En esta semana que concluye se conmemoró el 50 aniversario del voto de la mujer en México.
A partir de aquel 17 de octubre de 1953 se echaba abajo una serie de tabúes que nos colocaban como género muy por debajo del sexo opuesto.
En este medio siglo se ha avanzado notablemente en diversos rubros; en otros pareciera que nos hallamos empantanados, y para ejemplos hay muchos. Ahora, cuando se habla con insistencia de una posible candidata a la Presidencia de la República, aún hay casos sumamente dolorosos, que deberían existir solamente en los anales de la historia.
Precisamente esta semana llegó una joven mujer a recoger a su hijo a la sala de recién nacidos. Al momento de entregar a una criatura se cubren requisitos mínimos de seguridad para verificar que quien se presenta es realmente la madre. La muchacha de veinticuatro años, madre por cuarta vez, no sabía leer, de suerte que no podía identificar los documentos de su hijo.
Presentaba dos credenciales de elector.La primera con su nombre al reverso y la segunda con una cruz. Y no supo dar su domicilio. Tuvo que intervenir su esposo para proporcionar la dirección, leer los documentos del recién nacido y justificar las dos credenciales del IFE y aclarar que la primera llevaba el nombre de la mujer porque él lo escribió.
Pasaron aproximadamente treinta minutos durante los cuales el personal de enfermería del área corroboró por diversos medios que la reclamante era la madre del recién nacido. La mujercita lloraba en silencio junto a su hijo al cual no le permitían sacar del hospital; el esposo permanecía al lado suyo y contestaba toda pregunta que se le hiciera a ella. Yo pensaba para mis adentros la complicada situación siendo madre ahora de cuatro, sin saber leer.
Desgraciadamente no es el único caso; pareciera que el no salir de aquella situación de ceguera intelectual pudiendo hacerlo, obedece a causas primitivas y oscuras que me duelen como mujer. Se deja entrever un conformismo por parte de ellas, y un singular dominio por parte de los esposos, en una situación de dependencia al extremo que resulta a todas luces insana.
Quienes tenemos la fortuna de saber leer, requeriríamos de todo un juego de la imaginación para sentir por un momento lo que es ir por la calle sin saber qué avenida se cruza, sin tener la certeza de que el camión urbano que se aborda es el correcto. Entrar a la tienda de autoservicio y encontrar la mercancía recorriendo pasillo por pasillo, e identificarla por los colores o la forma del envase, con riesgo de comprar otra cosa.
En el caso de esta mujercita ni siquiera conocía los números, o sea que es difícil que pueda manejar dinero en efectivo sin la posibilidad de que le falte, pues no podría interpretar los precios en las etiquetas, ni la nota impresa que se le entrega con el cambio. Tampoco podría marcar un número de teléfono en una emergencia, ni saber en una tarjeta telefónica cuál es su saldo. Ahora bien, si no sabe dar su domicilio está maniatada para atender una situación urgente de cualquiera de sus hijos.
Estas actitudes de sumisión incondicional por parte de la mujer, y un evidente control nocivo en lo que al hombre corresponde, me resultan piezas de museo que deberían estar en aquel sitio, preservadas detrás de una vitrina. Vivimos en un tercer milenio sumamente complejo en cuanto a información, y es requisito saber leer y escribir desde pequeños, para ir a la par de los constantes movimientos del saber humano.
Conocí la nobleza de los programas del INEA a través de mi difunto esposo, el cual coordinó por un buen tiempo la dependencia en la región. Una vez que la persona asume la necesidad como real, es sencillo aprender a leer y a escribir, terminar la primaria, o hacer la secundaria y la preparatoria. El INEA tiene programas de detección de necesidades. Sin embargo, falta abordar a estas mujercitas jóvenes que por ellas mismas difícilmente se acercarían a la alfabetización.
¿Por qué no establecer un convenio de detección entre el INEA y los servicios de trabajo social de clínicas y hospitales del Sector Salud que cuentan con salas de maternidad? Dejamos la pregunta al aire, esperamos que las autoridades correspondientes no la desechen.
Sufragio efectivo en el más amplio sentido de la palabra, haciéndolo valer al votar, sufragio que incluya a todos los ciudadanos con derecho a manifestar su voluntad política desde la tribuna del diario quehacer.