Londres, (EFE).- Paul Gauguin siempre mantuvo que dejó Francia para buscar "el éxtasis, la calma y el arte", pero ahora se ha sabido que fue un amor no correspondido lo que empujó al artista a auto-exiliarse en la Polinesia, donde pintó sus obras más famosas.
Con motivo del centenario de Gauguin (1848-1903), el crítico de arte británico Waldemar Januszczak ha investigado la vida del pintor y parece haber descubierto la causa de su salida de Francia, un interrogante que ha llevado de cabeza a muchos historiadores.
Januszczak, que trabaja para el diario "The Sunday Times", expone su tesis en un documental de la cadena británica BBC que se emitirá el próximo mes, aunque su contenido se divulgó hoy en el Reino Unido.
Según el crítico, el genio impresionista se convirtió en uno de los pintores más influyentes del siglo XX a causa de un desamor, que le animó a "huir" a la Polinesia francesa, donde halló la fuente de inspiración para pintar algunos de sus cuadros más fascinantes.
Y es que Gauguin, cuando no era más que un corredor bursátil cuarentón que aspiraba a abrirse camino en el mundo de la pintura, se enamoró perdidamente de Madeline Bernard, una joven muy guapa de 17 años aparentemente religiosa pero, en el fondo, muy coqueta.
El momento crucial de la vida del pintor -explica Januszczak- llegó en el verano de 1888, fecha en la que le presentaron a Madeleine en Pont-Aven, un pueblecito de la Bretaña francesa donde vivían desde 1860 numerosos pintores atraídos por su tipismo.
Dada su belleza y simpatía, Madeleine, hermana del también pintor Emile Bernard, amigo personal de Gauguin, se hizo popular entre las legiones de artistas bohemios que ese verano acudieron a Pont-Aven.
Juguetona y atrevida, la chica llegó a posar, en posturas sexualmente muy sugerentes, para su hermano y el propio Gauguin, que la inmortalizaría en el lienzo "Retrato de Madeleine Bernard", colgado actualmente en el Museo de Grenoble (sureste de Francia).
Tal era el encanto de Madeleine, que el pintor se enamoró locamente de ella, si bien ella no compartía la pasión del genio impresionista.
"El la deseaba -dijo el crítico del "Sunday Times"-, pero no podía tenerla. La pintó con orejas puntiagudas y ojos rasgados como si fuera el demonio o una amante diabólica".
El rechazo de Madeleine, cuya familia le prohibió ver a su pretendiente, acabó por romper el corazón de Gauguin, que cayó en una grave depresión y escapó del bullicio de Francia para dedicarse a la vida solitaria que marcarían la mayoría de sus obras maestras.
Pese a todo, el artista no podía olvidar a su amada y llegó a mandarle un carta en la que le advertía del riesgo de tener relaciones con otros hombres y le aconsejaba: "Busca la felicidad en tu independencia y tu conciencia".
Madeleine se comprometió al final con Charles Lava -un artista bisexual que, irónicamente, había sentido atracción por Gauguin, quien no le hizo el menor caso-, pero no se casó nunca y murió a la edad de 24 años.
En opinión de Waldemar Januszczak, el rechazo de la chica "sumió a Gauguin en la crisis de los cuarenta. Pero eso fue lo que hizo que dejara de ser un corredor bursátil sin vocación para convertirse en el pintor que hoy todos conocemos".
Tras el fracaso sentimental, Gauguin pasó dos meses con el genio holandés Vicent Van Gogh, quien le arrancó la oreja izquierda en una riña, y se marchó en 1891 a Tahití, isla principal de la Polinesia francesa.
Allí, el artista pintó una serie de cuadros en los que mezcló el exotismo del archipiélago con el color intenso que había desarrollado años atrás en la Bretaña francesa, dando lugar a la obra de un genio que influyó en el nacimiento del arte moderno.
Gauguin se estableció finalmente en las islas Marquesas, cerca de Tahití, donde poco antes de morir, a sus 54 años, pintó cuadros como "La Apparition", que se subasta este lunes en la galería Sotheby's de Londres por un precio estimado de unos trece millones de euros.