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Contraluz / Un niño, una estrella

En esta semana se celebra el Día del Niño; buena oportunidad para festejar a tantos niños que el resto del año difícilmente son objeto de alguna celebración.

Vienen a la mente aquellos poemas intemporales en la voz de Rambal que describen el mundo del niño como pocos. A través de su voz nos adentramos al mundo mágico prohibido para los serios y enojones.

Por mi profesión, tengo algunos amiguitos muy especiales, quienes pese a las limitaciones que les impone su enfermedad, son grandes maestros. Hace un par de noches visité a Chelita, la hija menor de una familia de gente pequeña. Ambos padres y ella comparten una talla corta, mientras que su hermano Felipe, de estatura normal, es un valioso apoyo para el resto de la familia.

Chelita me recibe sonriente como siempre, recién salida de la regadera. Pronto su madre la viste para atender a las inesperadas visitas y en breve estamos platicando de una y otra cosa. Hacia la pared a un lado de la cama principal penden incontables fotografías debidamente enmarcadas que narran la historia familiar desde que Angélica, madre de Chelita, durante una gira de trabajo conoció a Santos.

“Fue flechazo, amor a primera vista, y decidí quedarme”. Avanzada la plática hace su arribo el aludido amado en su vehículo especialmente adaptado para desplazarse por la ciudad. Con ayuda de su andador pronto se halla instalado entre los presentes. Es tal el entusiasmo que reflejan sus palabras, que quedan de lado las variaciones físicas de cada cual, y nos centramos a dialogar fundamentalmente acerca de Chelita.

Ella me enseña sus cuadernos de trabajo, y se alegra de que yo festeje sus buenas notas. Pese a que debe usar un aparato ortopédico de apoyo, en ese rato descansa y se mueve de un lado al otro de la habitación recordando a aquellos frijolitos saltarines del México pintoresco.

Definitivamente son una familia feliz, integrada, con metas que cumplir. Jamás, ni siquiera en los momentos en que las complicaciones propias de su enfermedad han amenazado con robarles tranquilidad, les he visto abatidos. Tienen suficiente corazón para amar la vida, para soñar con un futuro para sus hijos, y además interesarse por quienes les rodean.

La madre me regala una fotografía de Chelita, la cual prometo guardar en mi cartera, al lado de las de mis hijos. Ella es de esas chiquitas que lleva uno en el corazón, y siempre tendrán un espacio en nuestras vidas.

Críticas, comentarios agresivos, burlas, siempre los hay, nos dice Angélica. Sabia y amorosamente los neutraliza contestando a los imprudentes chiquillos que no creció porque no comía bien; los agresores aprenden que hay que comer adecuadamente para no quedarse chaparritos. Sabe cada uno de ellos tomar la vida como venga, e inyectar cada día una gran dosis de buen humor. Felipe, lejos de aislarse del resto de a familia es un elemento activo dentro del hogar, así como cuando la madre lleva a Chelita a fuera de casa.

Hoy cuando es la fecha para festejar a los más pequeños, hay que tener la consigna de que todos los niños son especiales, y festejarlos por igual. No es necesario muchas veces gastar en un regalo; habrá tantos chiquitos quienes una simple sonrisa o un abrazo lo conservarán en su baúl de dulces recuerdos para siempre. Ver a cada niño por lo que es, sin comparaciones, sin falsas expectativas. Aprender de estos pequeños maestros a vivir la vida con menos complicaciones, con sencillez, y sobre todo inyectando una buena dosis de entusiasmo y de alegría a lo que se hace, así sea lo más trivial y sencillo del mundo.

Chelita es un bello ejemplo de esta actitud; lo ha aprendido de sus padres, y lo transmite a través de su fácil risa a quien tiene la fortuna de toparse con ella. Santos y Angélica son dos sabios gigantes encerrados en estuches pequeños, que tienen mucho por enseñarle al mundo.

Cada uno de nuestros niños es especial, como especial es una estrella de los millones que pueblan el horizonte, cuando le dedicamos particular atención. Vivamos un Día del Niño ocupados en dar un momento de felicidad a quienes más lo necesitan. Chelita es un gran ejemplo para enseñarnos la forma de lograrlo.

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