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MÉXICO, D. F.- Con un origen en la mezcla de tradiciones católicas y prehispánicas, el dos de febrero de cada año los mexicanos cumplen los festejos del Niño Dios, que incluye el vestido de la figura y la indispensable ?tamaliza? con atole.
El Día de la Candelaria se puede ver en todas las iglesias a fieles católicos que llevan a su Niño Dios ataviados de diferentes formas, desde un santo patrono hasta la reciente figura del futbolista.
De esta forma, entre la abundante variedad de ropajes se pueden ver rostros sonrientes y angelicales que son llevados a misa para ser presentados en la iglesia, tal cual reza la tradición católica que data del siglo VI.
Pero aparte del traje que los Niños Dios deben renovar cada año, lo cual corre a cargo del padrino o la madrina, y la presentación en el templo católico, por la noche la familia se reúne para terminar los festejos de ese día con una rica cena a base de tamales y atole o chocolate.
Las detalladas figuritas de yeso con largas pestañas, mejillas rosadas y labios de color fresa, lo mismo portan vestidos de santos o religiosos como el Niño de la Paloma, el Niño Doctor o el Niño de la Candela.
Dice la tradición que los Niños Dios cada año asumen diferentes personalidades, que también puede ser la del Santo Niño de Atocha, el de los Milagros, Sagrado Corazón de Jesús, Cristo Rey, San Antonio Abad, San Judas Tadeo e, incluso, como al Niño Futbolero, y al llegar a la tercera fiesta alcanzan el grado de santo y pueden conceder milagros.
La tradición también dicta que la madrina o padrino vestirá al Niño Dios durante tres años consecutivos, siguiendo una serie de reglas o preceptos que tienen que ver con el color, los accesorios y la forma del atuendo de la figura religiosa.
Según el ritual, para el primer año el padrino debe vestir al Niño Dios de bebé, es decir de blanco o de cualquier advocación en la cual no lleve corona ni trono. Una de las figuras que sirve de modelo son el Niño de las Palomas, por su significado de pureza.
Para el segundo año el vestido es optativo, pero también sin trono ni corona, y puede ser ya el de un santo porque al Niño Dios se le empieza a considerar digno de santidad. En esta etapa destacan las imágenes del Sagrado Corazón de Jesús, Santo Niño de Atocha, el Niño de Los Milagros o, actualmente, San Juan Diego.
Es en el tercer año y último cuando, según dicta la tradición, el padrino o la madrina pueden vestir al Niño Dios como Rey o Emperador del Universo, para lo que pueden utilizar los trajes del Santo Niño de Praga, Cristo Emperador del Mundo y otros.
El atuendo debe incluir las tres potencias o la corona, además de que se le entroniza, es decir se le sienta en un trono, y si se quiere se le coloca un capelo (sombrero rojo que usan los cardenales).
A partir de ese momento al niño ya se le rinde culto para que conceda gracias y milagros.
Como parte del ritual de vestir al Niño Dios se debe asistir a misa para ser bendecido junto con las candelas adornadas y las semillas de chía y trigo, que servirán para adornar el Altar de Dolores (que se pone el viernes de cuaresma anterior al Viernes Santo), todo lo cual recibirá la bendición.
Al niño se le lleva a misa sobre una charola o una canasta amplia, adornada con flores, listones y dulces, luego regresa a su casa y pasa el resto del año sentado en una silla. A partir de entonces, debe tener prendida una veladora hasta el próximo dos de febrero.
Los orígenes
En el mundo indígena, el ciclo de la purificación y penitencia inicia con la fiesta de la Candelaria, continúa con el carnaval, la cuaresma y la Semana Santa, es decir en sentido diferente a la tradición occidental, que empieza con el segundo.
Si se sabe que la siembra y las estaciones del año marcan la vida religiosa, social, comercial y cultural de los pueblos, esto queda demostrado con las festividades del Día de la Candelaria, que en México se conmemora desde la epoca colonial.
Conforme a la región y el grupo étnico, la celebración tiene determinadas características, así hay quienes lo hacen con bailes populares, juegos pirotécnicos, procesiones, ferias, música de banda, representaciones teatrales, intercambio de flores, danzas tradicionales y, por supuesto, la bendición al Niño Dios.
En algunos lugares, como en la Ciudad de México, se ha hecho una tradición que a las personas que les tocó el ?muñeco? durante la partida de rosca del Día de Reyes se convierta en el padrino del Niño Dios para cumplir con el Día de la Candelaria.
