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Conquista el César con su “música”

EFE

París, Francia.- The Pianist, del realizador de origen polaco Roman Polanski, triunfó el sábado en la 28 gala de los César, donde se llevó siete de los diecinueve galardones de la noche, entre ellos los del mejor filme, mejor realizador y mejor actor.

Los 3,100 miembros de la Academia de las Artes y de las Técnicas del Cine francés celebraron también la cinta de Polanski otorgándole los César a la mejor música de película, el mejor decorado, la mejor fotografía y el mejor sonido.

El realizador fue muy escueto en palabras cuando acudió a recibir el premio al mejor realizador y al tomar en sus manos el del mejor filme, con el que se daba por terminada la gala, lo fue más aún y se limitó a decir que ya había hablado “bastante”.

Su película es la adaptación de las memorias de un testigo de la época más dolorosa de la historia de Polonia, Wladsyslaw Szpilman, brillante pianista judío polaco que sobrevivió a las masacres nazis gracias a la ayuda de un oficial alemán.

La cinta se hizo ya con la Palma de Oro en el festival de cine de Cannes el pasado mayo y es una de las favoritas para la próxima edición de los Oscar del cine estadounidense.

La otra triunfadora de la noche fue Se souvenir des belles choses, de la realizadora Zabou Breitman, que recogió tres César, los de la mejor ópera prima, mejor actriz -Isabelle Carré- y mejor actor secundario, Bernard Le Coq.

El director español Pedro Almodóvar, fue galardonado con el primer César al Mejor Filme de la Unión Europea, por Hable con Ella, y al recibirlo dijo “sentirse hoy muy feliz de ser europeo” y expresó su agradecimiento a la Academia francesa, cuyos miembros otorgan estos premios por votación secreta.

El premio al mejor filme extranjero, categoría en la que hasta ahora competían también los realizadores de otros países europeos y que Almodóvar ganó en dos ediciones anteriores (1993, por Tacones Lejanos, y 2000, por Todo Sobre mi Madre), fue para Bowling for Columbine, de Michael Moore.

En el que fue uno de los más largos discursos de la noche, que la asistencia aplaudió en pie, el realizador estadounidense glosó con su habitual sentido del humor las virtudes francesas, desde las patatas fritas al beso “a la francesa” y la estatua de la Libertad, pasando por la de tener unos gobernantes que se atreven a decir “no a la guerra”.

La película Amén, del director de origen griego Costa Gavras era una de las favoritas a los principales laureles de la noche, pero ante la rotundidad de The Pianist, obtuvo sólo el César al mejor guión.

Peor aún fueron las cosas para la gran favorita de este año por su número de candidaturas, 8 Mujeres, de Francois Ozon.

De otro lado, otras dos firmes candidatas a los César, Una Casa de Locos, de Cédric Klapisch, y Etre et Avoir, de Nicolas Philibert, conquistaron respectivamente los premios a la mejor promesa femenina y al mejor montaje.

El realizador Spike Lee y la actriz Meryl Streep -previamente condecorada con el rango de Comendador de las Artes y las Letras francesas en el ministerio de Cultura- completaron la presencia estadounidense, ambos para recibir dos César de honor.

La Academia, que este año organizó una gala muy sobria y eficaz, comenzó la ceremonia con un emotivo homenaje póstumo al que hasta hace sólo unos días era su presidente, el productor Daniel Toscan du Plantier, fallecido el pasado día 11 en Berlín.

Con ocasión de la 28 ceremonia de los César, otros profesionales del sector aprovecharon la gala para denunciar la intención del ministro francés de Cultura, el conservador Jean-Jacques Aillagon, de modificar el cobro del desempleo por parte de “los (trabajadores) intermitentes del espectáculo”, que en Francia se benefician de un régimen especial.

Sus recientes declaraciones sobre la “erradicación de los abusos” que en su opinión se cometen en esa área fueron criticadas también por algunos de los premiados, un actor de la Confederación General de Trabajadores invitado a tomar la palabra en la gala y medio millar de manifestantes que protestaron en la calle a la entrada del teatro parisiense del Chatelet, donde se celebraba la gala.

Resulta un merecido reconocimiento

Wladyslaw Szpilman (Adrien Brody) es un talentoso pianista polaco y judío que tendrá que intentar salvar su vida tras la ocupación de Varsovia por el ejército alemán.

En este mísero panorama fílmico, con cine de fanfarria hiperpublicitado, es bueno que el talento de un gran cineasta como Roman Polanski retome el buen pulso que parecía perdido en los últimos años.

Las películas sobre el holocausto se surten de tópicos en su planteamiento y desarrollo, en su descripción, en la construcción de personajes o ambientes, y esta no es una excepción, pero la perspectiva naturalista y autobiográfica (aunque la película aborde la historia real del pianista Wladyslaw Szpilman) incrementa el recordatorio afectivo de su autor, quien aísla a su personaje central en un afán de desahogo contextual, de una expectación ansiosa en su instinto natural de supervivencia, de una evasión del horror que lo asedia y del que es testigo silente, aquietado en las notas de Chopin (la pieza que suena en el bombardeo es el Nocturno en Do sostenido menor).

Estos sentimientos serían imposibles de transmitir si el personaje no fuese espléndidamente interpretado por Adrien Brody.

La crónica exorcizante e íntima de Polanski, que perdió a su madre en Auschwitz, mientras que su padre sobrevivió en Mauthausen, se encuentra realzada por el excelente trabajo fotográfico y el diseño de producción, aspectos técnicos que ayudan a conformar una luctuosa atmósfera, necesaria para robustecer emocionalmente esta zozobra individual y esta lastimera etapa histórica.

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