Pues resulta, queridos pocos lectores de esta columna, que doña Elba Esther Gordillo no se conformó con haber sido desplazada de la Coordinación de los diputados del Partido Revolucionario Institucional y por lo tanto ha optado por rescatar a los legisladores que le acompañaron en la derrota, hacer el inventario de sus potencialidades y organizarlos en una especie de corriente parlamentaria priista con posiciones autónomas, de la cual ella será líder, patrona, guía e inspiradora.
Con sesenta diputados integrantes, este bloque difícilmente constituirá una fuerza política cuya presencia y voz pueda influir y menos decidir en el amplio seno del Partido Revolucionario Institucional. Quizás le suceda lo mismo en la Cámara de Diputados, aunque bien podría hacer alianzas con bancadas de otros partidos, inclusive la del PRI si fuera necesario. No obstante, el grupo de Elba Esther será siempre una minoría apenas superior a los diputados del PVEM y de PCD. Lo saben bien la Gordillo y sus corifeos, y por lo tanto, desde ahora, avisan a la opinión pública que en el movimiento político a formar habrá campo y tabla para aquellos políticos, profesionistas, intelectuales y personas de buena fe que reconozcan sus principios ideológicos y democráticos (primero tendrían que conocerlos) y deseen participar en las cruzadas democráticas que se presentarán en adelante; lo cual nos lleva a pensar que a partir de esa corriente de opinión legislativa se planea fundar un partido político: ¿Por qué y para qué?...
Líbrenos Dios, si con los que tenemos hay y sobra para provocar las peores cefaleas en los ciudadanos. ¿Qué han hecho los actuales partidos sino complicar la existencia de los mexicanos? ¿Qué han dado a México que no sea gastar el dinero de nuestros impuestos en un organismo electoral oneroso, en sosas campañas políticas y en ensuciar las ciudades con anuncios de variopintas calidades que siempre acaban en el basurero?...
¿Cómo creer en el valor de la política si los partidos mayoritarios son como los conocemos y los minoritarios devienen engendros familiares, acomodaticios y venales? ¿Cómo endosar la confianza de nuestra sociedad a este tipo de organizaciones electorales que fallan una y fallan todas en su enloquecida persecución del poder público?...
Nadie puede pensar que en el meollo del conflicto protagonizado por Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo existan razones éticas, ideológicas, programáticas o socialmente justas; ni siquiera ellos mismos se atreverían a sostener que su debate tiene causas y objetivos dignos y elevados. El meollo de la pueril disputa es arribar al ejercicio del puro poder (ojo: no el poder puro). Ni Madrazo ni Gordillo intentan salvar al país en la encrucijada vital que nos preocupa, pues cada cual trata de mostrar que tiene suficiente poderío personal para llegar a asumir el poder total y el mando absoluto en esta nación. La verdad, con lo que planean, es encabezar el retroceso de la República mediante la resurrección de los vicios que la mayoría de los ciudadanos pensaron eliminar con la votación del 2 de julio del año 2000.
El Partido Revolucionario Institucional perdió dicha elección presidencial, pero ganó, paradójicamente, la mayoría de las curules legislativas y el control del Senado de la República. Qué estupenda ocasión malogró entonces su dirigencia para dar al PRI a la sazón criticado, deturpado y vencido la oportunidad de reivindicarse frente al pueblo de México; pero los líderes no entendieron el mensaje de la dialéctica histórica y roñosos prefirieron culparse unos a otros por la derrota, en vez de fortalecer la unidad partidista y después, apoyados en su victoria legislativa, conducir la transición del país hacia la democracia y estabilizar la economía del país con una Reforma Fiscal congruente al interés de las familias pobres promoviendo el desarrollo de la nación con un auténtico progreso. En vez de hacer esto, los dirigentes priistas sembraron la semilla de la división en las diversas facciones que, apoderados de la dirección nacional del partido, corroyeron los vínculos ideológicos que se habían salvado del neoliberalismo e inutilizaron al PRI para el desempeño de una buena acción política.
Si Madrazo, Gordillo y congéneres hubieran leído a Ángel Ganivet, habrían descubierto que la organización de los poderes públicos no es materia muy difícil; no exige ciencia ni arte extraordinario, sino amplitud de criterio y buena voluntad. Una sociedad que comprende sus intereses organiza el Poder del modo más rápido posible y pasa a otras cuestiones más importantes; una nación que pasa un siglo constituyéndose no es nación seria, pues en sólo ese hecho da a entender que no sabe a dónde va y que, por no saberlo, se entretiene discutiendo cuál camino conviene seguir. Los poderes no son más que andamiajes; deben estar hechos con solidez para que se pueda trabajar sobre ellos sin temor a accidentes; lo esencial es la obra que ya de un modo, ya de otro, se ejecuta.
Leer cosas serias, aunque sea de vez en cuando, trae provecho al espíritu de quienes tienen responsabilidades públicas importantes. Quizás los funcionarios y legisladores podrían darse cuenta de las sinrazones que cometen cuando se obnubilan en conseguir metas egoístas y personales en vez de trabajar bajo la suprema razón del beneficio común. Dejen pues, Madrazo y Gordillo, de seguir en la política bajuna que han protagonizado en las últimas semanas; atiendan a las necesidades específicas del país y fortalezcan con buenas leyes a las instituciones públicas. Lo demás, lo de cada uno, es en esta coyuntura lo de menos...