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CIUDAD DEL VATICANO.- Juan Pablo II celebró ayer el Día de Todos los Santos recordando a aquellos que ya están en el cielo y a los difuntos que han sido olvidados.
El pontífice habló ante cientos de peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro; parecía sentirse bien y hablaba con voz fuerte.
El Papa, de 83 años, parece recuperado tras las intensas actividades del mes pasado durante la celebración del 25 aniversario de su pontificado.
“Hoy celebramos la solemnidad de Todos los Santos. Esto nos exhorta a recordar a aquellos que han llegado ya a la tierra bendita, y nos indica el camino que nos llevará a ese destino”, dijo.
Más tarde, habló sobre la tradición de honrar a los muertos en esta época del año.
“Yo también voy en peregrinaje espiritual a los cementerios de varias partes del mundo, donde descansan los restos de aquellos que nos precedieron en la fe”, agregó. “En particular elevo mi plegaria de intercesión por aquellos en quienes nadie piensa ya, como las víctimas de la violencia”.
Desde la ventana de su estudio privado en el Palacio Apostólico del Vaticano, Juan Pablo II hizo una breve reflexión sobre el sentido de la vida y de la muerte, según la concepción cristiana, ante centenares de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro.
Con su ya habitual aspecto fatigado, el Pontífice leyó el texto del Angelus, excepto dos líneas, entonó la bendición en latín y saludó en polaco a un grupo de compatriotas presentes en la explanada vaticana.
Entre todas las oraciones destacó el Rosario, a cuya difusión se acaba de dedicar el último año, y al que definió como “una vía simple y accesible a todos hacia la santidad”.