TORREÓN COAH.- Me da un café... negro y sin azúcar. ¿Tiene mucho en este puesto?
-Dos años, me jubilaron en Ferrocarriles Nacionales, me dan casi los cuatro mil pesos al mes.
-¿Y por qué trabaja?
-Simplemente para no estar de ?okis? en la casa.
-¿Cómo se llama?
-Jerónimo Tapia y además Castillo, todavía, de 69 años. Vivo en la colonia Antigua Aceitera y a las seis de la mañana ya estoy aquí en el puesto barriendo, regando los árboles y atendiendo a la gente hasta las tres de la tarde, porque ya después de esa hora no hay gente.
De esta forma iniciaba la plática con Tapia, ex ferrocarrilero encargado del tabarete ubicado en las afueras del Sindicato de Ferrocarrileros en el bulevar Revolución casi esquina con la calle Treviño.
Jerónimo Tapia tiene ocho hijos, todos casados. Tapia contrajo nupcias en 1958.
-El matrimonio es muy importante para la sociedad.
La charla es interrumpida por una niña que pide un refresco.
- ¿De cuál?, tengo retornable o a cuatro 50 en bolsita, explica y atiende siempre amable.
Después de despachar sigue con la plática.
-Yo no estaba muy convencido en agarrar el puesto, pero cuando empecé le metí café en tiempo de frío, cuando no se vendían tanto los refrescos. La clave de los negocios es atender bien a la gente, el respeto y... echarle ganas sobre todo, mi amigo, asegura en voz baja al tiempo que se acerca y palmea el hombro.
-Me da un cigarro y un cerillo, le piden.
-Antes de este jale yo fui pintor, le puedo pintar un carro, un refrigerador, una casa... trabajaba en Ferrocarriles y en Ciudad Lerdo como ?maistro? pintor.
-¿A qué edad empezó a trabajar?
-Desde que pude cargar el cajón de bolear, en Ciudad Juárez, allá estaba mi papá. Desde los seis o siete años y todavía no me canso.
-¿Y cómo ve a los chavos?
-Mire, mucho depende de los padres, no es que vanaglorie a mis hijos, pero no tengo problemas con ninguno, cinco trabajaban en los FF.CC., se acabó Ferrocarriles pero cada uno sigue trabajando. Todos están casados, no me dan problemas de como que ya se emborrachó o que está en la cárcel, ¡nada!, los sábados después de la una de la tarde, ahí están todos en mi casa hasta las ocho o nueve de la noche.
-¿Y Pancho también está ahí?, le pregunta uno de sus compañeros, ex ferrocarrilero también.
-Dígalo claro mi amigo, ¡Sancho!, claro.
-Sí, porque ahorita el que no tenga sancho no come bien, insiste su compañero.
-Me habla la voz de la experiencia, le contesta Tapia.
-Los domingos ahí están mis hijos, retoma la plática, desde las nueve de la mañana, yo me voy los sábados a la Alianza, compro menudo, con su patita, para que el domingo ahí estén todos, porque es necesaria la convivencia entre la familia, ¡mire, tienen un problema y ahí lo platicamos, porque para uno sólo es un problema grande, pero ya platicado, se reparte y ya se hace menos, así debe ser en las familias y arreglar el problema, no hacerlo más grande!
Jerónimo Tapia no piensa dejar de trabajar, hasta que de plano ya no se lo permitan.
-Tengo 69 años y me voy a quitar hasta que ya no me permitan seguir aquí, porque de eso se trata, de trabajar, es cuestión de echarle ganas.
-Nos vemos señor
-Que Dios lo ayude.