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Soñar y comer

Atender niños en las salas de un hospital del sector salud ha resultado mi mayor fuente de inspiración. En ellas se estudia la vida vista desde un sinfín de perspectivas, y se entiende un poco más acerca del rumbo de la humanidad.

Hace un par de días ingresó sin vida una pequeñita de varios meses a quien me tocó atender al momento de su nacimiento. Fue prematura y requirió quedarse en una incubadora por espacio de algunas semanas, y ahora moría por broncoaspiración. La reacción del personal más joven al enterarse del caso fue de indignación, ¡cómo es que los padres no notaron que la niña pudiera haber vomitado, o que ya no se movía? La explicación es muy simple, las inclemencias del frío llevan a la madre a cubrir lo mejor posible a su pequeñito, de suerte que se amortiguan los ruidos, desde los que produce el bebé al moverse, hasta el de un vómito; convirtiendo a la broncoaspiración en un mal de esta temporada.

Hace escasos días falleció un muchachito con un padecimiento de larga evolución que nunca estuvo totalmente estudiado. La madre con escasa cultura médica simplemente no pudo medir la magnitud de la enfermedad, y nunca atendió todas las indicaciones médicas del caso. Inclusive mientras el niño agonizaba la madre se encontraba dormida, y poco le impactaron mis palabras acerca de la gravedad del niño. Esa madre amodorrada se desplomó diez minutos después, cuando el niño expiró. Nuevamente surgieron los comentarios de que si ella sabía que su niño estaba muy grave nunca hizo lo que se requería para atenderlo, por qué, etcétera, etcétera... En ambos casos surge la sombra de la ignorancia como facilitador de esos dos jinetes apocalípticos que roban la salud y la vida a quienes más derecho tienen a ellas.

Va lo anterior por los dimes y diretes surgidos a raíz de las declaraciones de Fox con respecto al campo, y la evidente reacción negativa por parte de la sociedad en contra del comentario irreflexivo de que “todo está bien”, en un juicio temerario totalmente alejado de la realidad.

Nuestro pueblo tiene cada vez menos qué comer, inmerso en una cultura muy influenciada por el capitalismo norteamericano. De alguna manera los chiquillos buscan dos o tres monedas para comprarse una bolsa de frituras que amaine el hambre de todo un día. Muchos de ellos no saben leer ni escribir; viven en las calles y duermen en el quicio de alguna puerta. Se vuelven transparentes a la mirada de quienes pasamos frente a ellos, dedicándoles la misma atención que a un poste o un estacionómetro.

...En la pubertad o poco después ocurre lo que es de esperarse en un jovencito que vive por sus propios medios y no conoce un marco referencial para su comportamiento. Ahora el problema cambia y se multiplica; nos enfrentamos con una adolescente que trae al mundo un nuevo ser con un pronóstico poco alentador en los aspectos de salud, nutrición, educación y satisfacciones no materiales. Un chiquillo en el cual se repite la historia de su madre, y la espiral de la ignorancia se perpetúa.

Derecho a la vida, derecho a la libertad, derecho a la seguridad... Derecho a una educación formadora que prepare a los niños y jóvenes de hoy para lograr una vida digna, en la cual encuentren satisfechas sus necesidades como humanos.

Claro, para lograr la satisfacción de una necesidad, primero hay que identificarla. Las necesidades no son sólo mitigar el hambre y no morirse de frío. Aspiramos a que nuestros hermanos menos favorecidos tengan la lucidez mental para plantearse metas de otro orden, y la capacidad para satisfacerlas.

Una sala de urgencias es un indicador bastante confiable del estado que guardan las cosas allá afuera. Observar en cada madre la manera como saca adelante a su pequeño, es entender en qué nivel anda el desarrollo de los potenciales personales en la familia.

Una falacia total y ridícula es afirmar que el campo anda bien; componerle mañana y recomponerle al tercer día es querer alimentar al pueblo con cucharadas de demagogia. Nuestros niños necesitan con urgencia alimentos sanos y suficientes. Pero la cosa no para allí; tienen derecho a una educación que les permita desarrollarse plenamente como individuos.

Soñar y comer: Hay que ver quién hace qué y en qué orden, desde el Presidente hasta el más humilde de los desarrapados. Sólo así comenzará a gestarse la justicia social que en la desesperación algunos claman con caballos y a machetazos.

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