?Para cumplir con su tarea, el padrino o madrina debe levantar al Niño del pesebre del nacimiento, donde se colocó el 24 de diciembre luego de arrullarlo, en la casa que ofreció la merienda del día seis de enero, ya levantado tiene que vestir al Niño Dios?, explicó Alma Solís del Manzano, estudiosa de esta tradición popular.
El ritual del Día de la Candelaria concluye la tarde del dos de febrero, cuando se ofrece la tradicional ?tamalada?, acompañada de un chocolate espumoso o atole de diversos sabores.
Todo el ritual que significa la celebración del Día de la Candelaria es resultado del sincretismo de dos culturas y religiones: la católica, que remite a cuando la Virgen María llevó al niño Jesús al templo, y la prehispánica, en la que se llevaban tamales al rendir culto a los dioses.
La tradición prehispánica establecía que se debía llevar tamales cuando se rendía culto a Tláloc, a Chalchiuhtlicue (dioses del agua) y a los tlaloques (ayudantes del primero), quienes derramaban su lluvia preciosa sobre la tierra, lo que provocaba buenos frutos.
Tal festividad se asocia y integra a la celebración católica que también se hace coincidir con la fertilidad de la tierra y los beneficios del agua.
El antecedente remoto de vestir al niño Dios data del siglo VI, cuando se comenzó a celebrar la Fiesta de la Purificación de la Virgen María y se presentaba al Niño Jesús en el templo de Jerusalén, misma que se extendió luego a los países del Medio Oriente.
Años después, está celebración llegó a Roma, donde pasó a formar parte de la letanía. Más adelante, en el siglo IX, se le agregó la ceremonia de bendición de las candelas, palabra de donde se deriva la fiesta del Día de la Candelaria.
El platillo de los mexicanos
Los tamales, alimento suculento que data de la época precolombina y que forma parte de la dieta de los mexicanos, se sirven calientitos y los hay de rajas con queso, verdes, mole con pollo o carne de puerco y dulces. Siempre se degustan con exquitos atoles de mil sabores, o café.
En muchas esquinas o entre las calles, principalmente de los barrios populares o clasemedieros de la capital e incluso de varias ciudades del interior del país, se puede encontrar algún vendedor de tamales.
La mayoría de los mexicanos durante todo el año come tamales, pero la afición por ese platillo se incrementa el Día de la Candelaria.
Esta fecha es especial para comerse unos ricos tamales, pues así lo dicta la tradición luego del seis de enero, Día de Reyes en que la familia y amigos se reúnen para partir la rosca, ya que quienes se ?saquen el niño?, o el ?muñeco?, como dicen algunos, deben invitar a todos los allí reunidos a degustar ese platillo típico.
Después de la misa de bendición del Niño Dios se retorna a la casa, para celebrar el acontecimiento con tamales y atole.
El fraile español Bernardino de Sahagún, en sus escritos, se refiere a la gran variedad de tamales que se podían encontrar en los mercados de aquel entonces y que, incluso, estaban presentes en los banquetes del emperador Moctezuma.
Esta comida tiene mucha influencia azteca. En aquel entonces los tamales los rellenaban con chile dulce, tomate y semillas de zapallo molidas, mezcladas a las carnes de faisanes, codornices y pavos.
Los preparaban con semillas de ayote o zapallo molidas, tomate, miel de abejas y caracoles. Para esto utilizaban carnes de ?xulo? o perro mudo, tepezcuintle, chompipe y venado y los envolvan en hojas de plátano o maíz.
Con la llegada de los españoles, se les agregaron ingredientes traídos de Europa, tales como garbanzos, arroz, aceitunas, alcaparras, pasas y ciruelas, Por lo tanto, el tamal preparado en familia es una mezcla entre lo aborigen y lo español.
Sin embargo, hoy día se degustan regularmente ya sean solos o en torta (se utiliza el bolillo o el birote).
?Tamales de dulce, verdes y mole, o tamales oaxaqueños...de cuál gusta, pásele joven, guerita, señor, de cuál le damos, pásele...?, son las de las frases con las que vendedores ofrecen su manjar en esta gran metrópoli.
Los tamales son antojo de niños, jóvenes y adultos y en cada región del país se elaboran de acuerdo a sus costumbres o preferencias.