Por culpa de la diabetes Leobardo perdió sus piernas
Gómez Palacio, Dgo.- Hace siete años comenzó su calvario. El médico le detectó diabetes. A Leobardo Jiménez Quiroz, primero le amputaron la pierna izquierda, luego la derecha. Así no le sirvió a su patrón y lo despidió. Ahora debe pedir limosna para sobrevivir.
Leobardo intentó quitarse la vida de diferentes formas: ató una cuerda a su cuello. No funcionó. Tomó una navaja y se cortó las venas. Otra vez falló. Su hermano tuvo la precaución de guardar la pistola en un lugar donde jamás la pudiera alcanzar.
Así aprendió a vivir atado a una silla de ruedas. Al principio fue difícil, pero llegó la resignación y ahora dice, le da gracias a Dios porque después de todo hay personas que están peor que él y no se quejan.
-Tenía muy mala circulación en la sangre, por eso me pegó el azúcar.
El 26 de diciembre de 2002 le amputaron la pierna derecha.
-Antes trabajaba como yesero. No tengo Seguro Social, mi patrón me despidió cuando me enfermé, no me quiso ayudar en nada.
Leobardo dice que ya no soportaba el ardor en las piernas.
-Era demasiada la molestia, como si me echaran chile por dentro, no me dejaba dormir. Día y noche sufría mucho.
Su esposa también es discapacitada. Una secuela de poliomielitis le impide caminar bien. Entre ambos sostienen su hogar. Ella trabaja en el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF-Torreón). Hace piñatas, pero rara vez recibe un salario, por eso Leobardo debe salir a la calle a pedir limosna.
Leobardo y su esposa viven en la colonia José R. Mijares de Torreón. Justo en la calle Andrés Osuna, número 14. Dice que prefiere pedir dinero en Gómez Palacio porque la gente es más buena, se compadece más del dolor ajeno.
Cuando el día es bueno puede sacar hasta 150 pesos. Pero debe pagar una renta de 600 pesos mensuales, agua, luz, entre otros gastos, sobre todo las medicinas que necesita para controlar su diabetes.
-Todavía me pueden mochar más partes de mi cuerpo, a lo mejor mis manos. De hecho una pierna me la cortaron en partes hasta que quedé con el puro tronco.
Jamás se opuso a que el doctor le amputara sus piernas.
- Era mucho el ardor, cuando me las mocharon y se me quitó.
Tenía 32 años cuando entró al quirófano por primera vez, ahora tiene 39 y no deja de agradecer a Dios por seguir vivo.
Hay dos cosas que le hacen falta a Leobardo: volver a ver a su hijo y una silla de ruedas. A Mario Alberto no lo ve desde hace siete años. Lo visitó en el hospital cuando le amputaron la primera pierna.
-Es que su mamá y él viven de mojados en los Estados Unidos, por eso no puede venir, no sé cómo está, no sé nada de él. Yo hace tres años me volví a casar.
La silla de ruedas que Leobardo usa es de su madre. También tiene diabetes y debe pasar la mayor parte del tiempo acostada para que su hijo pueda salir en ella a la calle a pedir dinero.
- A mi mamá ya le cortaron una pierna, hace poco le mocharon tres dedos de la otra.
A sus hermanos, dice, no les pide ni para un refresco. Nunca se han compadecido de él a pesar de su enfermedad.
-Quieren que les ande pidiendo, no son para ofrecerse a darme algo nunca y prefiero pedirle a otra gente que a ellos.
Ahora ya no le tiene miedo a la vida. No quiere morir. Sólo ruega porque la diabetes no siga invadiendo su cuerpo. Y es que todavía tiene la esperanza de volver a ver su hijo algún día.