TORREÓN, COAH.- Para cruzar el desierto sin sentir miedo hay que creer en Dios. Por tercera ocasión Gabriel intentará cruzar la frontera para llegar a los Estados Unidos. Tiene fe en lograrlo. Se considera un hombre con suerte.
Gabriel González Gutiérrez tiene 30 años. Hace seis años se fue para los Estados Unidos, buscando lo que muchos: mejores oportunidades de vida. Tardó dos años en regresar a México para ver a su familia, ahora está de regreso y en unas semanas más intentará volver al vecino país del norte.
En las dos ocasiones Gabriel llegó a los Estados Unidos por el desierto de Agua Prieta, Sonora. Fueron tres días de caminata. No le tiene miedo a los “polleros” porque dice que todo depende de cómo lo vean a uno, además jamás permitiría que lo encerraran en la caja de un trailer, preferiría regresar antes que eso.
Quiere regresar al vecino país del norte porque allá está una parte de su vida. Dice en tono de burla que su hijo –de apenas un año- está de “mojado” en México, pero eso pronto quedará resuelto porque a pesar de que nació en los Estados Unidos, tiene derecho a la nacionalidad mexicana.
“Decidí irme para probar suerte, para ver si es diferente la vida allá y sí lo es, me dí cuenta que uno puede sobrevivir en los dos países, pero en México no hay las mismas oportunidades que hay en Estados Unidos, más que nada es eso”.
Ha trabajado en varios lugares: lavando platos, instalando tablas y ahora hace entregas a domicilio en una pizzería. Recibe siete dólares por hora, más la comisión por envío, en una semana puede ganar hasta 800 dólares si invierte tiempo extra.
Dice que no es difícil trabajar sin papeles. Lo importante es llegar porque en cualquier lugar se pueden conseguir documentos falsos. “Para cruzar el desierto hay que perder el miedo, tenerse confianza en uno mismo porque por eso mucha gente se muere”.
Lo malo es cuando muchos ilegales se lanzan a la aventura, por eso mueren. “Cuando uno habla bien y sabe cómo va a estar todo, no hay mucho peligro, de todas maneras los riesgos siempre están tanto de animales como otras cosas, antes no se oía eso de los rancheros de Arizona, era más fácil”.
Los ilegales, dice, no viven con miedo en los Estados Unidos porque Migración nunca hace redadas. Lo pesado siempre es pasar: “si tú logras llegar ya la hiciste, ya después todo es fácil, ni siquiera es difícil conseguir trabajo”.
Menos que nunca Gabriel tiene miedo de cruzar la frontera. Tiene confianza en que todo va a salir bien: “es que uno no se tiene que avorazar, no irse con el primer pollero que te diga, eso lleva tiempo y a veces hay que esperar hasta 15 días o más”.
Gabriel no piensa arriesgar a su hijo en el desierto, afortunadamente el pequeño tiene nacionalidad norteamericana y ya verá la manera de cruzarlo de manera legal. Su esposa sí es ilegal y ella sí lo acompañará en su travesía.
A nadie le recomienda irse de ilegal a los Estados Unidos, pero considera que todos tienen derecho a buscar nuevas oportunidades: “hay mucha gente que la ha hecho y la ha hecho muy bien, pero también a otros les ha ido muy mal”.
A algunos, insiste, les va bien en Estados Unidos, a otros les va mal y hay quien se queda en el camino. Asegura que cada vez que ve en la televisión alguna noticia relacionada con la muerte de un ilegal, siente mucha tristeza.
Gabriel tiene otro sueño: arreglar sus papeles. Dice que eso le importa más que hacer dinero. “No es ir y levantar dólares, se batalla igual, allá gana uno en dólares y se gasta en dólares”.