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Crónica Urbana| Premio al esfuerzo: ahora es 'maistro'

Por Cristal Barrientos Torres

El Siglo de Torreón

TORREÓN, COAH.- Primero se negó a hablar. Se sintió incómodo. Minutos después y mientras daba el acabado a una de las paredes del Palacio Federal, Gerardo aceptó platicar sobre sus inicios en el oficio de la albañilería. Su dedicación en poco tiempo tuvo recompensa: ahora es el “maistro” de las obras donde trabaja.

Gerardo Villa Gómez es parco al hablar. A sus 42 años es padre de cuatro hijos. Dice que no sólo es responsable de construir cualquier tipo de obra sino también debe cimentar lo mejor posible el futuro de su familia.

Antes de salir de casa y después de terminar el trabajo, los albañiles acostumbran darle gracias a Dios. Temprano para que el día sea bueno y más tarde porque logran terminar las largas jornadas sin sufrir algún percance.

Gerardo lleva ocho años como albañil. Antes era soldador, pero cambió de oficio porque la obra siempre deja más dinero que unir piezas, además con el tiempo el soplete termina por dejar los ojos medio ciegos.

Asegura que al principio era un simple obrero, le tomó un año aprender el oficio de albañil. “Lo que son las cosas, ahora soy patrón del ‘maistro’ que me enseñó todo, dicen que el alumno supera al maestro y ya ve”.

Según Gerardo el oficio no es difícil, sólo basta echarle muchas ganas a todo para que las construcciones no queden “trochas” ni “malechotas”. “Nosotros hacemos puros acabados en las fachadas, ya no andamos en la obra porque hace mucho sol, así está canijo”.

No le gustaría, dice, volver a cargar botes llenos de cemento o cascajo, menos si está lloviendo o hay una temperatura superior a los 35 grados. Prefiere caminar sobre andamios, después de todo hace mucho tiempo que dejó de sentir miedo a las alturas.

“Se acostumbra uno a andar en las alturas, gracias a Dios nunca he sufrido ningún accidente y tampoco me ha tocado ver que alguno de los compañeros le pase algo, no en balde las esposas siempre andan con el Jesús en la boca”.

Además, dice, cuando le toca construir edificios muy altos, amarra su cuerpo con un mecate e incluso hasta en algunas compañías le regalan cascos por si llegara a caer. De pronto Gerardo se desespera con la entrevista. Dice que ya tardó mucho tiempo y que el ingeniero se va a enojar con él porque se pone a platicar en lugar de trabajar.

Para dar por terminada la entrevista, dice: “mire, en este oficio nos puede ir muy bien, cuando hay trabajo sacamos hasta mil 800 pesos por semana, pero también hay que echarle muchas ganas para no quedar mal con los ingenieros”.

También da algunas recomendaciones: “yo les diría a los que estén interesados en este oficio que hagan bien las cosas, uno puede tardar en aprender según las ganas que le echemos, siempre hay que hacer las cosas con gusto”.

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