GÓMEZ PALACIO, DGO.- Después de cinco años de pedir limosna en la confluencia del bulevar Miguel Alemán y avenida Hidalgo, don Carmelo ya no puede caminar entre los carros mientras el semáforo está en rojo. Sus achaques lo obligan a permanecer sentado en la banqueta y desde las ventanillas los conductores arrojan las monedas. Él, a cambio, les da su bendición.
Dice estar enfermo de todo un poco: reumas, asma, bronquitis y hasta un grano en la nariz que ha terminado por desprenderle algunos centímetros la piel. Ayer estaba ronco, su voz apenas se podía entender entre los escapes estridentes de los camiones y algunos vehículos.
Don Carmelo justifica su presencia en las calles de Gómez Palacio:
-Tengo nietos, ayudo a mi hija a pagar el gas que cuesta 300 pesos y nada más dura dos meses.
A sus 77 años no sabe leer ni escribir. Dice que su niñez se le fue en puro trabajar y trabajar. Nada de cuadernos ni de letras. Eso no se hizo para él.
-Antes trabajaba en la pizca y en el algodón, en los ranchos, regaba las siembras –dice Carmelo y añade-: No me iba tan mal pero ya nadie siembra, ni en Gómez ni en Lerdo.
Su esposa murió hace cinco años. Poco tiempo después comenzó a pedir limosna. No sabe exactamente cuál fue la causa de su muerte, pero asegura que lloró muchas noches por ella y aún la extraña.
-Pero está con Dios. Allá con Él está bien.
El nombre de su esposa era Lorenza. Por cariño la nombraba “Lencha”. Dice que siempre se la pasaba lavando y planchando en la casa mientras él trabajaba en lo que fuera.
En ocasiones, además de dinero, la gente le regala despensas y algo de ropa.
A los conductores algo les llama la atención de don Carmelo. Cada vez que alguien le da algunas monedas, él entrega un pequeño ramo de jazmines. Lo hace por agradecimiento. Pero sus reumas ya no le permiten caminar hasta las ventanillas de los conductores, por eso la mayoría de las veces regresa a casa con los ramilletes.
En Lerdo tiene su casa y también un jardín. De ahí arranca las flores que entrega a los conductores. En la ciudad que lo vio nacer no pide dinero. Dice que le da vergüenza porque ahí todos lo conocen y prefiere venir a Gómez Palacio.
-A Torreón nunca voy porque los policías me amenazaron con que si me veían en la calle me iban a meter al bote, por eso mejor en Gómez, aquí nadie me molesta.
De vez en cuando necesita dejar de hablar para agarrar aire. Su respiración se agita y casi no puede decir palabra.
-Tengo los brazos todos picoteados por tanto suero. A veces duro hasta dos semanas en el hospital, luego mi hija tiene que andar pidiendo dinero prestado para pagar la cuenta.
Aunque dura varias horas sentado en la banqueta de la avenida Hidalgo, don Carmelo asegura que las ganancias no son muy buenas.
-A veces nada más junto como 80 pesos, pero tengo que ayudar a mi hija a mantener a mis nietas.
Cuando llueve o hace frío, son tiempos difíciles para él. Entonces el dolor en sus rodillas se vuelve insoportable y no puede salir de su casa a ganarse la vida en las calles de Gómez Palacio.
-Mis otros hijos me ayudan poquito pero ellos tienen sus familias, no se pueden hacer cargo de mí.
Por eso piensa seguir pidiendo limosna en las calles de Gómez Palacio hasta que Dios le dé licencia o se lo lleve junto a su esposa.