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Connery le apuesta a la experiencia

El País

Madrid, España.- Nacido en Edimburgo (Escocia) en agosto de 1930, a sus 73 años todavía tiene un aspecto imponente, fuerte, alto e intrépido, a lo que ha añadido una abundante cabellera canosa y barba para dar vida al famoso aventurero británico Allan Quatermain en La Liga de los Hombres Extraordinarios, dirigida por Stephen Norrington (Blade).

La historia presenta al personaje creado por Henry Ridder Haggard para su novela Las Minas del Rey Salomón, un héroe ya retirado, que vive en Kenia y que es llamado por el servicio secreto británico para volver a Londres y liderar un equipo de superhéroes literarios (Capitán Nemo, Dorian Gray, Tom Sawyer, Mina Harker, Dr. Jekyll y Mr. Hyde...). La misión es acabar con un misterioso fantasma y con sus armas de destrucción masiva que amenazan la Inglaterra victoriana y Venecia.

-¿Qué es lo que más le gustó de la idea de transformar un cómic (en esta ocasión, de Alan Moore) sobre personajes literarios en una película de acción sobre superhéroes victorianos?

Pensé que era una historia de aventuras única e intrigante. El problema fue sacar a los personajes literarios de su contexto y meterlos en situaciones completamente diferentes. Fue como un salto mortal. Pero una vez superado ese obstáculo, la cosa funcionaba.

Lo que hicimos fue quitar toda la literalidad posible, dotarles de algún defecto y ligarlos a un tema para contar una historia, ambientada en 1899, y con todos los inventos modernos en cuestión de efectos especiales. Es decir, el personaje de Jekyll y Hyde de Robert Louis Stevenson padece esquizofrenia; en la película lo llevamos a un nivel completamente nuevo.

Hyde es una imagen digital creada por ordenador que se parece a La Masa. Los sets son fantásticos, la escala es casi épica, el argumento tiene fuertes giros... así que está llena de originalidad y también de mucho sentido del humor. Y para la gente que nunca ha leído esos libros, es una manera muy interesante de conocer a todos esos personajes en una sola historia; porque todo el mundo conoce a Jekyll y Hyde, a Tom Sawyer o al Capitán Nemo, pero la mitad de la gente no sabe nada de Dorian Gray.

-¿Se podría usted identificar con un aventurero como Allan Quatermain?

Él es un cazador, un explorador, un luchador; así que podría relacionarme con un personaje instintivo, pasado de moda, personificado en una era diferente; y la edad tiene mucho que ver con eso porque yo lidero un grupo en que, aparte del Capitán Nemo, todos pertenecen a tres generaciones más jóvenes que la mía.

He estado implicado en la reescritura del guión desde el principio, así que hemos tenido que desechar mucha basura y meter mucho humor, siempre que fuera posible. También me involucré en el casting porque era muy importante tener actores de primera clase, y es también muy interesante el que haya actores indios, americanos, australianos y principalmente irlandeses y escoceses.

La historia trata de las relaciones que establecen entre ellos; de hecho, al final de la película, todos han completado un viaje y han cambiado; como dice el viejo Nemo: “Busco un nuevo camino que no había visto hasta ahora”. Así que todos ellos son personajes literarios pero humanizados, tienen emociones y características humanas, y la historia va sobre el éxito o el fracaso. Ése es el motor de la película, las viejas bases de siempre, el bien, el mal y un final feliz.

-Quatermain está considerado el modelo literario en el que se basó Indiana Jones. ¿Qué le llevó a hacer de padre de Indiana en La Última Cruzada? ¿Está usted considerando hacer de nuevo ese papel para la cuarta entrega el año que viene?

Me gustaba la idea de Henry Jones, el explorador; algo así como Sir Richard Burton, con sus valores victorianos; era un tipo realmente excéntrico, centrado en sí mismo e interesado en el mundo y sus cosas, a mil años luz de la mentalidad normal. Me pareció una idea tan maravillosa introducir al padre de Indiana Jones y así mostrar a Indy como un niño que no la pude dejar pasar.

El guión fue estructurado como una obra teatral, en tres actos. Como las tres etapas del crecimiento. Me encanta la secuencia de apertura, con River Phoenix haciendo de Indiana. Es una escena determinante para saber de dónde viene su increíble astucia.

