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Crónica Urbana | 'Todo depende de la venta'

GÓMEZ PALACIO, DGO.- A sus 77 años, ahora Epifanio Robledo Allende vende churros de azúcar cuando anteriormente conducía camiones de carga por toda la República Mexicana. Con lo que saca de esa venta y su pensión mensual, sobrevive.

“Don Pifas”, como así le gusta que le digan, dice que hace cuatro años tuvo que dejar su trabajo como chofer, ya que sufrió un accidente en su casa, “andaban construyéndome un cuartito y al subir a un andamio para ver cómo andaba quedando una pared, éste se vino abajo y me quebré la rodilla... y de ahí ya no he sido bueno”.

Este hombre de ojos azules y mirada cansada, quien en su juventud tuviera mucha suerte con las damas, vive solo, ya que sus hijos hicieron su vida y andan “regados” por Ceballos, Chihuahua, Juárez y Laredo, “¿mi esposa?, me dejó por ‘coscolino’... pero se quedó con tierras y casa”.

A muy temprana hora, “Don Pifas” llega al lugar donde coloca su puesto de churros –lo ubica entre avenida Victoria y calle Ocampo, afuera de una tienda donde venden telas-. Ese día portaba un sombrero desgastado, camisa amarrilla y pantalón vaquero color café y mientras plática, acomoda en una bolsita cinco churros a los que previamente espolvoreó con azúcar acanelada.

¿Cúanto cuesta cada bolsita?

-“Cinco pesos”, fue parco al contestar.

¿Sí le da para vivir este negocio?

Parece meditar su respuesta y luego dice: “Pues hay veces que saco 100 pesos, otras veces 80, depende de lo que venda, pero le tengo que entregar la mitad al dueño de la vendimia”.

Comenta que los churros son de un señor llamado Inés Meléndez que vive en la colonia El Refugio y es quien los produce. Una caja que contiene 500 churros deben arrojarle un valor similar, “debo sacar 500 pesos, pero de la cantidad que llegue a vender, yo tengo que darle la mitad a esa persona”, vuelve a explicar.

Alrededor de cuatro puestos de churros se ubican en el centro de esta ciudad y son del mismo dueño, “mujeres y jóvenes andamos en este negocio, pues no hay de otra; al menos en mi caso, ya estoy viejo y no hay quién me contrate... pero lo bueno es que tengo mi pensioncita y con eso me ayudo mucho”, manifiesta el septuagenario a quien en ese momento, un señor proveniente de Monterrey, Nuevo León, le compraba diez bolsas “para írmelas saboreando en el camino de regreso”, expuso el regiomontano.

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