Gobernar, se antoja pensar, es la tarea de armonizar los intereses del pueblo de manera de alcanzar una elevada calidad de vida para todos. Pero los gobiernos de la actualidad más parecen represivos y punitivos que organizativos.
Ya nos hemos acostumbrado a ver en los noticieros televisivos de la mañana las escenas de violencia y represión. Los maestros son un denigrante ejemplo de estas luchas salvajes que dejan mucho que desear en lo que respecta a ética y civismo.
Nos hemos acostumbrado a desayunar con la cara fea de nuestras sociedades. Diría yo que el gobierno del Distrito Federal se ha vuelto más tolerante con estas grandes marchas que bloquean importantes vialidades, que con los desechos naturales de los cánidos.
Y en este ambiente poco agradable, dejamos de ver la labor de personajes que día a día hacen patria a través de su labor callada, a la que también nos hemos acostumbrado, de suerte que no nada más no la reconocemos, sino que inclusive la castigamos.
En Piedras Negras ocurrieron recientemente tres casos que ponen en evidencia lo anterior. El primero corresponde al padre Carlos Aguilera, párroco de la iglesia de Villa de Fuente. Por años ha trabajado para dar albergue a niños huérfanos, o hijos de padres que por causas de fuerza mayor no pueden atenderlos.
A la fecha suman cincuenta pequeños a los cuales el padre Carlos ha de alimentar, vestir, atender en cuestiones de salud, dar educación escolar, formar moralmente, asistir en sus necesidades emocionales y de diversión. En pocas palabras, el sacerdote se ha echado a cuestas una tarea que en rigor corresponde al propio gobierno brindar. El padre recibe aproximadamente 15 mil pesos al mes como apoyo económico oficial y ahora resulta que Hacienda pretende imponerle una sanción económica de 157 mil pesos, por no haber hecho el trámite para la exención de impuestos.
Sabemos lo que son los trámites en nuestro querido México, y lo que lleva en tiempo y en dinero registrar una asociación civil ante la Secretaría de Relaciones Exteriores y ante Hacienda... Todos hemos vivido el burocratismo en carne propia y el padre Carlos, o atiende a los cincuenta huérfanos, o se dedica a hacer trámites de oficina, así de simple.
El segundo y no menos vergonzoso caso, corresponde a una multa por ensuciar la Plaza Roma, impuesta al párroco de la iglesia de San Juan, el padre Candelario Oyervides. A través de Cáritas, el buen sacerdote logra proporcionar alimentos a los migrantes. Ellos cruzan la calle y consumen su ración en la plaza, y muy probablemente dejen regados envases de bebidas o alimentos.
Tirar basura es un mal generalizado, más cuando escasean los recipientes dónde depositarla. Multan al sacerdote porque los migrantes ensucian la plaza cuando les da de comer. Aquí habría que preguntarnos primero de quién es la responsabilidad de asistir a estos migrantes, y además dejar en claro si la plaza pública ha sido donada a la iglesia de San Juan para que ésta sea responsable de la basura de aquélla.
El tercer caso corresponde a un fino amigo, el señor Francisco Borrego, personaje altruista que por más de cuarenta años ha dedicado gran parte de su tiempo a ver por las necesidades de los grupos marginales, llámense niños enfermos, discapacitados o ancianos. Parte de su labor es traer de los Estados Unidos alimento, medicamento, juguetes y aparatos ortopédicos para obsequiar a esas personas necesitadas.
Dudo que alguien local no conozca su obra, ajena a cualquier afán de lucro. Este personaje en incontables ocasiones ha sido detenido al momento de cruzar el puente internacional con su carga de productos. Inclusive en alguna ocasión le rompieron un permiso con el cual él internaba libremente barras de pan que desechan las tiendas norteamericanas de comestibles. Me dice con enorme tristeza ¡ahora esas mil barras se tiran a la basura! El alegato para bloquearlo: que no pertenece a ninguna O.N.G que lo respalde.
¡Vaya! Si él por sí mismo es una institución. Y además está visto con los dos casos anteriores, que de poco sirve constituirse en una O.N.G., si se les trata casi como delincuentes por hacer lo que en rigor correspondería a las autoridades.
Tenemos una pobreza histórica; una incapacidad histórica de las instituciones para sanarla. Se solicitan apoyos para subsanar las deficiencias que nuestros impuestos no alcanzan a cubrir gracias a todo lo que la burocracia absorbe de ellos para sostenerse. Y cuando surgen personas u organizaciones dispuestas a poner un parche al mal. ¡Los tratan con la punta del pie! Cómo pudo haber dicho Chava Flores, ¡A que le tiras... mexicano!