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¡Córranle que ya viene!

Patricio de la Fuente González-Karg

Agoniza octubre y llega noviembre. Hay demasiados pendientes en la agenda, todos estamos llenos de trabajo, preocupados por el país, sufriendo la inercia de la vida cotidiana, pagando deudas, dejando atrás asuntos sin resolver, en fin, que gracias a ese frenesí que sufrimos los mexicanos parece que no hemos caído en la cuenta de algo horripilante o maravilloso según la opinión de cada quien: ya se acerca la Navidad, todo lo implícito, sugerente, lastimoso en ella. Hoy escribo desde el corazón, personalizo a grado superlativo la página editorial y confieso a mis queridos y bien ponderados lectores una honesta y sincera opinión sobre el particular.

Soy un ser social en grado superlativo, busco convivir con personajes de oscura proveniencia: desde mi carnal el que bolea los usualmente gastados zapatos de este columnista hasta con políticos (digo, a nadie le cae mal una visita al zoológico de vez en cuando), empresarios y miembros de grupos distintos, admirables todos. Sin embargo, encuentro el tiempo y la circunstancia adecuada para hacerlo, ese instante donde haciendo uso de la libertad me reúno con ellos. Así soy, relajiento cuando hay que serlo, hombre solitario también pues es durante esos instantes cuando gozo, me veo frente al espejo –generalmente me espanto- leo libros, escucho a mis cantantes predilectos y entro en franca confrontación con mis demonios.

Ante lo anterior me enferman los compromisos decembrinos de “a fuerzas”, el tener que poner la mejor cara y asistir a una enorme lista de festejos a enfrentarme con gente poco interesante de escasa y superflua plática: ¿Cómo ves el clima últimamente? ¿Qué tal te cae Fox? ¿Cuánto llevas gastado este año en la American Express? Entre otras cosas. No me malentiendan; jamás es cuestión de superioridad intelectual: a mucha de esa gente llevo tratándola años y nada tangible dejan nunca, además para acabarla de fregar, el evitarme ciertos jolgorios hacen se sientan “profundamente ofendidos” pues “mi presencia hizo falta” no obstante estaban rodeados de quinientas de sus más íntimas amistades. Nadie resulta indispensable.

Hay otros “lares” donde me encanta ir, simplemente mi respuesta obedece a la autenticidad, a creer en la verdad como valor supremo: hacer y decir lo que se piensa, quitarnos de trabas, complicaciones que al paso del tiempo se tornan mayores. Si a mis veinticinco años a veces siento la contundencia del río haciendo me ahogue, jamás quiero imaginar qué pasará en otro período igual. Gracias al cielo siempre existirán parajes donde esconderme o hacerme acompañar...

No me gusta la Navidad pues percibo las abismales diferencias en nuestro querido México. Siento culpa por devorar pavo, romeros y vino tinto a pasto cuando tantos no tienen ni para un mugroso bolillo. Ahí odio a tantos políticos plagados de guaruras y mansiones, pudiendo dormir plácidamente, concientes de que sus bienes son producto de la usurpación, de robarle al pueblo la esperanza, el anhelo, las ganas. Hoy no pidan objetividad: escribo con plena viscera; también con el humor destinado a salvar al hombre de la locura navideña. Quien quita y en una de esas Marta Sagahún y Elba Esther Gordillo olvidan seguir rellenando sus vestidores y destinan dichos recursos al fin ulterior de un hombre verdaderamente creyente en cualquier ideología: ayudar al prójimo.

¿Para qué demonios me meto de nueva cuenta a Liverpool a gastar desenfrenadamente? Para los míos habrá regalos; hacia los compromisos nada: usualmente todo tienen, nada les gusta y todo acaba en “roperazos”. ¿Qué si cenamos en casa de tu madre o en la mía? ¡Qué poco compasivo eres, mis padres están en el lecho de muerte y tú solamente piensas en los tuyos! ¡Yo este año no preparo la cena, ya me agarraron de mucama, mejor dile a tu hermana que por una vez en la vida regrese a la cocina, lugar del que nunca debió haber salido!

Gracias a mí no me vuelve a pasar. El sentido de la Navidad, el día del padre y la madre, los abuelitos pasaron a ser parte del marketing, de un desenfreno mediático y de consumo que a muchos nos tiene hartos. Al demonio con las colas, los “coctelitos” y brindis: ya dejé atrás la ilusión de Santa Claus y en vez de regalos espero fraternidad, solidaridad, en fin, cosas aparentemente intangibles pero que en el fondo calan, dejan huella. Vicente Fox seguramente se dirigirá a los mexicanos: ojalá sea sincero y deje de titubear; sería lamentable volver a escuchar la cantaleta del siete por ciento de crecimiento, el chambatel, la disminución de asaltos, las maravillas macroeconómicas, lo bien que va la relación con Estados Unidos y todo ese puñado de buenas intenciones producto de la mente de un ser bien intencionado, lamentablemente cooptado por los diferentes partidos, intereses diversos y una nula capacidad como Estadista. ¿Qué si me van a hablar de Los Pinos para mentarme la madre por lo anterior? Lo dudo: El Señor Presidente no atiende a la prensa escrita, recomienda no leer los periódicos y su señora esposa está muy ocupada siguiendo los pasos de Santa Teresa.

Los que quieran pásenla bien en familia. Yo tomo el avión y ahí nos vemos, eso sí, durante diciembre seguiré dando guerra en las páginas de los medios donde publico.

Correo electrónico:

pato1919@hotmail.com

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