En el segundo acto, el hijo está intentando encontrar al padre tanto literal como metafísicamente. Al final, estamos buscando el Santo Grial y todas las ideas de lo que ello significa. Conocía a Steven Spielberg desde hacía muchos años, era un gran admirador suyo; acepté encantado la oportunidad de trabajar con él. Y no me equivoqué porque me divertí muchísimo, y lo bien que lo pasamos tanto Harrison, como Steven, como yo se ve reflejado en la pantalla. Sería divertido repetirlo.

¿Cómo trabaja Spielberg en comparación con otros directores?

Es de todos conocido que tanto Steven Spielberg como George Lucas son muy perfeccionistas y metódicos. Todo está medido. Saben lo que quieren sacar de cada secuencia; así, cuando llegan al set, pueden rodar exactamente eso. Y luego, si encuentran algo en la improvisación o ideas diferentes de los actores, también se consideran, y luego se decide en la sala de montaje.

Como todo buen director, Spielberg tiene un agudísimo sentido de la observación a la hora de decidir por dónde empezar una escena. Recuerda a John Ford, John Huston o Hitchcock. Te coloca en un lugar donde tú te sientas cómodo; luego, deja que te entusiasmes. Eso no es accidental.

Es el director el que filma el punto de vista que necesitas ver, como si estuvieras tú tras la cámara. Spielberg es mucho más profesional que esa impresión que algunos críticos tienen de él como un chico que rueda cómics.

-Hay un mensaje espiritual que tiene que ver con la búsqueda del Santo Grial tanto en La última cruzada, como en El Primer Caballero, donde hizo de Rey Arturo. ¿Cree usted en los valores de esta búsqueda?

Pienso que todo el mundo cree en él, pero la verdadera historia es que nadie parece conseguirlo, así que debe ser un sueño. Sería increíble que se cumpliera ese sueño, pero lo más interesante es que todo el mundo alberga ese deseo en su corazón.

De alguna manera, ésa es la razón por la que perdura, porque toca tanto lo físico como lo espiritual. ¿A quién no le gustaría una sociedad donde hubiera un rey inteligente y benévolo, con caballeros que se rijan por un código de honor ligado a la religión, con un ejército que fuera más defensivo que ofensivo, una sociedad donde todos tuvieran oportunidades, donde hubiera justicia y todo fuera armonía? Pero, realmente, ¿cuándo se ha visto algo así? Muy pocas veces.

-Tras haber sido un espía británico en Moscú en La casa Rusia, escrita por John Le Carré, ¿compartió la misma simpatía por Rusia que su personaje cuando estuvo allí trabajando en 1990, después de la llegada de la perestroika?

Así es... Tengo una unión sentimental con Rusia. Es muy difícil no tenerla. A uno le gustaría pensar que su idea de sociedad se basa en el trabajo para todos; pero es obvio que no es así, y es muy triste. Cuando te cruzabas con la gente en los ascensores o en los pasillos del hotel no te miraban a los ojos. Supongo que después de 70 años viviendo como han vivido, es imposible para ellos porque han suprimido todo tipo de sentimiento; quizá por el miedo a que no les entiendan.

Para mí fue muy conmovedor trabajar allí. Fue justo después de que Gorbachov tomara la decisión de abrirse al exterior; sentías que la maravillosa promesa de que todo iba a ser mejor, como la seguridad social o la educación gratuitas, no se había mantenido, y la situación era patética.

-¿Por qué cree que hay tantas películas sobre tiempos remotos y valientes héroes?

No creo que haya habido otro momento, al menos durante mi vida, en el que la gente haya estado tan desencantada con sus Gobiernos. Acabamos de hablar del caso del infame imperio ruso y, después de la caída del muro el resultado es que esa gente no tiene mucho más de lo que tenía.

Mire la situación que hay ahora mismo en América, después de que los demócratas han estado en el congreso durante años, ahora son los republicanos, y el cambio ha sido radical. En Gran Bretaña ocurre lo mismo.

Francia es un desastre: Chirac ha llegado después de que Mitterand dejara el país hecho un asco. En España, la corrupción del Gobierno ha sido devastadora para los socialistas. Está por todos lados, es terrible.

Yo creo que debería haber una situación política que cuidara de los más mayores y de los recién llegados; eso es esencial en cualquier tipo de sociedad. Pero debería haber leyes que no fueran ni demócratas ni republicanas. En Inglaterra está el Partido Laborista en el Gobierno, pero son más los conservadores.

