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Conservan una bella tradición

El mayor lucimiento de las telas del Quiché está reservado al vestuario de los danzantes

CONACULTA

TUXTLA GUTIÉRREZ, CHIS.- En 1996 el antropólogo social Leopoldo Gallegos Vázquez, indígena zoque oriundo de esta capital, fue detenido en la aduana fronteriza de Tapachula bajo la acusación de traficar ilegalmente con telas guatemaltecas.

Don Leopoldo, en efecto, traía un bulto grande (20 cortes) de telas indígenas que había ido a comprar expresamente al Quiché, Guatemala, pero ninguna de las piezas, por su número o valor monetario, podía señalarlo como “traficante”.

El valor estimativo o cultural de los “cortes” quichés, sin embargo, era enorme para don Leopoldo y la comunidad zoque de Tuxtla Gutiérrez, porque ese año pensaban renovar el vestuario del grupo de danzas de la Mayordomía de la Virgen del Rosario.

La pérdida de las telas guatemaltecas, con las que desde la Colonia Española solían vestirse los zoques de Tuxtla Gutiérrez -y otros grupos étnicos de Chiapas- dieron ocasión a una feliz solución al problema de conseguir dichas telas: La Mayordomía de la Virgen del Rosario decidió producir por propia cuenta ese tipo de tejidos tradicionales y al siguiente año, Gallegos Vázquez en lugar de ir a Guatemala a comprar telas, fue a aprender cómo hacerlas en territorio mexicano.

Hoy esas ricas telas de uso ritual y cotidiano se producen en Tuxtla Gutiérrez gracias a la capacidad que el maestro Leopoldo tuvo para asimilar hilados, tejidos, urdimbres, diseños, tinturas y construcción de telares tradicionales.

La tarea de rescate -en Chiapas esta artesanía se había dejado de hacer dos siglos atrás-, fue respaldada en 1999 por el Conacultaa través del Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias PACMyC.

Los “cortes del Quiché” -con orígenes remotos en los departamentos de Quetzaltenango y Huehuetenango, Guatemala- se urden en telares de cintura y pedal, previo hilado a mano del algodón y la lana en malacates de todos los tamaños.

Del taller de don Leopoldo, también instructor de danza en la mayordomía del Rosario, salen lo mismo floridas faldas de “enredo” o de “costal” y nagüillas, que huipiles de “cabeza” y de vestir; ceñidores, blusas, cotones, servilletas y mantas de uso ritual.

Estas “mantas” tienen forma cuadrangular, pueden ser hasta de un metro cuadrado y su aplicación es múltiple en los usos tradicionales de la comunidad zoque de Chiapas, pues lo mismo sirven para envolver un santo que para entregar un regalo de uso personal.

Los mayordomos, por ejemplo, las portan en ceremonias religiosas como símbolo de autoridad; en cierto ritual las emplean para lavarse las manos; y en intercambios familiares la gente envuelve con ellas regalos de pan, chocolate, cigarros, azúcar y licor.

Las danzas zoques son animadas con sones y minuetes instrumentados con jarana, guitarra y violín, y su principal componente artístico fue aportado por la cultura española, ya que la temática y la coreografía son predominantemente prehispánicos.

Estas danzas, la mayoría de origen indígena y con pocos elementos culturales hispánicos, son el principal pendón de etnicidad –junto con los ramilletes- de los zoques chiapanecos quienes las defienden de los ataques de la cultura mestiza.

El calendario anual del grupo coreográfico de la Virgen del Rosario empieza con la Danza de las Viejas (Yomo etzé), del 30 de enero a la primera semana de febrero; en este mismo mes sigue con la Danza de la Pluma de la Guacamaya (Napapoc etzé).

El Día de la Santa Cruz, tres de mayo, se baila la Danza de los Negros en la cual se representa una corrida de toros en la que los danzantes, pintados con mateca y tizne de carbón, lidian un toro que según las tradiciones ha sido robado y vendido por esclavos africanos libertos.

En junio, en el Corpus Christi, se interpreta la Danza de la Tierra (Natz etzé) la cual simboliza la fertilidad de ésta mediante el apareamiento de dos iguanas. La coreografía se realiza frente a la imagen del Santísimo y cada año hay pleito entre Mayordomía y Diócesis.

Ocho días después, en ocasión de la Octava de Corpus Christi, los zoques bailan la Danza de los Calzones (Tonguy etzé), cuyo tema es un pleito taurino de ganadería entre vaqueros asturianos (con calzones de cuero) e indígenas vestidas de rojo.

En agosto se celebran cuatro santos: Domingo de Guzmán, San Jacinto, San Roque y San Bartolomé. La coreografía estelar en estos casos es la Danza del Perro, en la que los niños juguetean imitando lo que hacen los perros: huelen aquí y allá, muerden y levantan la pata.

En septiembre se baila la Danza de San Miguel Arcángel para recordar la persecución religiosa de los años 30 en Chiapas y Tabasco por cuenta del ex gobernador Tomás Garrido Canabal; y en octubre el homenaje es para la Virgen del Rosario, patrona del barrio zoque de Tuxtla.

En diciembre, en ocasión de las fiestas de la Virgen de Guadalupe y la Navidad, el grupo de danza de la Virgen del Rosario representa la Danza de los Pastores, una de las pocas coreografías con elementos españoles o mestizos.

Una de las coreografías mestizas en proceso de rescate es la Danza de la Malinche -probablemente se represente en septiembre próximo- cuyo tema es la conquista de México y sus principales protagonistas son Marina, Hernán Cortés, Moctezuma e Isabel de Castilla.

Entre los aspectos más interesantes de esta danza figura la reivindicación que los zoques hacen de Petenal (Marina o Malinche) como princesa indígena de su etnia, la cultura más antigua de México y probable madre de los olmecas.

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