Tengo una alergia congénita a las fechas, y precisamente en estos días acabo de sufrir una recaída. Resulta que ahora se ha decretado que septiembre sea el Mes del Testamento, y un comercial televisivo de no sé cuántos millones de pesos exhorta al empobrecido pueblo a utilizar el mes de septiembre en la elaboración de un documento donde se establezca el modo en que quiere que sea distribuido su patrimonio.
Lo primero que me causa ronchas es imaginar cuánto pudo haber costado el susodicho espacio televisivo. Y calcular cuántas piezas de pan bolillo y litros de leche habrían podido repartirse en el campo con el monto de dicha publicidad.
Comienzo con un escozor generalizado al tratar de adivinar quién decretó que septiembre fuera el Mes del Testamento. Precisamente coincidiendo con el momento cuando la tasa de desempleo alcanza cifras no vistas en los últimos cinco años.
Tanto Abascal como Canales nos dicen que hay que tener paciencia y llamar a “Chambatel”. Como haría un padre con sus hijitos “bien” para exhortarlos a que aplacen su salida de fin de semana a Las Vegas, o que se esperen un mes para cambiar de convertible... Cuando el problema real está en los desempleados de carne y hueso, quienes no tienen un trabajo diario para dar de comer a sus hijos.
Los que andan sudorosos en camión, y han de conformarse con un par de tortillas y una ración de frijoles para aplacar el hambre de todo un día. A estos desempleados de verdad no va dirigido ninguno de los mensajes de los funcionarios almidonados; los pobres no reciben ninguna palabra de esperanza, no figuran en la agenda.
He aquí la causa del agravamiento de mi alergia a las fechas, porque parece una burla descarada hablar de herencias cuando el pueblo padece hambre, enfermedad, desempleo, analfabetismo y desesperación. Y no sé qué pueda heredar a sus hijos el jornalero o el albañil, además de vergüenzas, deudas y compromisos.
Hablando de fechas, ahora que están de moda las encuestas sería interesante que nos entrevistaran a los mexicanos para ver qué tanto conocemos respecto a las fechas oficiales de nuestro calendario... Sospecho que los resultados serían bastante bochornosos.
Ha caracterizado al gobierno Foxista, es la insistencia en vender imágenes. Nos presentan a la familia sana, bien nutrida y contenta; el cabello perfectamente cortado y una ropa limpia y recién planchada, jugando en unos parques preciosos. Y nos venden la idea de que hay que ir con un notario a hacer un testamento.
En días pasados charlaba con mi hijo de doce años con respecto a la figura de John Lennon, y le enumeraba algunas razones que lo convirtieron en un símbolo de una lucha generacional en la entrada de los años setenta.
Tan representativo fue Lennon, que todavía a la fecha su testimonio es válido para las nuevas generaciones. Al contraponer elementos de esta envergadura con las imágenes arriba mencionadas, me doy cuenta que este empecinamiento representa un gran despilfarro cuando hay tantas carencias de primer orden.
Por ejemplo, nos hablan del “adulto mayor” o del “abuelito”, como si la palabra “viejo” se hubiera vuelto de alguna manera peyorativa. A pesar de mi alergia a las fechas recuerdo ésta, pues coincide con el onomástico de mi señor padre, (q.e.p.d.), y a quien sí le agradaba que yo le dijera “mi viejo”. Podrán montar todo un aparato publicitario para decirnos las bondades de cuidar al abuelito, pero lo que uno observa en el mundo real supera con mucho el impacto de la publicidad.
Precisamente esta semana tuve oportunidad de ver una escena muy significativa. Una gran cadena comercial ha contratado de “cerillitos”, no sólo niños, sino a personas de la tercera edad. Por mera casualidad tuve la ocasión de mirar por un buen rato la interacción de unos con otros.
Las ancianas llevaban su cabello recogido y adornado con un moño multicolor, al igual que las chiquillas. Y como ellas, portaban bolsas o mochilas pequeñas. Se respiraba un ambiente de cordialidad y las barreras generacionales definitivamente se habían borrado.
Entre mujeres charlaban grandes con chicas como iguales; entre varones la cosa parecía más fría. Sin embargo quedaba un mensaje muy claro: Nuestros viejos pueden mantenerse activos y ser productivos, y sobre todo, servir de mucho a las generaciones que apenas van despuntando. La imagen de la mujer mayor con la niña de nueve o diez, ambas platicando respecto a sus respectivas mochilas, es algo que no podrá borrarse de mi mente. Un hecho real me platicó mucho más que una hora de tiempo aire.