¿Cómo un chico escocés de orígenes humildes llega a ser una estrella de cine?

Si miras mis posibilidades y mi inexistente capacidad académica, verdaderamente no tenía opción de un gran futuro. Así que será cosa del destino. Algunos hechos, simplemente, tienen que pasar. No sé en qué hubiese trabajado de no haber sido actor; probablemente, en algo relacionado con el deporte.

Todo ocurrió cuando fui a Londres para el concurso de Mister Universo y oí que había audiciones para South Pacific. No tenía ninguna intención de ser actor, pero estaba feliz de trabajar dos horas al día y cobrar el doble de lo que cobraría en el Edinburgh Evening News, donde trabajaba en la sala de máquinas.

Después me presentaron a un tipo que me guió y me dijo que, si quería ser actor, lo primero de todo era mi educación, así que me introdujo en la literatura. Me dio una lista de libros, me pasé un año yendo a bibliotecas a leer y esto me abrió nuevos terrenos. Tomar la decisión de ser actor, aunque fuera accidental, y luego encontrar mi camino haciendo lo que me gustaba es lo que define mi carrera y mi vida entera. He trabajado muy duro y las recompensas han ido llegando.

-¿Cuál cree que fue el motivo por el que su carrera despegó a través del personaje de James Bond en los sesenta?

Era el momento para ello. Una combinación de película de espías ligera y con un poco de humor que yo añadí personalmente, más incluso que el que contenía el libro. Salieron justo cuando la gente estaba saturada de absurdos dramas domésticos y desesperación psicológica; así que funcionó. Y la primera película costó menos de un millón de dólares. Pero fue absolutamente oportuna.

Yo no era conocido. Sólo había hecho un par de películas de poca importancia, así que se me reconoció todo el mérito. Después, es gracioso, pero creo que el éxito de Bond en América tiene mucho que ver con el presidente Kennedy, que se declaró un ferviente lector del James Bond de Flemming, y así despegó 007 contra el Dr. No; luego, Desde Rusia con amor, que para mí es la mejor de todas... Así es como fue.

-¿Qué le hizo dejar la franquicia Bond después de más de una década? ¿Le afecta de algún modo verse siempre identificado con James Bond después de que ha hecho también otros grandes personajes?

Uno de los grandes desacuerdos que tuve con las películas de James Bond era que se alejaban cada vez más de los aspectos del personaje que a mí más me gustaban. Se convirtió en algo demasiado técnico para mí. A mí no me ha afectado el papel de Bond, pero sí ha sido un arma de doble filo. Me dio éxito, me dio dinero, la posibilidad de hacer otras cosas, pero sí fue un obstáculo a la hora de hacer trabajos más interesantes para mi carrera. Lo raro es el tiempo que lleva esa imagen a mi alrededor. No importa lo que haga, siempre vuelve. Pero como no hay nada que pueda hacer, ya no me molesta tanto.

-Le ofrecen muchos papeles de padre o mentor, como en Descubriendo a Forrester. ¿Cree que la gente siente la necesidad de verle en esos registros?

Es extraño, pero me gusta. No tengo problemas en ser el padre de Meg Ryan en Más fuerte que el odio, o de Harrison Ford en La última cruzada, o de Dustin Hoffman en Negocios de familia. Creo que aún buscamos una especie de guía, alguien que sea nuestro papi y tome decisiones por nosotros, porque la vida parece ser más y más dura cada día.

-¿Qué clase de padre ha sido y cómo lleva lo de ser abuelo?

Creo que he sido un gran padre para Jason y para mis hijastros, pero nunca los he mimado. Puedo incluso haber parecido un poco estricto, pero mi método funciona porque los niños necesitan disciplina y ciertas pautas. Con tus nietos es más difícil hacerlo.

Cuando eres joven y tienes hijos tienes que luchan por tu carrera, alimentarlos y educarlos. Luego, cuando eres abuelo, has aprendido algunas cosas y puedes llevar mejor a tus nietos. Además, tienes el privilegio añadido de decir: bien... ya he cuidado un rato de ellos y ahora se los llevan.

-¿Ha estado siempre tan seguro de sí mismo como se le ve ahora?

