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Contraluz / Marte vino, Marte se fue

Dra. Ma. Del Carmen Maqueo Garza

En los últimos días de este mes, Marte pudo verse más cerca de la Tierra que nunca jamás. Pues aún cuando es un fenómeno que ya se había presentado antes, ahora contamos con tecnología de punta que permite aprender una infinidad de cosas de dicho acercamiento. Lo leímos, lo escuchamos o lo vimos, como un pequeño titular en los dos siguientes días, y hasta allí.

En cambio, la imagen que ha ocupado incontables espacios noticiosos esta semana de manera reiterada, corresponde a Madonna besando de forma poco convencional a dos celebridades de su mismo sexo durante un evento público.

En lo personal me resulta de mal gusto la publicación excesivamente gráfica que le dieron, pero es indiscutible que sucesos de este corte resultan un gancho publicitario dentro del mercadeo y que por ello son tan socorridos. Satisfacen esa vena de morbo que todos llevamos dentro, y dan pie a especulaciones y chismorreo a cual más, lo cual también gusta a muchos.

En fin, más que el aspecto nada estético de las citadas fotografías, me gustaría tratar de entender por qué en un mundo lleno de avances tecnológicos y científicos, en el cual cada segundo se descubre algo nuevo, nos empecinamos en producir y en consumir chatarra mental, como quien declina un suculento plato de langosta por una bolsa de chicharrones con salsa valentina... Y que en lugar de mejorar de estilo hacemos todo lo contrario, y que lejos de encontrar aliento en que las cosas mejoren nos saturamos de imágenes, textos y motivos desesperanzadores.

Vaya, si levantáramos una encuesta respecto al número de veces hallamos citado en los diversos medios de información el acercamiento de Marte con la Tierra, y cuántas el besuqueo, sin temor a equivocarme superaría el segundo al primero. Entonces me pregunto: ¿Cuánto habremos crecido como seres humanos con ver a Madonna? Y por otra parte pareciera que el que Marte vaya o venga no nos hace ni cosquillas, como si hubiéramos perdido la capacidad de asombro con relación a este tipo de eventos espectaculares, de una sola vez en un milenio, y que no verán muchas generaciones por venir. En tanto los hábitos personales de una cantante cobran una importancia desmedida.

Vivimos en un país poseedor de uno de los más elevados índices de analfabetismo a nivel mundial. En el mejor de los casos el ciudadano promedio lee el periódico o algún manual técnico, y tiene poca oportunidad de ponerse en contacto con otro tipo de lecturas. El conocimiento que tiene del mundo, de la historia y de sí mismo, lo establece a partir de los materiales que llegan a su cerebro. Y buena parte de estos materiales son basura.

Por lo anterior inferimos que al confrontar su persona con el mundo que lo rodea, no tiene muchos recursos para sentirse feliz. No pocas veces se sentirá que poco vale él, o el mundo, o ambos, lo que por lógica ha de conducir a depresión, apatía o frustración.

Si leemos un poco sobre la biografía de los personajes que han cambiado la historia, nos daremos cuenta de que desde pequeños tuvieron una notable capacidad de asombro y un particular interés por investigar aquéllo que les rodea. Fueron los grandes descubridores que han marcado un hito en la historia de la humanidad. En días pasados la conductora de un concurso “de conocimiento” preguntó el nombre del “inventor de la teoría de la relatividad”, lo que resulta una paradoja, pues la señora por lo visto desconoce que en la naturaleza no se inventa, sólo se descubre y que el método científico sigue unos fundamentos precisos, y que la metodología para llegar a la verdad última sigue una serie de pasos bien definidos, que no se improvisan.

Estamos viviendo dentro de un mundo contradictorio, materialista, que no conoce a Dios. Los valores son vistos como debilidades y las agresiones como actos heroicos. Lo blanco se ve negro y viceversa; lo bueno se cuestiona, y lo malo es siempre relativo, atenuado o queda impune. Se acerca Marte como nunca lo volveremos a ver, y lejos de enfocar las mentes jóvenes a su investigación y conocimiento, nos entretenemos en taladrar en la mente imágenes de burdel con toda la intensidad de que es capaz la tecnología informática moderna.

Dos preguntas quedan al aire: La primera es ¿De dónde nace esta tendencia? Y la más preocupante: ¿A dónde nos llevará?

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