Hay trágicos sucesos relacionados con el alcohol, como el de un fratricidio ocurrido en la ciudad de Monclova durante la semana. Un joven recién liberado de prisión mata a su hermano quien le había dado asilo temporal; ambos al extremo alcoholizados protagonizaron una riña que terminó con saldo de sangre. El motivo de la misma era noble, los resultados dramáticos.
Tratando de comprender un poco más lo que a alcoholismo se refiere, me metí a la página de A.A. de México en la red. Lo primero que me sorprendió es que la asociación considera que haya en México un 9.6 por ciento de alcohólicos entre la población general, cifra que se duplica si consideramos que el 50 por ciento de la población corresponde a menores de 15 años.
Aún más me sorprendió que fuera yo el visitante número 38,990; de hecho no se menciona en la página la fecha de su fundación para determinar cuántas visitas debería tener. Pero partiendo de que haya un aproximado de seis millones de alcohólicos en México, y que cada alcohólico afecta al menos a tres convivientes, la página de A.A. es visitada por uno de cada 620 personas directamente afectadas por el alcoholismo.
Allí tendríamos como primer elemento relacionado con el crecimiento de la población alcohólica en nuestro país la falta de información. En la medida en que continuemos considerando la adicción al alcohol como un “vicio” que se arranca a voluntad, las cosas no habrán cambiado mucho. Continuará visualizándose el alcohol como un elemento asociado a la virilidad, que da cuenta de poder y dominio, cuando en realidad es todo lo contrario. El alcohólico se convierte en la burda caricatura de lo que cree ser, situación dolorosamente paradójica.
Un segundo elemento que quizás se pase por alto, son los cambios funcionales que provoca la intoxicación con alcohol. Hay una porción del cerebro que se encarga de inhibir los comportamientos socialmente reprobables; el alcohol bloquea esta porción y el individuo andará haciendo cosas que fuera de la borrachera no haría. Desde las más simples y jocosas, hasta las más trágicas. Asimismo se pierde la relación tiempo-distancia, lo que explica buena parte de los accidentes viales. Según estadísticas de A.A., CONADIC, y La Jornada, el alcohol está involucrado en un 12 por ciento de los accidentes viales y un 28 por ciento de los casos de homicidio.
Un importante estudio llevado a cabo por el Dr. Arzeno y colaboradores, publicado en la revista argentina ALCMEON en 1994 menciona cómo afecta el alcohol al individuo en sociedad: En el campo laboral provoca ausentismo en un 45 por ciento de los casos; abandono laboral en un 29 por ciento; despido en un 23 por ciento; accidentes de trabajo en un 16 por ciento; fricción con los compañeros en un 13 por ciento y hacia el patrón en un 11 por ciento. Con respecto al hogar, desencadena estado de tensión intrafamiliar en un 86 por ciento; riñas en un 67 por ciento, y ruptura del vínculo familiar en un 22 por ciento, del cual nueve por ciento corresponde a divorcios.
Y así podríamos seguir enumerando los múltiples daños que provoca el alcoholismo en nuestra sociedad, sin embargo hay que citar las importantes conclusiones del trabajo del Dr. Arzeno:
El alcoholismo es una enfermedad con dos componentes. Uno metabólico y otro psicosocial. Es el resultado de la combinación entre una sensibilidad física particular y una obsesión por consumir alcohol. Ello lleva a lo que conocemos como fenómeno de tolerancia, o sea que el individuo requerirá cantidades cada vez mayores de alcohol para obtener un mismo efecto, derivando en alcoholismo.
Los tres factores que llevan a un alcohólico a comenzar una etapa de consumo inmoderado son: Estados emocionales que tienen que ver con el afecto; ambiente social que facilita el ingerir alcohol o bien el dolor por una pérdida determinada.
Un tercer dato muy importante es que las edades en que la población inicia una ingestión compulsiva de alcohol se ubica para el varón en los 26 años, y para la mujer en 29, aunque hay un 14 por ciento de hombres que ya son adictos antes de los 15 años, y un lamentable cuatro por ciento de niños que son alcohólicos antes de los nueve años.
Grandes presupuestos se han destinado a combatir el uso de drogas y el tabaquismo, sin embargo se percibe una perversa complacencia de autoridades e iniciativa privada con lo relativo al alcohol. Veamos cuántos padres, hijos y hermanos habrá que llorar antes de que se emprendan campañas de concientización que muestren la cara fea del alcoholismo, la que asoma sus fauces de cuando en cuando en la nota roja de los diarios.