¿Por qué si todavía no estrenan “Hulk” ya venden tantas cosas de la película? Me preguntó mi hijo, y en verdad me puso a pensar.
Indiscutiblemente vivimos en un mundo que avanza a grandes zancadas, en pos de lo novedoso. La fama, el reconocimiento, el poder y el dinero ocupan un lugar preponderante en los mensajes que recibimos a través de los diversos medios de comunicación verbal y no verbal.
No es infrecuente vernos afectados por actitudes de individuos, quienes definitivamente se quedan “ganchados” a elementos vanos, y harán cualquier cosa por mantenerse dentro de lo que la corriente marca. El individuo como tal deja de ser tan importante sumido en un torbellino de elementos externos que lo desvirtúan, lo anulan y merman su estima personal.
Un buen caso es el del físico: Por todos los canales posibles nos bombardean con mensajes de cómo ser más jóvenes, bellos, atractivos, sensuales, envidiados y amados. Un alud de píldoras, cremas, masajes, aparatos para ejercicio, clínicas y pócimas mágicas prometen volvernos unos modelitos. No pocas personas se dejan engatusar, o simplemente viven sufriendo por no alcanzar aquel ideal de magazín.
De igual manera pasa con todos aquellos productos que lanza la mercadotecnia. El último volumen de Harry Potter, que empezó a circular hace dos días, se agotó en unas cuantas horas. En lo personal, me puse a leer parte de los libros dos y tres de la misma serie, y considero que carecen por completo de valor literario, tienen una calidad sintáctica muy pobre y la traducción es pésima. Pero, claro ¡qué importa eso, si es lo que está de moda!
Lo mismo sucede con personajes, tendencias, arreglos, vestidos, peinados, lenguajes y conductas... La fuerza de la corriente va arrastrando cuanto encuentra a su paso, y no precisamente para enriquecimiento cultural de las nuevas generaciones. El chico vive con identidades prestadas, por un rato, cambiantes, que pronto caducan. Se define y redefine a gran velocidad, y no logra hallarse a sí mismo. O más bien, no logra apreciarse por lo que es, al margen de los elementos que la sociedad marca para establecer la vigencia de un individuo dentro de ella.
Aquellos tiempos cuando el joven podía contar con un espacio muy personal, sereno y tranquilo, a donde comenzar a entender los cambios que le van ocurriendo cuando deja de ser niño, se han perdido. Hoy, el chico vive por instantes aquel análisis, en un hacinamiento de personas, ideas e imágenes que poco o nada ayuda, y finalmente no logra asimilar los cambios como propios, por decisión personal. El grupo lo fuerza a asumir comportamientos de cohesión, y aquéllo se convierte en un conjunto de almas amedrentadas que buscan encontrar en la solidaridad la fuerza para seguir adelante.
Un simple ejemplo son las muletillas que vienen a sustituir el ya de por sí empobrecido lenguaje de los adolescentes. Algunas palabras sin sentido suplen, de acuerdo a su tono, inflexión y momento, el lenguaje que pudiera denotar estados de ánimo, ideas o percepciones. Me viene a la mente la que hoy tanto manejan los jóvenes: “Neta” es la palabra que a una vez indica lo bueno, lo malo; lo bello, lo feo; lo correcto y lo incorrecto. El chico o la chica se concretan a decir “neta”, y se olvidan de ejercitar la neurona para expresarse con corrección. El líder impone un estilo y los demás lo copian fielmente, sin acaso pasarlo por el tamiz de la razón.
Niños, jóvenes y muchos adultos siguen la corriente para no estar fuera de la moda. Aún cuando no comulguen con una idea o un modo de actuar, hacen exactamente lo que los demás, por el temor a ser excluidos del grupo, tanta es la necesidad humana de pertenencia.
Sin embargo, el precio que se paga es el de la pérdida de individuación; se carece de originalidad, se apagan las iniciativas personales, y nos convertimos en parte de la gran masa que copia a los de arriba o a los de moda, anulando toda posibilidad de realización auténticamente personal.
Nuestros chicos tienen derecho a un espacio y un tiempo para ser, para ir encadenando una a una sus expectativas, entender sus limitaciones, y definir sus propios gustos e inclinaciones. Nosotros como adultos estamos obligados, primero a ser guías con nuestro propio desempeño como individuos, y luego a proporcionarles esos espacios que les infundan el valor necesario para lanzarse al mundo siendo lo que ellos desean, y no lo que otros imponen.
El tiempo pasa y no regresa. Más vale ir empezando, cada cual con lo que nos toca emprender, antes de que sea tarde para los que vienen atrás.