No considero que en México haya una profesión más privilegiada para la convivencia familiar que la de maestro. Los programas de la SEP que varían por sexenio son actualmente laxos, así el maestro disfruta vacaciones varias veces al año. Simplemente ahora, un puente de cinco días luego de haber laborado dos, al regreso de las oficiales dos semanas de vacaciones por la Semana Santa. Y atrás de ellos viene el descanso anticipado del viernes por el día de la Madre que cae en sábado, y el receso por el día quince.
Esto es, desde el viernes once de abril, último día de clases antes de Semana Santa, hasta el quince de mayo, habrán laborado ocho de veinte días laborales, claro sin contar Jueves y Viernes Santos, primero, cinco y quince de mayo, y fines de semana. Si los contásemos sólo para tener una idea, hablaríamos de que de treinta y cuatro días naturales, se acude a clases sólo en un 24 por ciento.
No deja de ser sorprendente en una nación que para nada ha salido del atolladero económico en que ya estábamos metidos. Y más debería preocuparnos lo que viene: La conclusión del TLC y el poco agrado que le causó a Bush no haber hallado en México un aliado leal en contra de Irak. Es un tópico especializado que dejamos en manos de los sesudos economistas que suponemos, saben lo que hacen. Aunque está visto que no tienen mayor injerencia en la planificación global del futuro de México, dentro del rubro educativo.
Nada más para tomar un punto de referencia: Japón al término de la Segunda Guerra Mundial quedó totalmente destruida; para las nuevas generaciones, podría parecerse a un Bagdad. Sus edificaciones, campos de cultivo y familias desintegrados, con el riesgo latente de la radiación que a muchos mató y que aún ahora a una generación de distancia sigue manifestándose.
En fin, aquel Japón quedó en los recuerdos de los mayores, quienes de alguna manera alcanzaron a rozar el desastre. Hoy se erige como una pujante nación de primerísimo mundo capaz de competir con cualquier economía europea o norteamericana. Claro está, lograron esto trabajando de Sol a Sol, de lunes a sábado, sin vacaciones, puentes o recesos. Como ejemplo, hace tres días, cuando nosotros celebramos el Día Internacional del Trabajo haciendo todo lo contrario, ellos lo festejaron en sus centros laborales, mediante una ceremonia sobria y discreta, y ya.
¡Vaya que si me he perdido en disertaciones! Mi punto a tratar es otro: Todos esos tiempos muertos de la SEP no son necesariamente los mismos descansos para las empresas. Y sucede que si el chico estaba solo en casa porque los padres trabajan, ahora está más solo.
La empresa privada y las instituciones paraestatales se rigen por el calendario oficial para marcar los días de descanso obligatorio. Y aún más, la industria maquiladora con su “american style”, en ocasiones corre el festivo cerca del fin de semana, de suerte que por uno u otro camino, el chico sigue estando solo en casa. O acompañado por algún electrodoméstico, habitualmente la televisión o el radio, o en el peor de los casos encenderá la licuadora en ratitos, para no sentir el peso de la soledad.
En uno de cada cuatro casos se trata de familias encabezadas por una madre sola, quien probablemente deja bajo llave a dos o tres chiquitines, lo que en ocasiones ha terminado en desenlaces fatales cuando ocurre un accidente dentro del hogar.
“Los Niños del encierro”, título altamente aplicativo a nuestros niños, claro, a excepción de los privilegiados hijos de los hijos de la SEP, quienes definitivamente ven expandidas con mucho sus posibilidades de convivencia familiar.
Como diría Héctor Suárez en su célebre programa que difícilmente llegará a superar a lo largo de su vida: ¿Qué nos pasa?...
Algún maestro podría enarbolar que en una economía como la japonesa, dentro de la cual la competitividad es la premisa número uno, los niños no tienen mucha oportunidad de disfrutar su infancia, y el índice de suicidio entre adolescentes ubica a este país a la cabeza.
Asimismo, es verdad que una economía capitalista que ha cubierto todas las necesidades materiales del individuo lo lleva a excesos, de los cuales tenemos variados ejemplos en los países del primer mundo.
Tales argumentaciones no invalidan lo dicho: Es un hecho ineludible que nuestros niños están muy solos en esos recesos, y que más complicada la verán si progresa aquello del “horario discontinuo”, donde a no sé qué genio se le cargó la nostalgia, y pretende volver a los viejos tiempos de nueve a 12 y de tres a cinco. Aunque claro, esto ya es tema para una futura colaboración.