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Contraluz / Más allá de la piel

Dra. Ma. Del Carmen Maqueo Garza

La vida es un gran contínuo dentro del cual tuvimos la fortuna de haber nacido. Nuestra existencia es una partícula en el concierto universal e intemporal del cosmos.

Desde el momento en que nacemos, cuando nos hacemos presentes con un primer grito sonoro, hasta el ocaso de la vida que conlleva la merma propia de las funciones corporales, la existencia va teniendo muy diversas etapas.

La adolescencia viene a ser un período crucial, quizás tan importante como el nacimiento. Cuando llegamos al mundo por vez primera, el entorno nos asigna un sexo, un nombre y una nacionalidad. Durante la adolescencia es nuestra propia voluntad la que va definiendo qué queremos ser y lograr a lo largo de nuestra vida.

El cuerpo cambia en su forma y función como efecto del caudal de hormonas que circula por los ríos internos de nuestro ser. Cada día nos miramos al espejo y vemos algo que no estaba ayer; de igual manera vamos viendo al mundo con otros ojos, percibiendo elementos que hasta hace poco no habríamos notado. Es una etapa de rediseño físico; muchas veces al extender un brazo se tira un objeto de la mesa, pues no se calcula la longitud de éste.

Son años preciosos cuando se afianzan amistades; aprendemos a correr el riesgo de confiar nuestros secretos, de ser vulnerables y compartir.

Comenzamos a descubrir en nuestra piel geografías hasta hace poco insospechadas, y se atisba lo que una caricia es capaz de desatar en todo nuestro ser, hasta ponerlo a temblar. El amor parece salirse por los poros, y comenzamos entonces la etapa de dar y darnos, que habrá de culminar en forma plena ?idealmente- cuando sea el momento adecuado.

La piel se convierte entonces en la frontera entre nuestro propio ser y el mundo, el punto que nos mantiene en contacto de una forma que en ratos es irreflexiva, y nos puede llevar a un no poder contener nuestras sobradas energías.

Dado el potente caudal de hormonas que se llevan dentro, en un segundo la piel hace que la mente pierda la batuta, suponemos que aquellas explosiones de los sentidos han de ser amor, y luego de un breve período de agitaciones y descargas, posiblemente mucho se habrá perdido, y para siempre.

Claro que está de moda el sexo, podemos verlo en cualquier escena televisiva, de cine, portada de revista o portal de internet. Está de moda la propuesta de practicarlo sin límite, como la gran liberación del ser humano. Sin embargo, nadie nos dice que atrás de aquella liberación está la pérdida de la estima propia y de la pareja. Nadie nos advierte que el sexo es adictivo, y que una vez que comenzamos es difícil dejarlo.

Y sobre todo, la publicidad que nos invita a practicarlo como un evento competitivo de ?a ver quién puede más y mejor?, está totalmente alejado del concepto precioso de la entrega personal al ser amado. Ese confiarse ciegamente, dejar al descubierto lo que se es y lo que se tiene precisamente a aquella persona que nos inspira ternura y cariño, como ninguna otra.

En el momento del máximo placer, la chica escucha palabras bonitas como ?te amo?, de las cuales quedarán dolorosos huecos cuando el calor haya pasado. Quizás convirtiéndose en la declaratoria de amor más punzante, como piedrecilla que hiere a cada paso, y nunca se borra.

Ahora vienen a mi mente unas palabras de mi padre cuando me enseñaba a manejar. Con la torpeza de mis doce años dejaba caer el pie sobre el acelerador, y avanzábamos a sobresaltos. Entonces me dijo: ?Saber manejar no es saber acelerar, sino saber frenar?. Frase que sería por demás válida cuando hablamos del amor físico, ese que se da entre dos personas decididas a comprometerse en todas y cada una de las esferas de su vida.

Más allá de la piel está una mente que planea cómo alcanzar su estrella. Un corazón que se prepara a entregarse confiadamente al ser amado. También más allá de la piel está el cinismo de unos, la angustia de otros, la indiscreción o la vanidad de muchos... Está el error que se paga caro, el niño que nace sin ser deseado, o aquél cuya vida se siega cuando apenas germina. Está el sexo hueco, la lubricidad de los instintos, el desgaste ocioso.

Más allá de la piel: Estás frente a la hoja en blanco de tu propia historia; tú decides que habrás de poner en ella.

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