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Crónica Urbana/ Tiene agallas, también dignidad y delicadeza

Por María Ceciliar Aguilar

El Siglo de Torreón

MATAMOROS, COAH.- Como todo un hombre... esta mujer día con día lucha para mantener en orden el tráfico vehicular. Su condición y calidad de mujer, no le han impedido llevar a cabo su trabajo, “con agallas, pero eso sí, con mucha dignidad y delicadeza”, dice orgullosa Juana María Rodríguez Santana.

De siete a dos de la tarde y luego de seis a ocho de la noche, esta mujer, quien un día creyó volverse loca, -pues su esposo fue asesinado hace diez años cuando llevaba en brazos al más pequeño de sus hijos-, demuestra entereza y profesionalismo cuando organiza el tráfico vehicular.

Juanita, quien pertenece a la primera generación de agentes de vialidad, dice que al principio tenía nervios, “yo y mis compañeras como que sentíamos algo en el estómago, pues sí llegamos a pensar, ¿qué pensará la gente que nos conoce?, ¿qué dirá fulano o mengano?, pero créame que hasta ahí paró, luego dijimos, ¡qué más da, esto es un trabajo digno”.

Silbato en mano, esta pequeña mujer suspendía la conversación con un “disculpe, ahorita vengo, es que el deber me llama”. Así, transcurrió la conversación, en un ir y venir de la agente, a quien por su actitud, efectivamente su trabajo “le encanta”.

Juanita es oriunda de Torreón, pero la necesidad de trabajo para mantener a sus tres hijos, la motivó a cambiar de residencia, “me vine para acá porque aquí fue donde conseguí trabajo... he trabajado hasta en la casa... pero me gusta más aquí, que allá (Torreón)...”.

Es que para Juanita la vida ha sido dura, pues al decir de la mujer, después que enviudó los problemas se le vinieron como a “granel”. El más pequeño de sus hijos –ahora ya tiene nueve años- aquél que sostenía su esposo cuando fue baleado, “le pegó la meningitis”, expuso con suma tristeza.

Como su madre se encuentra en Ciudad Juárez, hasta hace poco iba cada año a visitarla, pero también por el interés de que su pequeño fuera atendido por médicos especialistas de El Paso Texas, “pero como ellos son solamente ortopedistas, no pudieron ayudarme, sólo me orientaron para comprar la silla de ruedas... a él no le gusta, está más contento en su cama... así se la pasa mi muchacho...”, una enorme tristeza invadió sus ojos.

De sus otros hijos informó que uno tiene 17 años, “pero ande, se acaba de casar”, lamentó, “y la mujercita de 15 años, es la que más promete, pues está en secundaria”, dijo gustosa.

Pero a pesar de las circunstancias que le ha tocado sortear en la vida, esta mujer de 32 años, nunca ha perdido la esperanza, “casi siento morirme cuando murió mi señor, estuve mal, pero al recordar a mis hijos algo por dentro me hizo salir y decir, puedo, yo puedo”, dijo entre sus múltiples idas y venidas para controlar el tráfico.

La mujer de baja estatura y mirada bondadosa, afirma que su trabajo le gusta mucho, “imagínese qué bonito sentiré cuando al correr de los años, mis hijos cuenten a sus nietos que su abuela fue una de las primeras agentes de seguridad en la ciudad –sólo una risilla-, qué bonito, no”.

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