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Todo en su momento

Los hijos nos proporcionan grandes oportunidades para aprender a ver la vida desde perspectivas muy variadas. Con los avances de la ciencia y la tecnología, poco tiempo después de la concepción comienza a darse un proceso que durará prácticamente toda la vida. Un proceso interactivo en el cual tanto padres e hijos resultan influenciados por la interacción mutua.

Parece que el tiempo no pasa, y a la vez parece transcurrir demasiado rápido. El período entre la primera vez que sostuvimos entre nuestros brazos a aquella criaturita húmeda que se estremecía fácilmente con los primeros estímulos del exterior, y el momento que podemos estar viviendo ahora, parece en ratos demasiado corto. Sin embargo, si nos ponemos a enumerar las experiencias que se han dado en estos años, caemos en la cuenta de que –paradójicamente- hemos vivido mucho.

En la actualidad me encuentro disfrutando la entrada en la adolescencia de mis dos hijos. Cada uno a su modo va definiéndose ya por sí mismo, ajeno a la opinión de otros. De acuerdo a sus aptitudes, gustos y circunstancias, ya desde ahora atisban a lo que será su vida de adultos; se cuestionan; comparan, y ensayan cual podría ser su destino futuro.

En ellos miro todavía la infancia muy marcada en muchas de sus actividades. En ratos son los niños que gozan de juegos y juguetes. Y en otros momentos me sorprende la madurez con que alcanzan a captar problemáticas frente a las cuales uno quisiera no tener que colocarlos.

Por primera vez van tomando conciencia de la condición perecedera del humano; entienden que el tiempo que se deja escapar nunca regresa, y se cuestionan acerca del proceder de la humanidad como tal. En contraste, se siguen ratos cuando uno goza haciendo trucos de magia y la otra acomodando sus monos de peluche.

El medio también va modificándose. De entre sus amigos hay aquéllos que toman actitudes demasiado adelantadas para su edad. Como si ellos o sus padres –no lo sabría definir- tuvieran prisa por verlos en una etapa más allá de la que cronológicamente les corresponde. Parece que quisieran arrancar a pedazos una coraza de niñez que les estorba, y salir a lucir una nueva piel.

Lo que en lo personal veo de inconveniente en esta precocidad, es precisamente el mundo que les ha tocado a ellos vivir como jóvenes. En otros tiempos ser precoz equivalía en las chicas a tener permiso para pintarse los ojos y leer fotonovelas. Hoy en día es ir a la disco, consumir bebidas alcohólicas,y lo más grave, iniciar una vida sexual a edades de trece o catorce.

En el varón el contraste no es tan grande, pues la sociedad históricamente ha sido mucho más complaciente con los arranques de madurez que pueda mostrar un jovencito. Sin embargo hoy en día el inicio de una sexualidad activa es de alto riesgo para ambos, y a ello me quiero enfocar.

Diariamente en el hospital estamos viendo chicas menores de quince años embarazadas. De entrada, a esa edad el organismo de una mujer no ha completado su madurez para estar en plena capacidad de albergar exitosamente una nueva vida.

Aparte de los aspectos meramente biológicos, están los emocionales, sociales y económicos. Siguen siendo niñas que ahora adquieren la gran responsabilidad frente a un ser humano con una larga lista de exigencias.

Si analizamos los mensajes subliminales que reciben los jóvenes a través de canciones, videoclips, telenovelas, películas y similares, podríamos concretar que dicen a la jovencita:

Si te gusta el chico, si te sientes sola, si estás muy contenta, si estás deprimida, para que no te cuenten, si quieres divertirte, luego de un baile “padre”, para estar “en onda”, porque todas lo hacen, para que te acepten, para que no se vaya... acuéstate con él.

De alguna manera haré llegar este fragmento a Maná, quien quite y decidan hacer una canción para que las chicas de trece que se portan como de dieciocho, y que comienzan a correr riesgos a lo tonto, vayan abriendo los ojos antes de que las veamos pariendo en vez de hallarlas gozando en preparar su fiesta de quince años...

Todo a su tiempo. Para todo está el momento preciso. Las precipitaciones conllevan riesgos innecesarios. Todo a su tiempo...

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