Desde luego que no. Cuando era joven tuve que abandonar el ejército a los 19 años por úlceras. Me salieron de la angustia. La seguridad viene de la experiencia, la edad, el trabajo, el conocimiento y ser capaz de aprender algo de todo lo que te ocurre. No conozco a nadie seguro de sí mismo desde que era un niño.

-¿Cómo ha sido capaz de cumplir años de manera tan atractiva?

Soy afortunado al tener 73 años y seguir haciendo las cosas que hago y, además, que me paguen bien por ello. Creo que hay un paralelismo con el golf. Todo está en tu mente. En el momento en que empiezas a perder el entusiasmo y las ganas, afecta a tus juicios y decisiones.

-¿Cómo reacciona cuando las mujeres continúan encontrándolo sexy?

Obviamente, es un halago, especialmente para un setentón rellenito y calvo, pero no creo que deba tomármelo en serio. Estoy más interesado en mantenerme entusiasta.

-¿Cree que la madurez y la sabiduría vienen con la edad?

No, eso es un error. Yo he hecho y continúo haciendo las cosas más estúpidas. Hay veces que mentalmente tengo 12 años, así que no siento que haya envejecido, aunque en otros aspectos admito que sí me he hecho mayor. Probablemente deba visitar al osteópata más a menudo. Pero no tengo prisa.

-Haciendo memoria, ¿qué nos puede contar sobre Alfred Hitchcock?

No tengo nada más que buenos recuerdos de Marnie la Ladrona. Hitchcock era absolutamente genial, un artista dedicado por completo a su arte, y un hombre muy agradable. Le gustaba jugar. Parecía que no se fijaba en nada, dirigía desde su silla y ni miraba por el visor de la cámara. Pero él ya lo había planificado todo y conocía perfectamente los ángulos y los planos. Me dio pocos consejos, pero buenos.

Soy propenso, cuando me entusiasmo, a hablar muy rápido, así que en una ocasión, después de una escena, me apartó y me dijo: “Creo que tenemos que meter algo de comida para perros en tu diálogo”. Era su manera de decir que tenía que hacer más pausas. Otra cosa que hago es abrir demasiado la boca, así que, una vez, después de una toma, me dijo: “No creo que la gente de Milwaukee esté interesada en tus empastes...”. Tuvimos una muy buena relación y me molesta la gente a la que le gusta criticarle.

-Si tuviera que llevarse tres películas a una isla desierta, ¿cuáles serían?

¿Tendría también una chica para proyectarlas?, es que eso puede ser determinante en mi elección. No, en serio, creo que serían Los siete samuráis, Lawrence de Arabia y West Side Story. Mías, escogería Un Loco Maravilloso y Desde Rusia con Amor, pero para estudiar qué podría hacer mejor, porque ahora sí veo mis errores.

-¿A qué actores admira?

R. Ralph Richardson y Lawrence Olivier, por la parte británica. En la escena americana, Spencer Tracy y, obviamente, Marlon Brando.

-Habiendo trabajado con tantas mujeres hermosas, ¿hay alguna en especial con la que le gustaría trabajar?

La mejor era Anna Magnani. Pero ya no está. Siempre he adorado a Meryl Streep, desde El cazador. Me gustaría trabajar con ella.

Todo un héroe

Connery juega en casa, en el papel de un héroe de acción que recuerda al personaje que le llevó a la fama, James Bond, en cuya piel se metió para protagonizar:

007 Contra el Dr. No (1962)

Desde Rusia con Amor (1963)

Goldfinger (1964)

Operación Trueno (1965)

Sólo se Vive dos Veces (1967)

Diamantes para la Eternidad (1971

Nunca digas Nunca Jamás (1983).

OTRAS PELÍCULAS

Marnie, la Ladrona (1964), de Alfred Hitchcock.

Zardoz (1974), de John Boorman.

El Hombre que Pudo Reinar (1975), de John Huston.

Robin y Marian (1976), de Richard Lester.

El Nombre de la Rosa (1986), de Jean-Jacques Annaud.

Los Intocables de Elliot Ness (1987), de Brian de Palma.

Indiana Jones y la Última Cruzada (1989), de Steven Spielberg.

La Caza del Octubre Rojo (1990), de John McTiernan.

La Casa Rusia (1990), de Fred Schepisi.

El Primer Caballero (1995), de Jerry Zucker.

La Trampa (1999) de Jon Amiel.

Descubriendo a Forrester (2000), de Gus van Sant.

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