama, -su esposo e hijos- y a otras tantas que han encontrado en ella un alivio a sus numerosos sufrimientos.

“Para mí me queda claro que venimos a cumplir un compromiso. Lo principal es mi familia, pero uno no debe limitarse a eso, pues sería una postura muy egoísta y además no me llenaría. Un paso más es la entrega a los demás, dar de mi tiempo... Yo quisiera llegar con Dios y decirle hice esto en bien de los demás, de los necesitados’’, dice luego de explicar, quizá a modo de disculpa, el porqué el ambiente sombrío del interior de su hogar.

“Es un gusto de mi esposo y yo, y mis hijos están de acuerdo’’. No así sus amigos, que reclaman la luz del día y que el intenso Sol lagunero ingrese por las amplias ventanas, ésas que dan a un amplio y extenso jardín ubicado frente a la casa, y que ha sido escenario de innumerables y agradables reuniones sabatinas.

La charla se desarrolla en la sala, habitación donde no hay más luz que la que se alcanza a meter por entre las cortinas, y ella decide encender una lámpara para facilitar la entrevista.

Recuerda que su vocación de servicio le viene desde su juventud. “A mí me agradaba acudir a las clínicas. María Luisa Madero y yo visitábamos el Hospital Infantil Universitario, los miércoles por la mañana. Saludábamos a los enfermos, los atendíamos, aseábamos y platicábamos con sus mamás, y siempre terminaba con el corazón destrozado’’.

En aquellos años Cecilia de Sánchez experimentó sentimientos encontrados. “A la vez de dolor e impotencia porque te duele presenciar el sufrimiento de los niños y sus mamás, y por otro, con un profundo agradecimiento a Dios por todo lo bueno que he recibido’’.

A los 20 años de edad contrae matrimonio, y suspende, por algún tiempo, la ayuda al prójimo. Los motivos, su cambio de residencia a la ciudad de Monterrey y después a México, y porque su prioridad era emplear toda su energía y atención al cuidado de su esposo e hijos.

Quiso seguir con la tradición familiar. “Lo traigo desde mi mamá –Bertha Valdés de Zúñiga-. Ella siempre estuvo en la casa, nunca nos dejó, nunca me sentí sola. Estaba como hormiguita, haciendo tortillas de harina o pan de dulce. No faltaban los pasteles, y las empanadas. Siempre fue una mujer muy activa y atenta a los nueve hijos que tuvo’’, recuerda con una profunda añoranza.

Así que Cecilia también se dedicó a los suyos. Cuidó a sus hijos, los vio crecer, los acompañó al colegio y participó en las juntas de la escuela; pero tiempo después comprendió que era el momento de desprenderse un poco de ellos y retomar su destino... la labor altruista.

Una experiencia que respaldó su decisión, fue el haber cursado un diplomado de Desarrollo Humano en la Universidad Iberoamericana. “Los temas abordados me permitieron reflexionar sobre lo maravilloso que ha sido Dios conmigo, quien me ha colmado de bendiciones, y ello hizo que pensara que era muy egoísta de mi parte, que de tener toda mi vida resuelta, no daba un poco de mí a los demás’’.

De inmediato contactó a las Damas Voluntarias del Hospital General Universitario, conjunto al que pertenece desde hace ya diez años, y en el cual ha tenido la oportunidad de desempeñarse como coordinadora, durante el periodo de 1996 al 2000; éste es parte del Grupo Acción Social, integrado por 18 equipos de entusiastas laguneras, que tienen como prioridad servir a los demás.

“Siempre ocurren los milagros; no sé cómo pasa, pero se ve la mano de Dios, sólo es cuestión de que estemos atentos para saber qué quiere de nosotros. Es prestarnos a ayudar a los otros, pero el que actúa es Él’’, dice convencida de la presencia de un Ser Divino que le da sentido a nuestras vidas.

Su labor en el Hospital Universitario es apoyar a los pacientes y sus familiares en el pago de los estudios clínicos y traslados, lo que es posible a través de la realización de rifas y de los donativos que recibe el comité de damas.

En un principio visitaba a los enfermos dos veces a la semana, pero después optó por acudir únicamente los viernes, cuando se percató de que se involucraba demasiado en la problemática de ellos.

“Te enteras de historias desgarradoras. Por ejemplo, me impresionó mucho el caso de una muchacha que no quería a su bebé; tenía una vida muy complicada. Decidió tomar raticida y perdió a su hijo; ello le provocó una profunda crisis de angustia y de arrepentimiento.

Igualmente hay gente que vende todas sus propiedades para sacar adelante a su paciente; niños que se quieren suicidar, y con estas experiencias de vida te sientes más comprometida con tu familia. Contigo no se valen los errores, porque tienes todo para sacarla adelante’’.

El ejemplo de ayudar al prójimo lo ha transmitido a sus hijos, y quien más se ha identificado con ello es su hija Ana Cecilia, quien incluso en ocasiones la acompañaba al hospital para vivir esta experiencia de vida.

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